Huellas (II)

 

Hace poco visité un convento del siglo XVI donde me encontré con la huella de un perro, huella que me llevó a hacerme algunas preguntas de esas que uno se hace porque sí y que resultan más útiles y válidas que las habituales ¿Lloverá mañana? o similares. Ahora encuentro esto, que me hace ver que no soy el único en «perder el tiempo en cuestiones triviales». El asunto no es menos encantador que el que me tocó en suerte a mí, pero sí mucho más atractivo por el detalle de que esta huella fue dejada en un manuscrito medieval. Vamos al grano:

 

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Mientras investigaba un manuscrito medieval, Emir O. Filipović, un asistente de enseñanza en la Universidad de Sarajevo, descubrió páginas del libro manchadas con las huellas entintadas de un gato. Como todo hijo de la modernidad, Filipović  tomó algunas fotos para mostrársela a sus amigos y, por extensión, a todos nosotros.

 

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Los manuscritos medievales generalmente contienen muchas cosas extrañas: garabatos pequeños, hongos extraños, iniciales decoradas elaboradas, agujeros presumiblemente perforados por gusanos u otras plagas, e incluso filigranas cuidadosamente hechas a mano.

 

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Estas huellas de tinta se hicieron poco después de escribir las páginas y podemos imaginar al monje que copiaba el libro, furioso, espantando al gato con pánico mientras intentaba sacarlo de su escritorio. Sea como haya sido, el daño ya estaba hecho y no había nada más que se pudiera hacer, tan sólo pasar la página y continuar el trabajo. Así, tal vez sin decirle nada a nadie, el monje siguió con su trabajo y el episodio fue «archivado» para la historia y para que yo pueda, hoy, escribir esta pequeña entrada.

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De noche todos los gatos…

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Un monje fue obligado a dejar el resto de esta página vacía por un motivo que hoy podríamos considerar bastante trivial, pero que en aquellos tiempos en que un pergamino era un objeto bastante caro, tal vez no lo fuera tanto. La razón fue, nada más y nada menos, porque un gato orinó sobre esa página. El monje dibujó al animal y dejó por escrito el siguiente, maldición incluida: “Hic non defectus est, sed cattus minxit desuper nocte quadam. Confundatur pessimus cattus qui minxit super librum istum in nocte Daventrie, et consimiliter omnes alii propter illum. Et cavendum valde ne permittantur libri aperti per noctem ubi cattie venire possunt.” Lo que vendría a ser algo así como “Aquí no se hay nada que falte, sólo que un gato orinó sobre esto durante la noche. Maldita sea el pestilente gato que orinó sobre este libro durante la noche en Deventer y donde tal vez otros [gatos] también lo hicieron. Tengan cuidado con no dejar sus libros abiertos durante la noche ya que pueden llegar los gatos”. Sigamos, pues, el consejo de ese monje olvidado para no vernos en la necesidad de maldecir a felino alguno. Amén.