En octubre del 2012 escribí una entrada titulada Burocracia y humanidad, donde hablaba de lo que me producen ciertos trabajos fotográficos. Ya que el paso del tiempo me lo permite, copiaré el mismo texto de aquel entonces, ya que al releerlo veo que vale con exactitud a lo que quiero decir hoy. El texto es siguiente:
«Cada vez que me encuentro con una serie de fotografías en las que las personas –personas comunes y corrientes, como uno– son el centro de atención siento una fascinación que va más allá de la mera observación estética. La primera vez que me ocurrió esto fue cuando tuve la oportunidad de hojear el libro Portraits, de Steve McCurry. En él sólo encontramos doscientas páginas de retratos, los cuales fueron tomados por este genial fotógrafo en sus viajes alrededor del mundo (McCurry es el autor de esa inolvidable fotografía, la cual seguramente todos conocemos, de esa niña afgana en un campo de refugiados y que hoy es la imagen principal de National Geographic). Ese libro, como ningún otro, y sin necesidad de una sola palabra, me hizo sentir esa conexión absoluta con el resto de la humanidad toda. Algo similar sentí al ver esta fotos de estas personas en sus sitios de trabajo. No puedo evitar preguntarme ¿Cómo es su vida? ¿Cuáles son sus sueños, sus deseos, sus temores? ¿A quién aman, por quiénes son amados?
Schopenhauer, en un magnífico ensayo sobre «El fundamento de la moralidad», trata particularmente el tema de la trascendente experiencia espiritual. ¿Cómo es que, se pregunta, un individuo puede olvidarse de sí mismo y de su propia seguridad y ponerse a sí mismo y a su vida en peligro a fin de salvar a otra de la muerte o el dolor, como si esa otra vida fuese la suya propia, y ese peligro ajeno, el suyo? Alguien así, responde Schopenhauer, está actuando en el marco del reconocimiento instintivo de la verdad de que él y el otro son uno. Se mueve no por la impresión secundaria y menor de sí mismo como separado de los otros, sino por la inmediata experiencia de la más grande y cierta verdad de que todos somos uno en nuestro ser. El nombre que dio Schopenhauer a esta motivación es «compasión», Mitleid, y la identifica como la única inspiración de acción inherentemente moral.
Algo así es lo que me hacen sentir estas fotografías (téngase en cuenta que «compasión» vas escrito entre comillas porque, como todo término filosófico, no es exactamente a eso a lo que se refiere. Aquí podríamos sumarle la idea de «empatía». Ése termino se acerca mucho más a lo que intento describir), una profunda conexión con esas personas».
El trabajo que nos ocupa hoy perteneces a Jay Weinstein y lo realizó en sus viajes por la India. Pueden acceder a su sitio personal aquí., el cual se titula so i asked them to smile (así que les pedí que sonrieran). Como dije, lo que me provocan estas fotos es lo mismo que dije hace casi siete años. Hoy sumo una idea personal: ¿Por qué no hacer este mismo trabajo en la intimidad de nuestro entorno? ¿Cómo sería y qué sentiríamos al ver una serie de este tipo con los miembros de nuestra familia como modelos?
Una galería de fotografías del proyecto de Jay Weinstein. Para ver las imágenes en mayor tamaño, hacer clic sobre una de ellas.