Thoreau, el taoísta

 

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El Tao Te King comienza con estos versos, bastante enigmáticos para los occidentales, pero para nada contradictorios para los nacidos por allá, por el lejano oriente:

El Tao que puede llamarse Tao
no es el verdadero Tao.
El nombre que se le puede dar
no es su verdadero nombre.
[…]
Su identidad es el Misterio.
Y en este Misterio
se halla la puerta de toda maravilla.

 

Todo el libro de Lao Tsé se maneja en esos términos. Parece (sigo siendo un hombre occidental y cada vez que lo leo debo hacer un esfuerzo consciente para dejar de lado mis prejuicios de lectura y comprensión, cosa que cada vez que me acerco a este volumen me cuesta menos, pero que nunca pude erradicar del todo) que nos está diciendo algo de manera clara y directa y de inmediato nos sacude con un pensamiento paradójico. Ahora, leyendo (releyendo, éste es otro al que vuelvo una y otra vez) a Thoreau, me encuentro con estas palabras:

«Veo, huelo, gusto, oigo ese Algo al que estamos unidos y que es al mismo tiempo nuestro hacedor, nuestra morada, nuestro destino y nosotros mismos; la única verdad histórica, el hecho más notable que puede ser el tema preciso y no solicitado de nuestro pensamiento, la verdadera gloria del universo, el único hecho que un ser humano no puede dejar de reconocer ni en cierto modo olvidar, ni del cual puede prescindir». Thoreau, Diario íntimo (Dreiser; 1980, p. 76. La cursiva es mía).

¿Qué es ese Algo para lo cual Thoreau no encontró otra palabra con la que poder explicarse? Algo. Me atrevo a decir que ese pronombre indeterminado con mayúscula no es otra cosa que el Tao; ese otro gran indeterminado que nos viene del oriente. Thoreau luego se embarca en un intento infructuoso (como todo intento de querer transmitir lo intransferible) que sólo nos acerca a lo que quiere decir. Thoreau nos habla de la naturaleza sin poder usar más que metáforas; porque, en definitiva, el Tao que puede llamarse Tao / no es el verdadero Tao.

 

Tato

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El hombre agregado

 

Escribía Van Gogh a su hermano en una de sus cartas: «Todavía no conozco mejor definición de arte que esta: El arte es el hombre agregado a la naturaleza; la naturaleza, la realidad, la verdad, cuyo sentido el artista destaca, como así también la interpretación, el carácter que éste expresa, despeja, discierne, libera, ilumina».

 

van Gogh

Jarrón con lirios – Vincent van Gogh

 

El cuadro Jarrón con lirios se encuentra expuesto en el Museo Van Gogh de Ámsterdam. Es una de las obras realizadas cuando se encontraba ingresado en la clínica psiquiátrica en Sain–Rémy, una localidad cercana a Arlés. Durante la primavera de 1890 Van Gogh va a emplear como modelos de sus trabajos las flores que recogía en el frondoso jardín del hospital de Saint-Paul. Su delicado estado de salud le impedía trasladarse a los alrededores por lo que decidió realizar una serie protagonizada por lirios y rosas en un jarrón. Es una perfecta puesta en escena de la definición de arte que hemos leído más arriba: El hombre agregado a la naturaleza, que la interpreta, la expresa, despeja, discierne, libera, ilumina. Sin duda, a veces la realidad es más realidad a través del arte.

Retorno a la naturaleza.

Retorno (16)

Muchas veces se ha fantaseado con la desaparición del hombre de la faz de la tierra. En general esta fantasía ha provenido del arte; sobre todo en la literatura de ciencia ficción de los años 60´s y 70´s  y, en la última década, con especial énfasis en el cine. Ahora se han sumado las apocalípticas profecías ecológicas, las cuales parecen tener una mayor base que las otras profecías famosas pero que nunca se cumplieron: las bíblicas. Aquellas viejas novelas de ciencia ficción tenían como base, en su mayor parte, guerras nucleares terminales (no por nada fueron famosas en plena guerra fría) y en menor cantidad otros problemas cercanamente relacionados, como las habituales invasiones alienígenas. La cuestión central pasaba siempre por lo político/militar y el entorno sólo servía como decorado de fondo sobre el cual los héroes desarrollaban la historia principal. Ese decorado de fondo lo podemos ver hoy mismo en muchos sitios diferentes de nuestro planeta. Desde las ruinas de desastres como Chernobyl hasta aquellos sitios que han sido abandonados por otros problemas modernos, como proyectos económicos desafortunados o planes de viviendas mal diseñados. Esos sitios poseen un encanto tétrico, si me permiten el oxímoron (para mí hay encanto y placer en lo oscuro, no puedo evitarlo) y me resultan particularmente intrigantes. Ver cómo la naturaleza vuelve a apoderarse de lo que siempre fue suyo en un retorno a las fuentes que el hombre trata de evitar a toda costa pero que sabemos que tarde o temprano será definitivo, me sabe a profecía inevitable. Esta vez sí que no vamos a poder escapar de ella. La naturaleza es creativa, paciente y, sobre todo, tiene al tiempo de su lado. Como dice Borges al final de un magnífico poema: Agradezcamos los vermes y el olvido.

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