Cuando gobierna la edad media

Silvano Aureoles Conejo

«El gobierno del estado de Michoacán, en México, se encuentra en el centro de de una polémica». Algo así puede leerse, con las variantes del caso, en los titulares de esta parte del mundo. El tema es el de la punibilidad a las mujeres que se sometan a un aborto, tema que causa escozor en estratos varios de la sociedad, sea del país que fuere. Pero el punto es que pude leer el artículo de la ley que se está discutiendo y mi asombro y disgusto me obligan a compartir lo que pienso de este asunto. Veamos el artículo en cuestión:

Artículo 288. Se impondrán de seis meses a un año de prisión, a la madre que voluntariamente procure su aborto o consienta en que otro la haga abortar, si concurren estas tres circunstancias: I. Que no tenga mala fama; II. Que haya logrado ocultar su embarazo, y III. Que éste sea fruto de una unión ilegítima. Faltando alguna de las circunstancias mencionadas, se le aplicarán de uno a cinco años de prisión.

En síntesis: no sólo se pena al aborto, sino que se manejan conceptos como «mujer de mala fama» (si es una de ellas la pena va de un año a cinco años, si no se es una mujer de «mala fama» la pena es de seis meses a un año) o «unión ilegítima» (la unión legítima es, como todos saben, la unión glorificada por el estado y la iglesia; todas las demás, son «ilegítimas»).

Me tomo un minuto para verificar que estoy viviendo en el Siglo XXI; temo que algún demonio maligno me haya tomado en sueños y me haya transportado al siglo XIV o algo así. Cuando todo el mundo sabe que el penar el aborto no es la solución al problema, sino que es una decisión que complica el asunto, además de ser moralmente inaceptable; en el estado de Michoacán se vuelve en el tiempo y se estigmatiza a una persona que, en muchos casos, es una víctima. (Aclaración necesaria: si bien el artículo 289 despenaliza al aborto cuando éste es fruto de una violación, nada se dice para los casos en los que el feto pueda tener deformidades genéticas).

El aborto es tema por demás complejo; no soy de los que promueven un «aborto libre como si fueran caramelos», pero creo que penalizarlo no es la solución; mucho menos, claro está, manejar conceptos como los que detallé más arriba. ¿Quién es el gobernador o un mero político para determinar conceptos morales? ¿Y quién determina, entonces la moral del gobernador?

Después me preguntan por qué me opongo a la religiones y a su injerencia en los asuntos públicos…

 

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Zona Arqueológica Zirahuato

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De regreso de nuestra visita al santuario de las mariposas Monarca, nos encontramos en el camino con las ruinas de Zirahuato, las cuales no conocíamos ninguna de las cinco personas que íbamos en ese viaje. Claro está, ya que andábamos por allí nos desviamos unos pocos kilómetros hasta ellas.

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Las ruinas de Zirahuato no son muy extensas; en realidad se reducen a dos pirámides de distinto tamaño y poco más; las cuales se localizan en la vertiente sur del Cerro Zirahuato, desde la que se domina el valle de del mismo nombre. Se supone que desempeñaba una función estratégica para la vigilancia del paso de grupos provenientes tanto del centro de México, vía Toluca, como de los que transitaban desde el centro de Michoacán vía Tuxpan.
La sensación que se tiene al adentrarse en las ruinas es por demás curiosa; por un lado esto es debido a que se ingresa por lo que parece ser la parte central de la mayor de las pirámides y que en realidad es la plaza; por debajo de ella, siguiendo la ladera de la montaña, hay una ancha y extensa escalera de piedra, lo que hace parecer a la pirámide como mucho más grande de lo que es en realidad. El efecto psicológico es efectivo, sin duda. Desde la parte inferior de esta escalera uno tiene la sensación de estar viendo una pirámide enorme, cuando en realidad lo que se está observando es la cima de la montaña coronada con una pirámide de mediano tamaño.
Por otro lado, la segunda sensación que se apodera del observador es la increíble profundidad y belleza del valle de Zirahuato, el cual se abre unos trescientos cuarenta grados por todo alrededor (tan solo una montaña oculta una pequeña parte del paisaje; de los contrario la vista abarcaría toda la zona central de lo que hoy es el estado de Michoacán).

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Como dije hace poco tiempo, al hablar de Mil Cumbres (estamos dentro de la misma zona, sólo que un poco más lejos; incluso la ruta que tomamos fue la misma), es una pena que las fotografías no logren transmitir lo que veíamos desde la cima de esa montaña y de esa pirámide. Por un momento quienes estábamos allí imaginamos todo lo que veíamos cubierto sólo por el bosque que debería haber en aquella época; lo cual sólo acrecentó la sensación de maravilla del paisaje y del entorno.

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Parte de «mi» colección de petroglifos

Dije que ninguno de los que allí estábamos conocía de estas ruinas. Al volver a Morelia buscamos más información y encontramos otros muchos sitios arqueológicos que todavía no hemos visitado. Michoacán y México no dejan de depararme sorpresas.

Rodeado de mariposas (II)

16832105_1890685504476363_3721053779055840556_nAyer dije que la visita que hice no fue todo lo espectacular que esperaba, pero eso fue en un todo culpa mía; me habían contado tantas maravillas sobre su vuelo y había visto unas imágenes tan hermosas en diferentes sitios de la red que sólo fui con esa idea en mente; y eso, como se sabe, es un grosero error. La naturaleza no está allí para satisfacer nuestras necesidades, sino para hacer lo que sabe y debe hacer. Pero también dije que de ninguna manera podía decir que lo que vi allí no fue algo maravilloso.
20170219_110253De los altos pinos que nos rodeaban por doquier pendían racimos de mariposas que esperaban a que apareciera el sol para iniciar su vuelo. Hasta donde la vista se perdía los pinos rebosaban de grupos cerrados que a la distancia parecían panales o extraños frutos gigantescos. Cuando el sol apareció vimos a la distancia a un grupo que comenzó a volar en lo que parecía una coreografía fantástica. Poco a poco algunas se acercaron a donde nos encontrábamos y pudimos verlas frente a nosotros deteniéndose unos instantes en una hoja o en una rama para iniciar de inmediato su vuelo. Cuando el sol desaparecía también lo hacían ellas de manera casi inmediata; sólo alguna que otra quedaba dando vueltas por sobre nuestras cabezas por unos instantes más.

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Desde mediados a fines del mes de marzo las mariposas monarca comienzan su regreso a Canadá. Tal vez tenga la oportunidad de volver a visitarlas y, si el dios sol se aviene a hacerme el favor de aparecer en todo su esplendor, tal vez tenga la posibilidad de guardar en mi interior una de esas imágenes que uno sabe que nunca va a poder olvidar.

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Rodeado de mariposas (I)

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La Reserva de la Biosfera de la Mariposa Monarca se encuentra al este del estado de Michoacán y parte del oeste del Estado de México. Llegar hasta allí desde Morelia implica unas tres horas de ruta sinuosa. La reserva fue creada para proteger el entorno natural y hábitat de la mariposa monarca y fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2008. Me hacía mucha ilusión saber que iba a visitar la reserva y tal vez eso me jugó un poco en contra. La visita no fue tan espectacular como lo esperaba, pero de ninguna manera puedo decir que no fue maravilloso el haber estado allí. Las mariposas, en esta16831957_1890685871142993_5593796591494910125_n época del año, vuelan por miles a lo largo y ancho del enorme santuario; pero sólo lo hacen cuando el sol está a pleno, cuando la luz y el calor se filtran en el cerrado bosque michoacano. El día en que pude ir, por otra parte, estuvo nublado y frío, con eventuales apariciones del sol; y allí sí que pude verlas desplegar su encantador vuelo (ver volar una mariposa tal vez no sea gran cosa; ver volar a miles en el mismo sitio es algo que una de esas cosas que no se olvidan tan fácilmente).
Llegamos al parque por la mañana temprano y subimos los casi tres kilómetros hasta el Santuario el Rosario (en total son cinco) en silencio. Las nubes cubrían el cielo (lo cual no es extraño si pensamos que nos encontrábamos en una montaña a unos 3000 metros de altura) y al comenzar la caminata también soportamos una ligera lluvia, la cual no duró
demasiado. Entre los muchos datos que sorprenden, tal vez el mayor sea el saber que las mariposas Monarca realizan un viaje migratorio de alrededor 16649434_1890685547809692_2411371478049313498_nde 4000 kilómetros entre Canadá y esta precisa zona mexicana, donde los bosques de Oyamel (una variedad de pino de tronco delgado y notable altura) les brindan la protección que necesitan.
A lo largo de la subida hay carteles informativos sobre el ciclo de vida de las mariposas; fue allí que me enteré de que las mariposas que llegan aquí son las que para hibernar durante unos tres meses.
forman la llamada Generación Matusalén. Cuando se acerca el otoño, en los sitios de Canadá y Estados unidos donde vive esta mariposa, surge esta generación especial que se caracterizará por su largo período de vida. A diferencia de sus padres, abuelos, bisabuelos y tatarabuelos que tendrán vidas efímeras (de cuatro a cinco semanas) las mariposas migratorias vivirán hasta ocho meses y serán quienes realicen el viaje de miles de kilómetros de largo.

Mil cumbres

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El paisaje desde Mil cumbres, quita el aliento. Montaña tras montaña tras montaña. Allí abajo los valles entre cada cadena y nosotros en la cima de otra montaña que sería vista desde lejos tal vez como una sombra más o menos lejana. La casa donde estábamos tenía una vista de ciento ochenta grados; es decir que veíamos todo el paisaje desde el norte hasta el sur, con el oeste frente a nosotros. Almorzar con esa vista fue algo magnífico y debo reconocer que fui el último en sentarme a la mesa, ya que cuando el dueño de casa, al poco tiempo de llegar, nos invitó a sentarnos, yo agradecí la atención pero me quedé parado donde estaba. Lo único que quería era mirar y mirar y mirar.

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A media tarde dimos un paseo por el bosque, haciendo crujir las hojas secas de pino a nuestro paso. Nos volvimos niños en los columpios que Alfredo tiene colgados de altísimos árboles y visitamos su pequeña casa, en la parte trasera de la misma montaña. Al caer el sol nos preparamos para irnos, pero por suerte no lo hicimos de inmediato, sino que estuvimos por allí casi una hora más. Eso fue suficiente como para poder ver uno de los atardeceres más bellos de los que tenga memoria. Sé que las fotografías que tomé no alcanzan a transmitir lo que tenía frente a mis ojos (en ese sentido, toda belleza es inefable), aun así, tomé varias, al menos para poder recordar a partir de ellas. Luego guardé la cámara y me dispuse a ver, sólo ver en silencio (y eso en la medida de lo posible, ya que parece que la gente no puede permanecer en silencio por demasiado tiempo y las conversaciones se sucedían una a otra, inevitables). A medida que el sol se iba poniendo, las cadenas montañosas se iban tiñendo de una degradé más o menos oscuros según la distancia. Venus apareció hacia el norte, más brillante que nunca (y esto según yo, que suelo verlo desde una ciudad. Venus, allí, siempre brilla de manera notable).

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Cuando ya los últimos tonos de rosa y naranja se perdían definitivamente bajo el horizonte, regresamos.

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Áporo, Michoacán

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Otra semana de talleres en la Caravana Cultural, otra semana recorriendo el maravilloso interior de México y sus localidades pequeñas, sencillas, humildes, abiertas, tranquilas. En Áporo, por cuestiones logísticas, dictamos los talleres para niños en lugar de hacerlo para adultos de la tercera edad y fue algo maravilloso poder trabajar con niñas, niñas que sólo querían cantar y tocar música. Cada día estaban en la biblioteca pública antes que nosotros y saltaban de alegría al vernos llegar. Como añadido a las clases de música tuve que enseñarles imágenes de mi ciudad, Mar del Plata, y también del recorrido que realicé al tiempo que respondía las preguntas que se amontonaban en las bocas de todas ellas. Tengo todavía prendidos los abracitos que me dieron al despedirse y su pedido de que volviéramos, así les enseñábamos más canciones para cantar a coro.

Áporo viene después, pero sólo porque es tan tranquilo, limpio y lo mantienen tan prolijo y cuidado que parece más bien un pequeño decorado. El reloj de la iglesia toca, a las seis de la madrugada, las mañanitas; al mediodía, el Ave María; y a las seis el Gloria. Alrededor de la plaza se encuentran los inevitables puestos de comidas y de verduras, pero aquí son pocos y no hay pregones ni restos tirados en las calles.

Nos alojamos en un rancho en las afueras del pueblo. El Rancho Arcoiris está ubicado en la ladera de una montaña boscosa y tiene, además de una tranquilidad infinita, unas enormes piscinas donde se crían truchas y sembrados de maíz desde la parte de detrás de las cabañas hasta la ruta. En este sitio llueve todos los días por la tarde de manera inevitable y precisa. Algunos días llueve mucho y otros llueve más. De todos modos, con paciencia pude, una tarde y entre dos lluvias, salir a caminar por los bosques circundantes. A lo largo de una hora de caminata sólo me crucé con dos automóviles y nada más. Ni un animal, ni una persona, nada. Sólo un viento ligero y la lluvia que se acercaba. Volví a tiempo a la cabaña para la segunda sesión de agua y truenos. Al caer la noche encendí el fuego de la chimenea y cenamos conversando, como suele hacerse cuando no hay TV ni internet ni señal de teléfono. De Áporo me llevo el verde omnipresente, el sonido de la lluvia casi constante y las voces de las niñas cantando. ¿Qué más?

Para ver las fotos en mayor tamaño, hacer clic sobre una de ellas.