Hay autores que se nos vuelven imprescindibles. Cada uno tendrá los suyos, claro está; cada cual obtendrá lo que busca de diferentes fuentes e, incluso, de diferentes maneras. Lo bueno de esto, también, es que si no nos quedamos quietos, esos autores nuevos aparecerán en el horizonte y nos acompañarán a lo largo de este nuevo camino. Otra cosa interesante es que esos autores imprescindibles en realidad sólo lo son por un rato y eso no está mal; eso significa que crecemos con ellos y que luego nos sueltan la mano para que sigamos camino solos. Ésa es la idea de todo buen maestro, después de todo.
Henry David Thoreau es uno de los últimos que ha llegado a casa y que se ha instalado cómodamente, con la intención aparente de quedarse por un buen tiempo. Ha sido más que bienvenido, claro está, y he aquí un par de citas —de las muchas, muchísimas que podría compartir— por las cuales se lo trata como a uno más de la familia.
«Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente; enfrentar solo los hechos de la vida y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar. Quise vivir profundamente y desechar todo aquello que no fuera vida… Para no darme cuenta, en el momento de morir, que no había vivido». La primera de ellas es casi personal, aunque puede (y debería) ser considerada en un sentido general. Simple, directa y necesaria. Por supuesto, nadie dice que hay que abandonar todo para irse a vivir al bosque, no hay que ser tan dogmático; pero aplicar este modo de vida a nuestra realidad actual sí es posible. digamos que podríamos intentar el camino opuesto: ¿Por qué no transformar nuestra realidad en un bosque?
«La ley jamás hizo a los hombres un ápice más justos; y, en razón de su respeto por ellas, incluso los mejor dispuestos se convierten a diario en agentes de la injusticia». El mejor ejemplo de este tipo de actitud lo tenemos, por regla general, en la religiones, donde personas con un buen criterio moral terminan haciendo lo incorrecto porque «Así lo manda la ley». Pero no es el único ámbito, por supuesto, en todos lados se cuecen habas, como dice el dicho popular. Hace un par de días, una mujer arroja a un ciego fuera del vagón del metro porque éste era exclusivo para mujeres. Pueden ver el video de sólo quince segundos aquí, a modo ilustrativo de lo que la gente entiende por «ley» en lugar de por «moral».
«¿Es la democracia, tal como la conocemos, el último logro posible en materia de gobierno? ¿No es posible dar un paso más hacia el reconocimiento y organización de los derechos del hombre? Nunca podrá haber un Estado realmente libre e iluminado hasta que no reconozca al individuo como poder superior independiente del que derivan el que a él le cabe y su autoridad, y, en consecuencia, le dé el tratamiento correspondiente». Por último, una cita que nos viene bien a todos, independientemente del país en que vivamos. La democracia, hoy, es un sistema que ha dejado de funcionar de manera adecuada, por lo tanto, es necesario modificarlo o, directamente, cambiarlo. Si Thoreau sabía esto hace ciento setenta años ¿Cuál es nuestra excusa ante nuestra ceguera?