Es bien sabido que don Adolf Hitler fue, es y será el ser más malvado que haya pisado la faz de la Tierra. Nadie como él para ejemplificar el mal por el mal en sí, para señalar los extremos del autoritarismo y, sobre todo, para ganar discusiones. Sobre todo esto último, claro, porque lo que todo el mundo quiere es tener la razón y el mejor modo de hacerlo ante la falta de argumentos es acusar al otro de ser un nazi o de compartir ideas con el monstruo alemán.
Quien mejor notó esto fue Mike Godwin allá por la última década del siglo pasado, cuando estableció la llamada «ley de Godwin» o «Regla de analogías nazis de Godwin» (la cual es un enunciado y no una ley; pero sigamos llamándola como se la conoce hoy en día), la cual establece que: «A medida que una discusión en línea se alarga, la probabilidad de que aparezca una comparación en la que se mencione a Hitler o a los nazis tiende a uno». Es decir, en toda discusión en internet, en algún momento uno de los contendientes acusará al otro de nazi o de émulo de Hitler.
Godwin formuló la ley (o enunciado) basándose en los protocolos de Usenet; pero bien podemos extender esta conducta a toda la red. No hay más que leer cualquier discusión virtual para notar que esto es así. Lo que podemos aprender de esto es la puesta en práctica de la Ley de Godwin: Cuando alguien llega a este punto del que hablamos antes, la discusión se termina. Eso es lo más inteligente que podemos hacer: cuando en algún debate alguien saca a relucir la palabra «nazi» o «Hitler» hay que dejar la cuestión allí, porque el contrincante ha demostrado su incapacidad para debatir con la altura necesaria (salvo, claro, que estemos discutiendo, precisamente, asuntos como la WWII, la política europea del siglo XX o cuestiones similares, por supuesto).

Todos los que no me agradan son Hitler – La guía infantil para la discusión política en línea
La red tiene, también, mucho de estupendo sarcasmo, y es así como encontré la imagen anterior, la cual remeda un libro infantil basado en la misma idea de la que venimos hablando. También encontramos una formulación muy anterior a la existencia de internet, la creada por el filósofo político judío alemán Leo Strauss, la llamada reductio ad Hitlerum (reducción a Hitler), argumentum ad Hitlerum o argumentum ad nazium, es decir, una falacia del tipo ad hominem, un ataque a la persona y no a sus argumentos.
De allí, entonces, que debamos salir corriendo ante la presencia de una persona que se comporta de esta manera al debatir cualquier tema; lo más probable es que nos encontremos frente a alguien que sólo conoce a dos tipos de personajes: Hitler y él mismo.