Para terminar, de alguna manera, con las entradas de los dos días anteriores, dejo este poema de A. E. Quintero, el cual no tiene título y sobre el que aconsejo una lectura en voz alta, porque lo amerita.
¿Y qué si el chico
ocupa la moneda para droga?
¿Y qué
si la emplea para comprar un cigarro suelto
o para estopa?
¿A ti, qué? ¿En qué te ensucian sus versiones de irse,
sus maneras de evitarse,
el transporte colectivo
en el que sueña no estar rumbo a su cuarto de cemento?
¿A ti qué
si ocupa esa moneda para no ver a su padre
cuando llega a verlo?
Si la gasta en comprarse
invisibilidad o se emborracha
antes, ¿a ti qué?
¿Le vas a dar trabajo?
¿Le vas a borrar de los ojos los ojos de su madre?
¿Le vas a cambiar los huesos
para que duerma más cómodo en las calles?
¿O sólo le vas a hablar de la multiplicación de los panes,
y las ventajas de llevar una cruz al cuello?
¿Tú cómo te evitas? ¿Cómo evades tanta conciencia?
¡Coño, dale la moneda y ya!