Pasaporte

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El pasaporte, según reza su definición, es ese «Documento que acredita la identidad y la nacionalidad de una persona y que es necesario para viajar a determinados países», y que también cumple con otros dos requisitos que se han mantenido casi invariables a lo largo de la historia: sirven como metáfora de vario uso y sirven para que todos odiemos la foto en la que nos vemos retratados, con cara de circunstancia en el mejor de los casos y con cara de delincuente liso y llano en el peor. 

Pero esto no siempre fue así (lo de las fotos, quiero decir, ya que lo de las metáforas sí lo fue y lo es, como lo probaré torpemente dentro de unos pocos segundos). Hubo un tiempo, cuando los pasaportes eran un mero papel que se desplegaba en dos o cuatro folios menores (y no como hoy que son prolijas libretas con diversos sistemas de seguridad), donde las fotografías que se permitían eran, literalmente, cualquier cosa. Desde fotos grupales hasta fotos con mascotas o, como la que inicia esta entrada, tañendo una guitarra con poca eficacia (o haciendo como que se tañe una guitarra, porque se nota que la muchacha no tiene ni idea de lo que tiene entre manos). Vamos a unos ejemplos, ya que no hay nada como una representación gráfica de lo que torpemente quiero señalar.

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En cuanto a lo de las metáforas relacionadas con el pasaporte son muchas y variadas y todas ellas, claro está, se relacionan con el viaje, con el paso de un sitio a otro; etc. «La educación es el mejor pasaporte para…» y cosas así. (Hasta existe una novela titulada Pasaporte a la eternidad y me digo qué incómodo ¿No? Eso de andar cargando con un documento por los tiempos de los tiempos…). En ese sentido esas metáforas no son demasiado brillantes, vamos a ser sinceros; y como a ser no demasiado brillante no hay quién me gane, usaré la misma idea para desearles a todos, desde aquí, desde esta torpe fotografía personal que es esta entrada, lo mejor para el año que entra. La torpeza no quita lo sincero. Si todo es un paso, una frontera, un recomienzo constante; si todo es una puerta que se cierra al mismo tiempo que se abre; les deseo un montón de brindis, muchos ayes en la penumbra, abrazos por doquier y también, por qué no, algunas lágrimas de alegría y de las otras también (recuerden: lo que no nos mata nos hace más fuertes). En síntesis: les deseo vida y que cada uno se entienda con ella. Salud.

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Carpe diem