La calma como revolución

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No sé a quién pertenece la cita siguiente; recuerdo que la copié de un video, pero no copié el nombre del autor o de quien lo dijo en su momento. Sea como fuere, aquí lo dejo porque vale la pena y porque, más allá de quien sea su autor, estoy seguro de que lo que quisiera sería que sus palabras lleguen a la mayor cantidad posible de lectores. Aquí, entonces, esta cita (por ahora) anónima:

«El mundo está diseñado para que constantemente nos sintamos deprimidos. La felicidad no es muy buena para la economía. Si fuéramos felices con lo que tenemos ¿para qué necesitaríamos más? Entonces, ¿cómo hacer para vender una crema antiarrugas? Pues haces que la gente tenga miedo a envejecer. ¿Cómo se logra que las personas voten por determinado partido político? Haces que tengan miedo, por ejemplo, de los inmigrantes. ¿Cómo haces para que la gente compre seguros? Haces que tengan miedo de todo. ¿Cómo haces para que se sometan a cirugía plástica? Destacas sus flaquezas físicas. ¿Cómo haces para que la gente vea determinado programa de televisión? Haces que se sientan pena por habérselo perdido. ¿Cómo haces para que compren el nuevo modelo de smartphone? Haces que se sientan que están siendo relegados.

Estar en calma se convierte en un acto revolucionario. Estar feliz con nuestra existencia sin actualizaciones constantes. Sentirnos cómodos con nuestra desordenada —pero nuestra— humanidad, no es algo bueno para los negocios».

Hay veces en que el acto más revolucionario es, simplemente, saber decir «No» a tiempo.

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El delito de la lectura

Los fascismos temen, como todos bien sabemos. No hay nada más asustadizo que un fascista y, como bien nos lo señaló Bertold Brecht, no hay nada más peligroso («No hay nada más peligroso que un burgés asustado», dijo; y si cambiamos «burgués» por «fascista» la frase es igualmente válida). Encontré una prueba de esto en la siguiente imagen, la cual me llegó hace unos pocos días. En ella podemos ver un folio legal que dice:

«En registro efectuado por las fuerzas del Orden Público, en el domicilio de Paulino Martinez Taboada, le han sido encontradas dos tomos de «ASÍ HABLABA ZARATUSTRA» y manifestándome dicho Delegado que el expresado individuo se halla detenido en la Carcel de este partido á su disposición, le adjunto los expresados libros á los efectos procedentes.

                                                Acuseme recibo.
!!Viva España!!
Vigo 24 de Agosto de 1936
El comandante Militar.»

 

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Debo reconocer que sentí no poco placer al ver que los libros que tanto peligro entrañaban para las autoridades no eran otros que dos ejemplares de Así hablaba Zaratustra. También entiendo el carácter de su miedo, el cual no es otro que el miedo eterno de todo fascista: el miedo al pensamiento libre.

Esta fotografía me pareció toda una declaración de principios. Aún el resto de la página, la parte que se encuentra en blando, nos está diciendo algo.

 

Un miedo personal.

Hong Kong 02

Hace muchos años recorría con un amigo una carretera cerca de Weston, EE.UU., cuando a un lado de esa carretera aparece una nueva zona residencial como salida de la nada. Las casas eran bonitas, pintadas con cuatro colores diferentes, muy ordenadas con su jardín delantero y su entrada para un automóvil. Mi amigo dijo algo que siempre recuerdo por lo certero de su pensamiento y por lo lúcido de la exposición: «Yo no podría vivir en un sitio así. Me parece que pasado cierto tiempo todos los que viven acá terminan pensando igual». Creo que tenía mucha razón. Vivir en un sitio así hace que uno tenga que pagar la hipoteca de  esa casa y, como esos barrios siempre están alejados del centro, se hace necesario comprar un automóvil o quizá dos. Luego, la obligación de un trabajo formal, soportar a un patrón aunque se lo odie, y no pocas veces vivir con alguien a quien ya se dejó de querer pero que se vaya ella; yo soy el que pago por la casa o lo contrario que se vaya él, yo me quedo con los niños… La idea general corre por esos carriles y es aquí donde entra la idea con la que comencé a escribir esta entrada: si hay algo que me da miedo es lo masivo. Las grandes masas de gente me atemorizan; pero mucho más lo hacen estos centros urbanos gigantescos. Siento que me falta el aire, que me sofoca tanto concreto y, sobre todo, tanta uniformidad. Cuando me encuentro en un sitio así siento una especie de vago horror al ver las luces de las TV´s encendidas por las noches y cómo se van oscureciendo esos departamentos uno a uno tornando todo en un decorado oscuro, apagándose como almitas que se olvidan de sí mismas ¿Qué sueñan esas personas? Me pregunto una y otra vez y creo escuchar la voz de mi amigo diciendo «No te preocupes por eso; todos piensan lo mismo, todos sueñan lo mismo».

Una galería de sitios alrededor del planeta. Para ver las imágenes en mayor tamaño, hacer clic sobre una de ellas.