Thoreau, interpelándonos

ThoreauHay autores que se nos vuelven imprescindibles. Cada uno tendrá los suyos, claro está; cada cual obtendrá lo que busca de diferentes fuentes e, incluso, de diferentes maneras. Lo bueno de esto, también, es que si no nos quedamos quietos, esos autores nuevos aparecerán en el horizonte y nos acompañarán a lo largo de este nuevo camino. Otra cosa interesante es que esos autores imprescindibles en realidad sólo lo son por un rato y eso no está mal; eso significa que crecemos con ellos y que luego nos sueltan la mano para que sigamos camino solos. Ésa es la idea de todo buen maestro, después de todo.

Henry David Thoreau es uno de los últimos que ha llegado a casa y que se ha instalado cómodamente, con la intención aparente de quedarse por un buen tiempo. Ha sido más que bienvenido, claro está, y he aquí un par de citas —de las muchas, muchísimas que podría compartir— por las cuales se lo trata como a uno más de la familia.

 

«Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente; enfrentar solo los hechos de la vida y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar. Quise vivir profundamente y desechar todo aquello que no fuera vida… Para no darme cuenta, en el momento de morir, que no había vivido». La primera de ellas es casi personal, aunque puede (y debería) ser considerada en un sentido general. Simple, directa y necesaria. Por supuesto, nadie dice que hay que abandonar todo para irse a vivir al bosque, no hay que  ser tan dogmático; pero aplicar este modo de vida a nuestra realidad actual sí es posible. digamos que podríamos intentar el camino opuesto: ¿Por qué no transformar nuestra realidad en un bosque?

 

 

Henry David Thoreau (9)

 

«La ley jamás hizo a los hombres un ápice más justos; y, en razón de su respeto por ellas, incluso los mejor dispuestos se convierten a diario en agentes de la injusticia». El mejor ejemplo de este tipo de actitud lo tenemos, por regla general, en la religiones, donde personas con un buen criterio moral terminan haciendo lo incorrecto porque «Así lo manda la ley». Pero no es el único ámbito, por supuesto, en todos lados se cuecen habas, como dice el dicho popular. Hace un par de días, una mujer arroja a un ciego fuera del vagón del metro porque éste era exclusivo para mujeres. Pueden ver el video de sólo quince segundos aquí, a modo ilustrativo de lo que la gente entiende por «ley» en lugar de por «moral».

«¿Es la democracia, tal como la conocemos, el último logro posible en materia de gobierno? ¿No es posible dar un paso más hacia el reconocimiento y organización de los derechos del hombre? Nunca podrá haber un Estado realmente libre e iluminado hasta que no reconozca al individuo como poder superior independiente del que derivan el que a él le cabe y su autoridad, y, en consecuencia, le dé el tratamiento correspondiente». Por último, una cita que nos viene bien a todos, independientemente del país en que vivamos. La democracia, hoy, es un sistema que ha dejado de funcionar de manera adecuada, por lo tanto, es necesario modificarlo o, directamente, cambiarlo. Si Thoreau sabía esto hace ciento setenta años ¿Cuál es nuestra excusa ante nuestra ceguera?

 

Henry David Thoreau (1)-450

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Ser «Anti» no siempre es ser negativo

«Odio a los indiferentes. Creo que vivir es tomar partido. Quien verdaderamente vive no puede dejar de ser ciudadano ni de tomar posición. La indiferencia es abulia, es parasitismo, es cobardía, no es vida. Por eso, odio a los indiferentes. La indiferencia es el peso muerto de la historia. Es la bola de plomo para el innovador y la materia inerte en la cual frecuentemente se ahogan los entusiasmos más esplendorosos». Antonio Gramsci.

 Hace unos días tuve la fortuna de conocer a Fernando Esteban Lozada (Ex presidente y titular de relaciones interinstitucionales de la Asociación Civil Ateos Mar del Plata y organizador del IV Congreso Nacional de Ateísmo que se llevará a cabo el próximo 7 y 8 de diciembre), con el cual mantuvimos una agradable charla que duró un buen par de horas. Estuvimos de acuerdo en casi todos los puntos, inclusive en el cansancio que ya producen los inevitables debates o –por qué no usar el término– confrontaciones con los creyentes que uno se encuentra a lo largo de los días. Estuvimos de acuerdo en la necesidad de no ser excesivamente violentos en estas discusiones, ya que los ateos venimos con una carga de mala publicidad que a la menor muestra de énfasis o intransigencia se torna una herramienta todopoderosa en manos de nuestros contrincantes. Pero aquí yo me permití una salvedad. En mi caso en particular (éste es otro punto a tener en cuenta: los ateos no somos una masa indiferenciada de pensamiento) reconocí que, en determinados casos, abandono (y creo que se debería abandonar de manera terminante) todo límite de tolerancia. Hay situaciones en donde no se puede ser tibio ni condescendiente. Hay situaciones en donde se debe confrontar con todas las herramientas que uno posea y, si es posible, se deben conseguir más y mejores. Me refeiro, por ejemplo, a casos como los que siguen:

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Tres casos similares: padres que dejan morir a sus hijos porque prefieren rezar antes que llevarlos al médico. No se puede se condescendiente en estas situaciones y no me importa que me llamen fanático por mi postura ante casos como estos; y lo que digo no es ninguna exageración, las religiones y las personas religiosas tienen un estatus que los demás miembros de la sociedad no poseemos. Cualquiera de nosotros, si dejáramos morir a uno de nuestros hijos (bajo terribles padecimientos, como dice el titular del último recorte) seríamos juzgados y condenados por negligencia y abuso de un menor, pero quienes hacen lo mismo amparándose en el nombre de Dios son dejados en libertad.

Y hay muchísimos casos más que podrían seguir ilustrando esta entrada: los Testigos de Jehová que no permiten que se les realice transfusiones de sangre a sus hijos aun si esto les acarrea la muerte, los castigos a aquellas menores (generalmente niñas) «poseídas» por algún demonio, las delirantes mujeres que han escuchado la voz de Dios diciéndole que maten a sus hijos (y que lo han hecho, en otro momento hablaré de ello) o el fanatismo idiota del hombre que cortó su mano y la cocinó en un microondas porque ésta «tenía la marca del diablo».

Y ya he hablado, en su momento, de los bondadosos musulmanes. Pero como muestra, dejo sólo un recordatorio:

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Es en estos casos cuando mi ateísmo privado y silencioso quiere volverse antiteísmo liso, llano y directo. Antiteísmo y antirreligiosidad. No se puede permitir que el derecho a creer en lo que uno quiera se convierta en el derecho a decidir sobre la vida y la muerte de un inocente. Es por ello que incluí la cita de Gramsci que abre esta entrada. Porque aun hoy hay muchos –incluso personas que no son particularmente religiosas– que tiemblan ante la sola idea de enfrentarse a un creyente, por más ignorante o salvaje que sea su creencia pretendiendo que esos «son temas privados». Esa gente son los indiferentes de los que habla el autor italiano y; en mi caso particular los odio tanto como a los que dejan morir a sus hijos en el nombre de Dios o de quien sea.