La siguiente es una página del inolvidable Caloi, dibujante que aúna de manera única y maravillosa lo mejor del humor con la sensibilidad de lo poético. En este caso el tema poético es directo, pero la obra de Caloi, sobre todo la que maneja en este formato de página completa (y que fueron publicadas en la revista dominical del diario Clarín) es un muestrario de sencillez y amor por la ciudad que lo vio nacer. Por último, bien se sabe que definir la poesía es algo imposible; entonces esta página sirva, tal vez, como lo más cercano que podamos llegar a una definición perfecta.
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Uno más (plagio invountario)
Sé que los #LunesdeMonos son propiedad registrada de Danioska y; aunque lejos de mí el querer plagiarla (a ella o a cualquiera) no puedo resistirme a subir este cartón (o historieta, como diríamos en Argentina) del genial Quino; uno de los más grandes historietistas (si no el más grande, lisa y llanamente) que haya pisado esta Tierra.
De tal palo…
Me encantó este cartón o historieta que me pasó mi hija desde la otra cara del planeta. En eso salió igualita al padre: ambos creemos que si ser un animal social es reunirse para hablar estupideces, para emborracharse por deporte o para discutir naderías con tono de pseudocientífico que acaba de caerse por las escaleras, pasamos de largo hasta la próxima estación. En lugar de frasecitas adocenadas y políticamente correctas, preferimos aquellas palabras de Emile Cioran que de tan certeras les caen pesadas al noventa por ciento de la población: Cualquier persona inteligente o decente odia a la mitad de sus contemporáneos.
Nietzsche. Onfray – Le Roy
La historieta (cómic o tebeo), que comenzó siendo un entretenimiento para niños, y al igual que los dibujos animados, continuó su camino hacia cotas más altas de calidad e importancia. podrían nombrarse cientos de obras dentro de este estilo que bien podrían tener su lugar propio asignado en cualquier buena biblioteca sin desmedro de la compañía de muchos de esos hermanos mayores llamados libros. Nietzsche. Basado en textos de Michel Onfray y dibujado por Maximilien Le Roy, podría ser uno de ellos.
Esta biografía novelada hace justicia (mérito de Michel Onfray) al desarrollo combinado de los aspectos personales de Nietzsche (la muerte de su padre, el descubrimiento de la obra de Schopenhauer, la difícil relación con esa harpía antisemita que tenía por hermana —Elizabteh—, los horrores dela guerra, la incomprensión de la crítica, y por fin, la locura) al miso tiempo que se entrelaza el desarrollo de su obra (alguna referencia a El nacimiento de la tragedia; Humano, demasiado humano y, sobre todo, a la obra central del filósofo alemán: Así habló Zarathustra). El mérito de Maximilien Le Roy se encuentra en la amplitud de su registro como dibujante. Desde las viñetas clásicas y el dibujo preciso, realista, Le Roy se mueve hasta el expresionismo más desbocado o utiliza como referencia fotografías muy conocidas de la vida de Nietzsche.
Éste no es un pequeño libro o una revista de esas que se compran en una esquina. Ediciones Sexto Piso ha hecho un excelente trabajo de edición, con un volumen de dimensiones respetables, tapas duras y papel de buena calidad (condiciones imprescindibles para una obra gráfica).
Hace pocos días, publiqué un poema de un amigo, Lucho Bruce. Hace muchos años, cuando ambos teníamos unos catorce o quince, un día aparece Lucho con un ejemplar del Zarathustra. No sé de dónde lo sacó (creo recordar que vivía en una vieja casona en la que habían dejado varias cosas, tal fue de allí) pero fue un encuentro de esos fuertes y perdurables. Recuerdo aquellas lecturas fragmentarias —ya que buscábamos los pasajes más fuertes o los que podíamos comprender mejor— y recuerdo, también el estado de excitación que nos produjo. Durante días nos encontramos llamándonos la atención en cualquier momento «¡Mirá, mirá lo que dice acá!» «¡Escuchá esto, escuchá…!» y uno le iba leyendo al otro fragmentos que nos sacudían como sólo sabe hacerlo Friedich Nietzsche. Lo bueno es que aun sigue haciéndolo hoy. Soy un escritor póstumo, supo decir; y tenía razón.
Enriqueta y los libros.
Hoy vamos con un post livianito, aunque no por eso tonto o pasatista. Ya hay demasiada gente que confunde una cosa con la otra. Liniers es un joven historietista argentino que goza de un merecidísimo reconocimiento, sobre todo en la gente joven. Supongo que ésto último se debe a su humor muchas veces surreal, cuando no absolutamente delirante. Entre la galería de personajes que pueblan sus tiras, podemos encontrar a z-25, el robot Sensible, el Hombre Misterioso, los infaltables pinginos, los coloridos duendes, el hombre del banjo, las jirafas cuyo largo cuello no les permiten salir enteras en los cuadros, Olga, y muchos otros. Hoy, para todos aquellos que no conocen aún a este dibujante y sus personajes, a dos de ellos: Enriqueta y Fellini, una nena y un gato, respectivamente. Ellos juegan, charlan, se divierten; pero una de las pasiones de Enriqueta son los libros (los que a veces les lee a Fellini y por los que, en otras ocasiones, el felino se siente «desplazado»).
Por supuesto que no todo pasa por un libro en la vida de Enriqueta, pero esa es la faceta que tenía ganas de compartir hoy. Quizá otro día recorramos otra parte de la vida de estos dos amigos inseparables (al que deberemos sumar a Madariaga, un oso de peluche con cara de nada).
Adiós Moebius, adiós.
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Los que gustamos de las lecturas heterogéneas y que rondamos los cincuenta años, inevitablemente hemos crecido -sobre todo en torno a los años 80´s- leyendo a los grandes historietistas de los últimos tiempos. Léase Giménez, Altuna, Bilal, Breccia, y muchos, muchos otros. entre ellos se destacó, en todos los aspectos, Jean Giraud, más conocido como Moebius.
Siendo éste un espacio personal, no voy a copiar aquí aspectos de la noticia de la muerte de este artista indispensable, quizá algún dato, inevitablemente, se filtre, pero no es mi intención la de ocupar este espacio con datos que pueden encontrarse en cualquier portal de noticias. Prefiero, modestamente, recordar las lecturas, las horas compartidas con amigos -con los cuales compartíamos los no siempre económicos o fáciles de encontrar- y las horas y las hojas garabateadas copiando dibujos de Moebius.
Creo que la primera vez que accedí a una obra de Moebius fue a través de la revista Fierro. Arzach (o Arzak o Arzacq) apareció en una de las tapas de los primeros números (alguna vez hablaré de la mítica revista Fierro, sobre todo de su primera época) y en las páginas primeras y últimas, las que venían a color. Éstas historietas nos llamaron poderosamente la atención, ya que nunca habíamos leído historietas como esas. Surrealism0, fantasía, delirio; en realidad no sabíamos cómo catalogar las historias de Arzach. Los paisajes, los seres que poblaban esos paisajes, el sinsentido de las historias, hacían que uno no supiera bién a qué se enfrentaba; pero de lo que no cabían dudas -y que era lo que nos hacía volver una y otra vez a leer o ver (muchas de ellas eran mudas) esas hstorietas- era el dibujo, esa maestría plástica que hacía que la historia, la excusa para plasmar el dibujo, pasara a un segundo plano.
Después de Arzach o Arzak o como fuera que Moebius quisiera llamar a su personaje, comenzó la busca de más publicaciones del artista francés. En aquel entonces no existía internet, así que no había más remedio que agenciarse revistas o libros varios. Fue así que desembolsamos varios pesos en revistas como 1984, Zona 84, la ya nombrada Fierro, Metal Hurlant (edición española) o Heavy Metal (edición americana, pero sólo cuando podíamos afrontar ese gasto). También llegaban, desde España, libros con obras completas de autores varios, libros de Editorial Norma que hoy desearía poder tener en mi biblioteca pero e los que el tiempo ha ido dejando en el camino (camino que, posiblemente, lleve a bibliotecas ajenas, pero ése es otro tema).
Luego vendrían obras como El Incal, El Incal negro, Asesino de un mmundo, El garage hermético, The Long Tomorrow, Ktulu, Estela plateada, etc.
Personalmente me sentí atraído por los dos extremos del dibujo de Moebius (siempre y cuando tuviese que optar por alguna de las innumerables características a las que este autor era afecto), es decir, aquellos surrealistas paisajes desérticos donde piedras de diferente tamaño flotaban en el aire límpido.
O, en el otro extremo, el hiperrealismo futurista de esas ciudades masivas en donde todo estaba dibujado hasta el mínimo detalle.
Moebius murió hace un par de días, a los 73 años; y, como dijo Fréderic Mitterrand, Ministro de Cultura francés: La muerte de Giraud es como la muerte de dos artistas. No podemos estar más de acuerdo con esas palabras.