Treinta años no es nada.

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Plazoleta Jorge Luis Borges, Mar del Plata, Argentina.

Hoy se cumplen treinta años del fallecimiento de Jorge Luis Borges y el homenaje o recuerdo (el agradecimiento, debería decir) se torna inevitable. ¿Pero qué decir sobre Borges? ¿Cómo alguien como yo puede atreverse a siquiera intentar decir algo sobre esa cima de la literatura y el pensamiento? La tarea me es imposible pero, como dije, el agradecimiento; sea cual fuere, debe tener alguna forma.

La imagen con la que abro esta entrada es la de un mural construido con mosaicos sobre el lateral de un edificio en mi ciudad, Mar del Plata. La obra es del dibujante argentino Miguel Repiso, más conocido como Rep. De él tenía guardados varios dibujos sobre Borges para subirlos en algún momento y hoy parece ser el día adecuado. la breve galería, a continuación:

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Ya lo aclaré más arriba: sin pretensión alguna de originalidad sigo con la inevitable transcripción de uno de sus poemas. Me pregunto cuál debería incluir para esta fecha en particular y me respondo que cualquiera sirve; es Borges, che ¿qué más se puede pedir? Me inclino, entonces, por Las cosas.

Las cosas

El bastón, las monedas, el llavero,
la dócil cerradura, las tardías
notas que no leerán los pocos días
que me quedan, los naipes y el tablero,
un libro y en sus páginas la ajada
violeta, monumento de una tarde
sin duda inolvidable y ya olvidada,
el rojo espejo occidental en que arde
una ilusoria aurora. ¡Cuántas cosas,
láminas, umbrales, atlas, copas, clavos,
nos sirven como tácitos esclavos,
ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
no sabrán nunca que nos hemos ido.

El tema de este poema me recuerda a Límites; (otra pequeña gema): la importancia de los objetos que nos rodean y lo poco que notamos su presencia y su utilidad. También, claro está, la necesaria relación de esos objetos con nuestra propia existencia y la metafórica imagen de nuestra paso por esta vida como si fuésemos tan solo un objeto más; una cosa entre las cosas, ese tema tan caro a Borges.

Treinta años y todavía está aquí. Tal vez en una futura edición de su Historia de la eternidad agregue una página explicándonos cómo lo hizo.

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Alfonsina y el mar.

Para Freny y Luis

Ayer por la tarde asistí a una lectura de poesía en el café Nómada, de Morelia. Allí, la bloguera amiga Shira Shaman leyó poemas de Rosario Castellanos, Cristina Peri Rossi y de Alfonsina Storni. Hoy me reuní con Freny y Luis, una pareja de amigos para compartir unos textos y una charla casual y, entre un tema y otro, Luis me cuenta de su fascinación por la vida de Alfonsina Storni y sobre todo, de la incógnita sobre la razón que la llevó al suicidio. El mito habla tanto de una desilusión amorosa como de un doloroso cáncer. Luis, con todo derecho y con delicado sentido estético, prefiere la primera opción. Ante la duda histórica, la mejor versión es la que más coincide con nuestra visión de la vida.

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Monumento a Alfonsina Storni, Mar del Plata, Argentina.

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No voy a entrar en demasiados detalles biográficos sobre Alfonsina (así, sólo Alfonsina, como se la llama en Argentina); estamos en la red y cualquiera puede encontrar abundantes datos con una rápida búsqueda virtual. Sólo basta saber que Alfonsina Storni fue una poeta argentina que vivió a principios del siglo XX, que tuvo una vida sumamente difícil (le tocó, como a todos los hombres, vivir tiempos difíciles; diría Borges refiriéndose a su padre; frase que bien podría ser parafraseada aquí), que sus penas de amor fueron profundas, que su maternidad fue compleja, que se suicidó arrojándose al frío mar de mi ciudad, Mar del Plata, un 25 de octubre de 1938.

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Playa La Perla; Mar del Plata, Argentina.

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Antes de salir de viaje recorrí aquellas playas —siempre solitarias en aquella época del año— y tomé varias fotos, algunas de las cuales son las que aquí les dejo. El azar, como siempre, hizo que esas fotos que me pidió una amiga (lo siento, nunca te las envié y me disculpo por ello) volvieran a mi memoria debido a esa coincidencia de dos amigos fascinados por una misma poeta y a un caminante que se encuentra con ellos con sólo un día de diferencia y a miles de kilómetros de casa.

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Playa La Perla (vista desde el monumento a Alfonsina Storni), Mar del Plata, Argentina.

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Un día antes de su suicidio, Alfonsina envió su último poema al diario La Nación, de Buenos Aires. La decisión ya había sido meditada y tomada con anterioridad (hay escritos de Alfonsina donde habla de la posibilidad del suicidio como salida última y definitiva a sus pesares) y, a pesar de ellos, la noticia tomó por sorpresa a la sociedad argentina de aquel entonces. El poema último de Alfonsina:

VOY A DORMIR

Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.

Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación; la que te guste;
todas son buenas; bájala un poquito.

Déjame sola: oyes romper los brotes…
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases

para que olvides… Gracias. Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido…

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Por último, dos notas marginales: 1) El título de esta entrada no es, como muchos ya habrán notado, algo original; de hecho, hace referencia a la canción compuesta por el pianista argentino Ariel Ramírez y el escritor Félix Luna. De las muchas versiones que se han grabado tal vez la mejor sea la que canta la gran Mercedes Sosa. Pueden escucharla aquí. 2) La melancolía tiene muchas formas de hacerse presente en nuestras vidas; recordar un sitio, un punto en particular es uno de ellos. Pero siempre hay alguien que nos brinda el apoyo necesario para no caer demasiado profundo en ella. Cuando tres personas deciden encontrarse frente a mesa de un café «para charlar un rato» y descubren que pasaron casi seis horas y que todavía hay temas y ganas de seguir, es porque allí hay algo que funciona bien. Gracias, entonces, Freny y Luis por una tarde magnífica.

Martes de borrachera plástica

El marte 14 fui a visitar el Museo de Arte Contemporáneo, el cual se  inauguró en Mar del Plata el pasado 27 de diciembre y al que por diversos motivos había pospuesto su visita. Fue una tarde de intensos  y esperados placeres. Mar del Plata es una ciudad de gran afluencia turística, es cierto, pero además cuenta con unos 800.000 habitantes; en pocas palabras: que ya era hora de que tuviese un museo de arte como corresponde (los que tiene son viejas casonas adaptadas para tal efecto, pero lo que hacía falta era esto: un espacio moderno, amplio y de gran superficie). La muestra con que se abrió el museo es una retrospectiva del arte pop argentino, el cual abarca, grosso modo, desde mediados de los 60´s hasta entrada la década del ochenta. La muestra es variada, de calidad y nutrida; pero insisto en que mi mayor alegría fue el espacio en sí. Saber que tenemos un museo de arte para todo el año (es algo típico que ciertas cosas se hagan en Mar del Plata sólo para el verano) fue una de las mejores cosas que me pasó el martes.

El segundo motivo de felicidad del mismo martes fue un encuentro con más obras de arte, pero esta vez fue algo accidental, un encuentro fortuito, no programado y, tal vez por eso, doblemente satisfactorio. Luego de salir del museo caminé una siete cuadras hasta el viejo Asilo Unzué, el cual está siendo restaurado, luego de décadas de abandono, por el gobierno nacional. Allí se está llevando a cabo una serie de eventos culturales orientados al grupo familiar, además de la presentación de stands de artesanos y pequeños productores. Mi hermana es una de ellas y pasé a visitarla y a compartir la tarde (no es por fanatismo localista, pero en esta época del año Mar del plata se pone bellísima. Además la tarde y la noche del martes estuvieron como para aplaudir de pie a la Madre Naturaleza. Mejor clima no se podía pedir). Para volver al tema del que nunca debí haberme ido, recorriendo las instalaciones que ya están habilitadas (falta mucho trabajo de recuperación por hacer todavía) me encuentro con que a las 19:30 hs. se iba a inaugurar una muestra de arte en una de las alas. Por supuesto, me quedé y lo bien que hice: la muestra era pequeña pero muy buena y, además, todos eran artistas locales, lo cual me pareció, sencillamente, maravilloso. Así que, además de nuevo museo, se le está dando lugar a los artistas locales. ¿Qué más puede pedirse para una tarde de martes?

De censura y democracia y Cortázar y León Ferrari

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Hoy se inauguró en Mar del Plata el IV Congreso Nacional de Ateísmo. Por cuestiones de trabajo no pude asistir a la inicio de las actividades, pero no me perdí el documental sobre León Ferrari con el que se cerraron las actividades de hoy. El documental se centró en los actos de vandalismo y censura que ocurrieron en el año 2004, con motivo de la muestra retrospectiva por los cincuenta años de actividad de ese artista inmenso que fue León Ferrari (quienes no conozcan su obra harían bien en buscarlas en la red. Hay mucho y bueno para ver, aunque siempre es recomendable hacerlo dentro de cierto marco de referencia, es decir, buscar las obras pero también leer algo al respecto). Uno de los más acérrimos opositores a la muestra fue el entonces Cardenal de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, hoy más conocido como el Papa Francisco. Lamentablemente, el documental no se encuentra en YouTube ni en ningún otro lado, ya que por razones de copyright (se incluyen en la cinta imágenes tomadas de la televisión y los responsables de dichos canales televisivos no autorizan su reproducción. La Santa Iglesia Católica sigue teniendo demasiado poder, incluso hoy), y esa fue una de las razones pro las cuales no quise perderme esta proyección: era hoy o nunca.

Más allá del interés por la obra de Ferrari (quien en el 2007 ganaría el León de Oro en la 52º Bienal de Venecia por su obra La civilización occidental y cristiana, y donde Ferrari, con acertada ironía, agradeció particularmente a Jorge Bergoglio por la publicidad que le había dado a su obra), uno sale rumiando el tema de la censura, de la intolerancia, del poder, de la estupidez (ésto último en referencia a los comentarios de religiosos, periodistas y políticos que se muestran en la película).

la-civilizacion-occidental-y-cristiana-1965-plastico-oleo-y-yeso-200-x-120-x-60cmLa civilización occidental y cristiana

León Ferrari, 1965

Ya camino a casa, y como todos los sábados, me detengo en un puesto de diarios y revistas y compro mi ejemplar de la revista Ñ. El tema central de este número son los treinta años de democracia en Argentina, pero me detengo en la columna editorial, escrita por Ezequiel Martínez:

«Ocurrió el 4 de diciembre de 1983. Oscurecía cuando Julio Cortázar salió de un cine sobre la avenida Corrientes, donde había ido a ver No habrá más penas ni olvido, basada en la novela de su amigo Osvaldo Soriano. Llevaba menos de una semana en Buenos Aires, casi de incógnito, después de una década de ausencia forzosa. Al salir del cine, la avenida estaba bloqueada por una manifestación a favor de los derechos humanos. Entonces sucedió lo que sigue, según el testimonio del periodista Carlos Gabetta en el libroCortázar por Buenos Aires, Buenos Aires por Cortázar de Diego Tomasi, que acaba de editar Seix Barral: “Había cantos, gritos, tambores, y en medio de esos sonidos se filtraba una especie de relámpago. Era el flash de la cámara de un fotógrafo que había reconocido la figura del barbudo escritor de casi dos metros. Entonces los flashes se multiplicaron, y la marcha se detuvo. Dice Gabetta: ‘Muchos empezaron a acercarse para saludarlo a Julio. Gritaban ¡Está Cortázar!, y se le tiraban encima. Empezaron a abrazarlo, a besarlo. ¡Julio, volviste!, le decían. Cantaban ¡Bienvenido, carajo! Entraban a las librerías a buscar libros de él, y se los traían para que él los firmara. Hasta hubo una persona que le trajo uno de Carlos Fuentes, porque no quedaban más de él. Yo lloraba, apoyado contra la pared del cine’”. 

Si me piden una escena que transmita el clima de efervescencia que se vivía hace exactamente tres décadas a partir de la recuperación de la democracia, me quedo con ésta. Hay muchísimas otras, por supuesto. Pero en el plano de la cultura, hundida durante tantos años en un pantano de censuras, listas negras, hogueras y prohibiciones, la imagen de Cortázar reconocido y abrazado por una muchedumbre, resume de algún modo el triunfo de la libertad y de la memoria sobre la torpeza de una dictadura ignorante.»

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Y entonces todo cobra un nuevo significado: la unión de una efeméride como la de los treinta años del fin de una dictadura monstruosa, la censura a un artista por pensar de manera diferente, el hecho de que hoy pueda llevarse a cabo un Congreso Nacional de Ateísmo sin que a uno lo quemen en la plaza pública, el hecho de que un documental no pueda ser exhibido libremente; todo ello nos dice que las cosas han mejorado, sin duda, pero que no es posible detenerse; de que es imprescindible e imperioso el tener una actitud de constante vigilancia y de constante activismo. No importa que haya muchos que prefieran quedarse dormitando frente a una pantalla o frente a un partido de fútbol o a cualquier otro sucedáneo. Uno sabe que debe hacer, sólo eso: hacer; y el tiempo dará sus frutos. Es una obligación moral para con los demás pero, sobre todo, para con uno mismo.

Despojarse de todo.

TV pillComo muchos de los amigos que visitan este sitio saben, hace poco más de un año que me separé y me mudé -o mejor dicho, volví- a Mar del Plata. Hace unos siete u ocho meses alquilé un departamento y, por fin, me fui a vivir solo. El punto es que el departamento estaba casi vacío, sólo tenía un futón y una heladera con sus buenos años encima. Por mi parte, yo había dejado todo atrás y me instalé con lo poco que poseía: algo de ropa (no toda) y un par de libros. Algunas personas se ofrecieron, amablemente, a ayudarme, ofreciéndome algún mueble o algo por el estilo; pero no acepté. No por desagradecido ni nada así, la razones era otras y muy simples: 1) Quería hacerme los muebles yo mismo (aun estoy en eso) y 2) no quería deberle nada a nadie. Eso último quizá suene algo pedante, pero la verdad es que uno se va quemando poco a poco con el actuar de la gente y a la larga, me dije, es preferible tener poco (o nada), pero ello es mejor que contraer deudas; y más aun tratándose de deudas «morales».
En fin, que el asunto era sencillo: dormía en el futón, comía sentado en él hasta que me cansé de cenar de esa manera incómoda y comencé a cenar parado, en la cocina, con el plato apoyado en la mesada y la mirada perdida en los techos de tejas rojas del vecindario. Estaba (y estoy) muy feliz con mi soledad y mis pensamientos y la gente lo entiende bastante bien. Por lo menos hasta que se enteran de que no tengo un aparato de televisión. Les doy mi palabra de que lo que voy a decir a partir de ahora no es una exageración ni un invento para poder escribir este post; pero les puedo asegurar que he visto mudar expresiones de manera instantánea; de rostros sonrientes a rostros incrédulos o preocupados; he sentido, de manera particular, el silencio que se hace –y que dura un par de segundos– antes de recibir una andanada de preguntas que varían muy poco: «¿Y qué mirás?» «¿Y qué hacés?» «¿Y no te aburrís?» «¿En serio?» «Naaa…. ¿en serio?» Peor es cuando les digo que no tengo TV, ni radio, ni equipo de audio. Ná de ná. Uno sólo se animó, o tal vez se le escapó, y me dijo lo que estoy seguro de que todos piensan: «Vos estás loco…»
Y tal vez así sea, pienso cada tanto. Pero si la cordura es lo que veo y escucho a mi alrededor («¿Viste? encontraron el cuerpo de…» «¡Pero a quién le ganaron ustedes… si el partido se lo regalaron…» «No se puede creer, adónde vamos a ir a parar…» «Ay, sí, tan mona ella… la modelo C anda con el empresario F. ¿Vos te pensás que es amor eso? Está por la plata, nena…») prefiero la soledad de mi pequeño y vacío departamento. Me quedo con la ventana (es un departamento muy luminoso, gran punto a favor), mi café, mis libros, mi bajo y yo mismo. Un tipo que posiblemente no esté muy bien de la cabeza; pero con el que me llevo bárbaro.

Sobre buitres y gaviotas

2012. A principios del mes de octubre, los fondos buitre lograron que el gobierno de Ghana retuviese al buque insignia de la Armada Argentina, la Fragata Libertad.

2013. Luego de extensas tratativas, el Tribunal del Mar (órgano judicial establecido en la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, firmada en 1982 en Jamaica. Tiene su sede en la Ciudad Libre y Hanseática de Hamburgo, Alemania), ordenó su liberación. El buque arribará hoy, alrededor de las 18:00 Hs. a ésta, Mar del Plata, mi ciudad.

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1982. Yo tenía, en ese entonces, diecisiete años. Un año antes yo había ingresado al cuerpo de Infantería de Marina y, al haber egresado como primero en el curso, fui premiado con un destino deseado por todos: la Fragata Libertad y su famoso viaje «alrededor del mundo» (En realidad, el viaje de la Fragata Libertad es, con diferentes puertos, pero en líneas generales, muy parecido: partida de Buenos aires, algún puerto de África, varios de Europa, cruce del Atlántico norte, EE.UU., algunos puertos de Sudamérica y retorno).

2012. Octubre, noviembre, diciembre. Alguna gente festeja el hecho de que el buque más conocido y apreciado de la pobre Armada Argentina haya caído bajo el poder de inescrupulosos financistas internacionales, de esa clase de personas que no tienen ni tendrán nacionalidad alguna;  que buscan países en estado de guerra o de crisis económicas graves para exprimirlos más y más una vez que éstos comiencen a intentar recuperarse.  Y aquí, ciertos periodistas, muchos políticos que en las últimas elecciones no lograron ni el diez por ciento de los votos, mucha gente de a pie que no quiere a un gobierno electo por mayoría (con el 54% de los electores, mientras que el segundo apenas logró el 16,8%), se alegraban por el supuesto traspié del gobierno.

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1982. Ése fue un año importante para mí. Fue un año de descubrimientos, de aprendizaje, de profundos recuerdos. Fue el año del viaje, como se lo llama tradicionalmente; aunque no fue tan extenso como los de costumbre; de hecho, ése año la fragata realizó el viaje más corto de su historia. Quince días antes de partir, se declaró la Guerra de Malvinas, por lo tanto el viaje, como es obvio, fue suspendido. Primer aprendizaje: gran parte del personal de marinería, máquinas y electricistas fue transferido al Crucero General Belgrano, el que fue hundido en 2 de mayo. Sólo regresaron cuatro. Terminada la guerra, zarpamos en un viaje corto, alrededor de Sudamérica. Segundo aprendizaje: el primer puerto al que arribamos fue el de Recife, en Brasil. Yo aun no había conocido, como suele decirse, el amor de una mujer. Bueno, tampoco lo conocí allí, pero ustedes entienden. Tercer aprendizaje: amigos, sobre todo dos, Pablo y Domingo. En cada puerto salíamos juntos a recorrer y conocer todo lo que estuviera a nuestro alcance: personas, playas, atracciones turísticas, bares, otros barcos, lo que fuese, lo que estuviese a nuestro alcance.

2013. 9 de enero. Cambié mi día libre para poder ir a ver el arribo de la Fragata Libertad. Se ha organizado un gran acto de recepción, con música, números artísticos y toda la parafernalia de ocasión. ¿Es para tanto? Creo que sí. Muchos critican todo lo que se ha organizado con el argumento de que el gobierno lo utilizará políticamente. Quizá así sea, pero eso es lo de menos. Cuando veo que las críticas provienen de ése mismo lugar desde donde se celebraba la apropiación ilegal de nuestro buque insignia, desde donde se llegaron a hacer pedidos que ya no rozaban sino que se sumergían en el ridículo mismo (baste como ejemplo: en el Facebook de un militar de nombre Juan Carlos Juarez Gagliardi, éste escribe una supuesta carta abierta  al  Comandante de la fragata Libertad donde relaciona el conflicto como si se trata de un buque de guerra en guerra y le propone una solución militar negándose a entregar al buque. Zarpando, incendiando o hundiendo la nave. Lo hace responsable de no hacerlo, insulta a la clase política y llama a un cacerolazo contra el gobierno), entonces me digo que allí tengo que estar. No sólo porque significa algo importante para mí, sino para ser uno más en el enorme número de los que nos negamos a ver de rodillas a nuestro país. Nos guste o no el gobierno de turno.

Nadie ama a su patria
porque sea grande,
sino porque es suya.
Séneca