«La única patria feliz, sin territorio, es la conformada por los niños.»
Rainer Maria Rilke
Hoy es un día de sentimientos encontrados. La profunda tristeza que me provocan las noticias que llegan desde el otro lado del mundo me afectan como si todo ello ocurriera aquí mismo, en mi propio país o mi propia ciudad. Según la edición de El País Internacional, desde la madrugada del martes ya suman 53 los muertos por los bombardeos en la Franja de Gaza; muchos de ellos, como siempre ocurre en estas guerras modernas, fueron niños. Pero no quiero hablar de esto; hoy no, al menos. Uno, a veces, se cansa de tanto idiota con poder; de tanto imbécil armado hasta los dientes; de tanto político de traje recién planchado; de tanto libro sagrado y de tanto hipócrita de palabra misericordiosa. Recordé la frase de Rilke que abre esta entrada y huí de esa noticia en busca de otras imágenes que compensaran lo que había leído; pero qué va. Es imposible. Todo sentido se retuerce y vuelve al punto de partida. Lo que uno piensa que es una línea recta que lo alejará de eso que quiere evitar termina siendo una espiral que lo deposita otra vez en el mismo centro del punto de partida.
Encontré una serie de imágenes de niños jugando; niños alrededor de esta mota de polvo en la que damos vueltas y vueltas alrededor del sol sin que nada parezca cambiar demasiado. Ellos deberían ser nuestra prioridad, como especie, como adultos y como seres racionales. Y me detengo aquí, porque cuando empiezan a faltar las palabras, uno termina diciendo lo obvio o termina haciendo filosofía barata o falsa; como esa que hacen los idiotas con poder.
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«La verdadera patria del hombre es la infancia.»
Rainer Maria Rilke