Hablando se entiende la gente

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No hace mucho tiempo conocí un idioma inventado recientemente: toki pona, el cual generalmente se traduce como «el lenguaje del bien». Su sencillez y sus características particulares (sobre todo su aspecto lúdico y su relación con las ideas taoístas) me llevó a estudiarlo, lo cual me ha hecho adentrarme en un mundo particular y por demás interesante. Añadido a ello, he visto en varios artículos relacionados, algunos de los idiomas inventados por personas particulares con la idea básica, casi común en todos ellos, de hacer que la humanidad se comunique de manera más fluida y así, de alguna forma, poder evitar conflictos y malentendidos varios. Sin duda, un espíritu humanista subyace en todos esos intentos.

Tal vez el más conocido de esos idiomas sea el esperanto, del cual se dice que las virtudes que posee son muchísimas y que es una pena que no se hable como una lengua común a todos, al menos como una lengua secundaria. Otro es el volapük, creado por el sacerdote alemán Johann Martin Schleyer; el cual tuvo muchos adeptos a principios del siglo pasado, pero el que decayó debido a su compleja gramática y a un profundo disenso entre sus hablantes (nuevamente, una completa diferencia con el esperanto). Ya he nombrado a toki pona, el cual fue creado a principios de este siglo por la lingüista Sonja Lang como lengua artística filosófica; y no puedo dejar de nombrar al idioma analítico de John Wilkins, el cual era genial en su concepto, pero impracticable en la realidad.

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Ahora he encontrado este nuevo ejemplo histórico: En 1922, el profesor y lingüista de alemán báltico Edgar de Wahl ofreció un nuevo idioma para facilitar la comunicación entre personas de diferentes naciones. Lo llamó Occidental, y lo diseñó para que muchas de sus palabras sean reconocibles por quienes ya conocen una lengua romance. Tómense un minuto para leer el siguiente párrafo y verán que, en líneas generales, pueden entender el sentido completo de lo que allí se dice (ayuda un poco el leerlo en voz alta):

Li material civilisation, li scientie, e mem li arte unifica se plu e plu. Li cultivat europano senti se quasi in hem in omni landes queles have europan civilisation, it es, plu e plu, in li tot munde. Hodie presc omni states guerrea per li sam armes. Sin cessa li medies de intercomunication ameliora se, e in consequentie de to li terra sembla diminuer se. Un Parisano es nu plu proxim a un angleso o a un germano quam il esset ante cent annus a un paisano frances.

Una traducción aproximada (no hablo Occidental; pero supongo que la cosa va por aquí):

«La civilización material, la ciencia e incluso el arte se unen cada vez más. El europeo educado se siente casi como en casa en todas las tierras que tienen civilización europea, es decir, cada vez más, en el mundo entero. Hoy casi todos los estados guerrean con los mismos armamentos. Sin pausa los modos de intercomunicación mejoran y, en consecuencia, el mundo parece disminuir. Un parisino está ahora más cerca de un inglés o un alemán que cien años antes de un campesino francés».

El Occidental ganó una pequeña comunidad de hablantes en las décadas de 1920 y 1930 y se había extinguido en gran medida ya para la década de 1980; pero en los últimos años ha visto un resurgimiento en Internet como interlingüa.

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Es inevitable terminar con algunas preguntas: ¿Será realmente una solución a los conflictos humanos el poder hablar una misma lengua? Por supuesto, alguien podría aducir que si con eso bastara no habría violencia alguna dentro del seno mismo de cada sociedad o país; pero, por otro lado, también tenemos la idea más general de que las personas suelen ver como menos extrañas (si me permiten la expresión) a aquellos que tienen más cosas en común con ellos mismos. En ese sentido, la posibilidad de comunicación es indispensable y también podemos dar un ejemplo: en una sociedad multiétnica (las cuales son cada vez más) el hecho de poder comprenderse los unos a los otros no es algo menor y no son pocas las veces que esto hace que un grupo pueda adaptarse y ser reconocido en una nueva cultura. De todos modos, la violencia se ejerce por cuestiones de raza, religión o nacionalidad; así que, si bien una lengua común podría se de ayuda, también habría que atacar otros aspectos irracionales de nuestra sociedad; lo cual nos lleva al principio de estas dudas: ¿Y no servirá para ello el tener una lengua en común?

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Los hombres invisibles.

ÁfricaEn un artículo publicado el 24 de este mes en el diario argentino Página/12, el filósofo Jose Pablo Feinmann ilustró su texto con un acápite que no me dejó indiferente y que no pude evitar relacionarlo con un artículo de Amnistía Internacional que leí hace unos minutos. El acápite es el siguiente:

“Sartre les habla a los europeos. Ya no somos el sujeto del razonamiento –les dice–, somos el objeto. Europa es objeto. El sujeto mora en las colonias. En el lenguaje y en la praxis revolucionaria de los colonizados. Ahí está, ahora, el humanismo. Ahí, ahora, se escribe la ‘historia del hombre’.”

El texto de Sartre al que se hace referencia es el que el filósofo francés escribiera en 1961 como prólogo para el libro del filósofo nacido en Martinica (en aquel momento colonia francesa) Franz Fanon Los condenados de la tierra. Y en él dice cosas como las que siguen: “Ustedes (les dice a sus coterráneos), tan liberales, tan humanos, que llevan al preciosismo el amor por la cultura, parecen olvidar que tienen colonias y que allí se asesina en su nombre”. Sigo: “Hay que afrontar un espectáculo inesperado: el ‘striptease’ de nuestro humanismo. Helo aquí desnudo y nada hermoso: no era sino una ideología mentirosa: la exquisita justificación del pillaje”. Sigo: “El europeo no ha podido hacerse hombre sino fabricando esclavos y monstruos”. Más: “Nuestras víctimas nos conocen por sus heridas y por sus cadenas: eso hace irrefutable su testimonio. Basta que nos muestren lo que hemos hecho de ellas para que conozcamos lo que hemos hecho de nosotros mismos”. Y por fin: “Es el fin, como verán ustedes: Europa hace agua por todas partes. ¿Qué ha sucedido? Simplemente, que éramos los sujetos de la historia y ahora somos sus objetos”.

En el artículo de Amnistía Internacional se lee que, en lo que va del año ya han muerto más de 1600 africanos en el Mar Mediterráneo y sólo a lo largo de la semana pasada la cifra fue de 1100. Kate Allen, Directora de Amnistía Internacional Reino Unido, acotó: “El equivalente a cinco aviones de pasajeros llenos de gente se hundió el fin de semana pasado, y estamos sólo a inicios del verano. De haber sido turistas, en vez de migrantes, imaginen la reacción.” Alguien en Twitter dijo algo parecido, pero de manera más concisa y certera: “El impacto de 1000 muertos en el Titanic nos dura 100 años. Mil muertos en un barco patera un fin de semana. Tenemos neuronas clasistas.”

Europa, hoy, es el objeto de la historia, los sujetos están en la periferia. Europa ha vivido y crecido alimentándose (y sigue haciéndolo) de esa periferia; de África y de América. Lo menos que pueden hacer es demostrar algo de humanidad; algo de empatía con el resto de la gente que habita este mundo y que tiene tanto derecho a habitarlo y subsistir dignamente como ellos.

Nota: El libro de Franz Fanon fue publicado en 1961, en aquel momento los Estados Unidos se estaban consolidando como potencia mundial, pero no era lo que es hoy: la potencia hegemónica; así que eso que Sartre le decía a los europeos “Ustedes […] parecen olvidar que tienen colonias y que allí se asesina en su nombre.” Hoy habría que decírselos, también, a los Estados Unidos. Toda potencia colonizadora es responsable por las desigualdades económicas y sociales y, por ende, humanitarias. Nadie es inocente.