Para María G. Vincent
quien sufre del síndrome
del nido vacío.
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Hace unos días María G. Vincent publicó su primer libro de poesía: Mientras la vida soñaba (quienes lo deseen, pueden pasar por aquí y leerla a ella misma hablando de él). Ahora, en su nueva entrada, leo que María nos dice: «Si, todo pasa, pero me quedó una sensación doble. De melancolía, porque el poemario Mientras la vida soñaba ya vuela por libre y de alegría porque lo compartí con muchas personas queridas y que disfrutaron con una bonita tarde de poemas, amistad, complicidad y ritmo». De la alegría nada diré, porque ella se basta a sí misma; pero de la melancolía por tener que dejar partir al niño en cuestión podría decir algo, pero no por mis propias palabras, sino que para ello usaré una de esas exageraciones de Slavoj Zizek que tan bien le quedan:
«Odio escribir. Odio tanto escribir… no puedo decirte cuánto. En el momento en que estoy al final de un proyecto, tengo la idea de que realmente no logré decir lo que quería decir, y que necesito un nuevo proyecto para decirlo, es una pesadilla absoluta. Toda mi economía de la escritura se basa, de hecho, en un ritual obsesivo para evitar el acto real de escribir». Slavoj Zizek en conversación con Glyn Daly.
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Lo dije, es una exageración, pero nadie exagera mejor que Zizek; así que bien podríamos tomar aquí lo que nos compete y conviene y dejar la exageración de lado. Tal vez lo que nos convendría a todos los que escribimos (en un blog, revistas o periódicos, los que tienen la suerte de llegar al libro, los que lo hacen en la soledad de sus habitaciones) es nada más que eso: obsesionarse con el acto de escribir porque, seamos sinceros, mal podríamos como Juan Rulfo o J. D. Salinger sentir que hemos dicho todo lo que teníamos que decir en dos libros y nada más. Creo que con mucha más modestia (y tal vez certeza) lo nuestro sea un constante querer decir sin llegar nunca a poder decirlo a la perfección. Así que, ante el niño que se va por el mundo a hacer su propio camino, no nos queda otra opción que volver a tomar una hoja de papel en blanco, sacarle una buena punta al lápiz y empezar de nuevo a decir otra cosa, o tal vez lo mismo; pero con ideas o metáforas nuevas. Pues todos estamos en esto porque sí y nada más; como bien lo dijo Kurt Vonnegut: «Las artes no son una forma de ganarse la vida. Son una forma muy humana de hacer la vida más llevadera. Practica un arte, no importa qué tan bien o mal lo hagas. ¡Es una forma de hacer crecer tu alma, por el amor de Dios!».
Pues eso, María, ¿qué más puedes pedirle a la vida?