Jorge Luis Borges, en uno de sus últimos libros (La cifra, 1981), publicó un poema titulado La prueba:
Del otro lado de la puerta un hombre
deja caer su corrupción. En vano
elevará esta noche su plegaria
a su curioso Dios que es tres, dos, uno
y se dirá que es inmortal. Ahora
oye la profecía de su muerte
y sabe que es un animal sentado.
Eres, hermano, ese hombre, agradezcamos
los vermes y el olvido.
¡Genial! Cuando lo leí hice lo que suelo hacer cuando un texto me asombra: dejando mi índice como señalador vuelvo a mirar la portada del libro como para cerciorarme de que es verdad que quien escribió eso es quien creía que era. Y sí, era Borges. Volví a leer el poema con una sonrisa en mi rostro. Era la primera vez que encontraba en un poema a alguien sentado en el baño. Digámoslo sin más vueltas: era la primera vez que en un poema encontraba a alguien cagando. Y no sólo eso, sino que además, a partir de allí se extrapolaba toda una visión metafísica que bien le hubiese gustado a Nietzsche: poematizar a martillazos, por así decirlo.
Marginalia: es bien conocida la obra del artista italiano Piero Manzoni Merda d´artista, la cual traigo aquí sólo de pasada, ya que su función e intención era bien otra. De todos modos, no está de más recordar que en materia de ideas escatológicas, la mierda ha sido un material bastante maleable. Pero como creo que la palabra, por lo general y en este caso en particular, es mucho más fuerte que la imagen, vuelvo a ellas y, otra vez, a la poesía.
Hace poco estábamos cenando con unos amigos en casa del amigo, maestro y poeta José Agustín Solórzano y yo hice referencia al poema de Borges diciendo, precisamente, que no conocía otro caso igual, lo cual no me dejó bien parado. José Agustín enseguida sacó de la biblioteca su volumen Versos, moscas y poetas (digo que no quedé bien parado porque yo había leído el libro y no tomé debida nota del poema) y a continuación nos leyó:
(Escribir en un baño público cualquiera)
¿Acaso podría hacerse un poema
en el que el protagonistano hiciera
otra cosa más que repetir interminables
ve-ces la palabra caca?
—no lo sé—
si yo digo caca, querido lector
¿qué digo? ¿un bisílabo maloliente?
¿un producto fecal de mi imaginación?
no digo que esto es o debería ser un poema
digo que ese organismo autosuficiente
recién salido del vientre materno
arrojado al infinito torbellino del destino
tiene el derecho de ser observado
como se aprecia una pintura de Van Gogh
una rosa…
si yo digo caca, mi estimado amigo
no quise decir nada, si así lo desea
sustituya esa palabra por otra que sea de su agrado
por ejemplo: Sol, pipí, vagina o cartílago
no importa, porque si yo digo caca
estoy diciendo caca y sólo caca
caca, caca… ca-ca
disculpe la molestia que le he ocasionado
si es usted de los que padecen
la buena lectura y la afición
por las palabras esdrújulas y bajisonantes
si digo caca, lector ingenuo
no es por ser caco fónico
…mucho menos por no decir mierda
(ya dedicaremos el estudio más profundo
a esta otra palabra tan necesaria)
y ahora con su permiso
debo seguir practicando…
ca…caa
Por último, en El acoso de las fantasías, el filósofo esloveno Slavoj Zizek, luego de citar a Luis Buñuel y a Lévi-Strauss se despacha con un análisis ideológico de los inodoros: “En un inodoro alemán tradicional, el agujero por el que desaparece la mierda cuando tiramos de la cadena está en la parte frontal, para que primero podamos olerla e inspeccionarla, no sea que presente síntomas de alguna enfermedad; sin embargo, en el típico inodoro francés el agujero se encuentra en la parte posterior, para que la mierda desaparezca lo más rápidamente posible; por último, el inodoro anglosajón (inglés o estadounidense) presenta algo así como una síntesis, una mediación entre esos dos polos opuestos: la taza del inodoro está llena de agua, de modo que la mierda flota en ella y resulta visible, pero no se presta a la inspección. No es de extrañar que Erica Jong, en el célebre repaso a los diferentes inodoros europeos con el que comienza su medio olvidada Miedo a volar, afirme burlonamente: «En los inodoros alemanes está la verdadera clave de los horrores del Tercer Reich. Un pueblo capaz de construir inodoros como esos es capaz de todo»”.
Desde las relaciones metafísicas de Borges, el ataque al arte de principios del siglo XX de Manzoni, la puesta en evidencia de una palabra que se mantiene oculta de Solórzano, el análisis ideológico de Zizek, la mierda es un elemento tan válido y práctico como cualquier otro a la hora de pensar o trabajar con él.
Y me retiro con un par de versos del poema de Solórzano, los que suenan perfectos para una retirada elegante a pesar de las circunstancias: disculpe la molestia que le he ocasionado si es usted de los que padecen la buena lectura. Si así lo desea sustituya esa palabra por otra que sea de su agrado por ejemplo…