Hace un par de días alguien, al ver que me hablaba pero que yo no la escuchaba, me toca el hombro y me pregunta ¿Por dónde andas? “Por la playa” fue mi respuesta y ello nos llevó a dialogar sobre cuáles son los sitios donde solemos evadirnos cuando queremos relajarnos o cuando el entorno se hace demasiado aburrido u opresivo. Mi interlocutor prefiere las montañas, cuanto más altas, mejor. Yo, de manera inevitable, me voy al mar. No es casualidad que cada uno haya elegido el entorno en el que ha nacido; por eso (y por muchas otras cosas más), para mí el mar (El Mar, con mayúsculas de nombre propio; La Mar, con dejos poéticos) será siempre mi refugio, mi sitio de calma, mi eterno retorno.
De Fernando del Paso poseo un pequeño volumen que reúne varios textos de diferente estilo e intención. Al final de él hay una serie de poemas relativos al mar que lleva por título PoeMar. De él dejo este
El verano
Te surco, arpono, enfilo, te requiebro
y en mar candente te convoco y llamo:
te quiero a solas en mis olas, clamo
tus ojos, sombra, boca, tu cerebro.
Te bogo, nado, te buceo, enhebro
……………………..en pespuntes tu orgasmo. Prendo
……………………..inflamo
tu pezón más orondo. Beso, lamo
tu muslo más rijoso, lo celebro
con lengua que suspiras y que imploras.
Y te espumas, mareas, bulles, ardes,
te derrites, licúas en mis manos,
y en mi remo te encajas, bramas, lloras,
en oleadas de noches y en las tardes
más soleadas de todos los veranos.