Hay gente que no tiene límites, eso no es ninguna novedad; y tampoco es ninguna novedad que esa gente suele llevarse bastante bien y que se entienden a la perfección, sobre todo cuando se trata de aprovecharse de otro. Claro, el asunto es más fácil cuando ese otro en cuestión está muerto, así ni siquiera tienen que molestarse en un desmentido, en una aclaración o en una rectificación. Algo de esto sucedió hace pocos días en la ciudad de La Plata, en Argentina. Allí se organizó una mesa redonda «En el marco de una iniciativa ecuménica iniciada por Benedicto XVI y continuada por el papa Francisco, donde el académico Pedro Barcia, el cardenal Gianfranco Ravasi, la periodista María Eugenia Estenssoro debatieron sobre la dimensión espiritual del escritor argentino [en referencia a Jorge Luis Borges]». En síntesis: el asunto era hacer de Jorge Luis Borges algún tipo de ser espiritual ad hoc, algo que a Borges le resultaría más espantoso que su ceguera o que un laberinto de espejos eternos. Borges fue un agnóstico/ateo que si bien usó la imagen de dios en muchas ocasiones, siempre fue en beneficio del relato, es decir en sentido estético, nunca místico ni metafísico.
«La mesa redonda formó parte de «El atrio de los gentiles», una iniciativa nacida en el Vaticano, que comenzó con el papa emérito Benedicto XVI, que es continuada por el papa Francisco, y que ya se realizó en diversas ciudades de Europa y América». Dice el artículo del diario argentino La Nación y esa sola frase muestra, una vez más, que la estupidez y la ignorancia general es tan profunda y abarcadora que una iniciativa vaticana manipuladora, una mesa redonda como la que acabo de describir y un artículo como este se lleven adelante sin que nadie diga absolutamente nada o, peor aún, que se lo considere como algo digno de reconocimiento.
No podía faltar, por cierto, la ex secretaria y viuda de Borges, la inefable María Kodama, quien desde la muerte del escritor se ha dedicado a hacer dinero de cualquier modo que estuviese a su alcance, llegando a publicar aquellos textos que el mismo Borges se negó a hacerlo en vida y quien siempre dijo que nunca debían ser publicados. Con amigos así…
Y luego tenemos al mayor de los cínicos de esta mesa redonda: el cardenal Gianfranco Ravasi, representante del Pontificio Consejo para la Cultura, quien expresó que siempre le atrajeron «esas preguntas que formulaba Borges, acerca de por qué el universo es fluido y cambiante», por lo que «uno se siente capturado por esa telaraña de su suave escepticismo, de su farragoso enciclopedismo y de su ecumenismo ecléctico». Para empezar, el escepticismo de Borges no era «suave», su enciclopedismo no era «farragoso» (Farragoso: «Que es poco claro e incluye cosas o ideas superfluas y desordenadas que lo hacen confuso y pesado»; y lo que revuelve el estómago hasta la náusea es cuando este mediocre manipulador habla de «ecumenismo ecléctico» (Ecumenismo: «Movimiento que promueve la unidad entre todas las iglesias cristianas»; y Ecléctico: «Que en su manera de pensar o de actuar adopta una posición intermedia o indefinida, sin oponerse a ninguna de las posiciones posibles»). ¿Cómo se atreve este degenerado a tergiversar de tal manera las ideas, la obra y la conducta de un hombre que mantuvo siempre una línea de pensamiento y una capacidad artística que ha llegado a marcar un hito en la historia del arte universal? ¿Cómo es que nadie dice nada al respecto y se acepta que se digan estas tonterías sin que el ambiente literario y artístico se haya pronunciado en contra de esta vergonzosa manipulación?
Una siempre hipócrita iglesia católica, una viuda codiciosa, un académico con muchas ganas de figurar en primera plana y un hombre muerto que nada puede hacer para desenmascarar un circo patético; eso es todo lo que hay y es todo muy triste. No cabe duda de que vivimos en la época de las mentiras tenaces y perennes y nada nos hace suponer que esto vaya a cambiar pronto.