Revisando algunas cajas con libros, me encuentro con este pequeño volumen que del que no tengo ni idea cómo fue que vino a parar aquí. El colofón indica que fue editado el 27 de agosto de 1991, en conmemoración del treinta y cinco (sic) aniversario de la Fundación del Instituto Argentino-Japonés de Cultura. Es un pequeño volumen de apenas 105 páginas que narra —a través de crónicas y poemas— el recorrido por las ciudades más destacadas del budismo japonés. Cada capítulo está adornado con un pequeño mandala como encabezado. A medida que lo vaya leyendo, iré buscando las imágenes que correspondan y las iré dejando aquí.
Caminar por Nara
Todavía pueden reconocerse valores que el pasado maneja con ausencia, indiferente frente a la arrogancia de nuestro tiempo. A veces vericuetos que se resuelven en antiguos silencios. Otras, la fisonomía de trozos que pueden ser administrados como contraseña para otro tipo de comprensión. Desde el corazón de Nara hasta el Muro-ji o el Horyu-ji. el ómnibus descubre barrios o zonas ahora pobladas, y se detiene en un punto determinado. Caminando, la relación naturaleza-hombre se encarga de asimilar las analogías que solo tienen cabida allí, lejos de la enajenación urbana a la que estamos morosamente apegados. Nara, amada por Malraux y Grousset, necesita de un tiempo bastante calmo, acaso meditado, para ser evocada en el silencio de las más hondas rememoraciones. A la emoción temporal del Horyu-ji, o del Todai-ji, las imágenes de madera o bronce de los primeros siglos del budismo perviven con su carga de belleza y profundidad.
Juichimen Kannon de once cabezas, realizada por un maestro anónimo de la época Heian (S. IX), principal estatua de madera del templo Hokkei-ji, en Nara, es considerada como una de las más bellamente balanceadas y elegantes del período.
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Once rostros para la compasión
Entre cabezas errantes y ojos presentidos
el aire desplaza se mano de savia
su pecho de loto en el abismo
su proceso de sombra hacia la complacencia.
Una tarde pudimos asistir a su recato
pero fuimos apresados por sus halos de tallo
por la mirada coordinando las sombras.
Cuando por fin marchó entre augurios
moviendo apenas las vetas de su madera
supusimos que no hay vida ni muerte
para invertir en los júbilos del misterio
apenas tal vez una huella en la atmósfera
y esas centurias encendidas entre ojos
en la comprensión del gesto
preso en el dedo del relámpago.
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Templo Hokkei-ji, Nara, Japón.