
Oliver Wendell Holmes Sr., en su The Autocrat of the Breakfast-Table, de 1858 («El autócrata de la mesa del desayuno» —me encanta ese título—), nos deja una interesante reflexión: «Digo que el engreimiento es algo tan natural para las mentes humanas como lo es un centro para un círculo. Pero los pensamientos de las personas de mente pequeña se mueven en círculos tan pequeños que una conversación de cinco minutos te da el tiempo suficiente como para determinar toda la curva de su arco. En cambio, un arco en el movimiento de un intelecto grande no se diferencia sensiblemente de una línea recta. Incluso si tiene la tercera vocal como su centro [Se refiere a «I», el cual en inglés es el pronombre de primera persona; es decir «yo»], no lo traicionará pronto. El pensamiento más elevado es el más aparentemente impersonal y éste, obviamente, no implica ningún centro individual».
Las paráfrasis siempre son interesantes cuando son inteligentes, y la de Wendell Holmes me parece una de ellas. Ejemplificar un tema apelando a unas imágenes totalmente ajenas a ellas es una excelente forma de hacernos ver aquello que a veces se pierde en la bruma de las palabras abstractas. En síntesis, la imagen usada por Holmes en la siguiente:

Antes de que alguien se sienta ofendido (la nueva costumbre que a todos permite sentirse émulos de Einstein sólo porque sí), aclaro que la diferencia entre el círculo pequeño y el grande es la que destaca Holmes en el mismo principio de su texto: «engreimiento» es la palabra que él usa. El círculo pequeño es, entonces, el engreído que pretende ser el círculo mayor sin siquiera notar la diferencia; así que nada de racismos ni xenofobias ni nada por el estilo por aquí. Es sólo una cuestión de tamaño y quien quiera ser una línea recta, pues entonces que empiece a ensanchar sus horizontes.
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