El retorno evitable

La injusticia ya no será más un escándalo
[…] en una sociedad de cases aplacada biopolíticamente
en la que uno, como siervo de sí mismo
lleva su propio capital humano
como siervo, al mercado.
Peter Sloterdijk.

 

Etica 01

 

Borges, en un texto sobre Pascal, dijo: «Le tocaron, como a todos los hombres, tiempos difíciles en los que vivir». Con esa frase Borges señala lo que todos sabemos: vivir no es fácil, ni antes ni ahora ni después, aunque haya grados de dificultad o grados en la capacidad de tolerancia humana. Hoy en día, cuanto tenemos todo para pasar nuestro tiempo mucho mejor que lo que le tocó en suerte a Pascal, por ejemplo (pleno siglo XVII), las personas se comportan de manera vergonzosa y no toleran el menor de los inconvenientes o, peor aún consideran como un inconveniente lo que para otros muchos sería un sueño (quedarse en casa para gran parte de la estúpida masa es un castigo o una molestia; para gran parte de la humanidad es una imposibilidad, porque ni siquiera tienen algo que pueda llamarse casa).

Peor aún es la exposición de lo que somos. En general, cuando casos como el que estamos viviendo ocurren, tenemos la sensación de que la humanidad, más allá de todos los pesares, tiene más puntos a favor que en contra. En este caso en particular vemos que lo que ocurre es lo contrario. Si esto es lo que somos, estamos perdidos. No voy a hacer una lista de los aspectos negativos que sobrepasan a los positivos (tal vez lo haga más adelante); no creo necesario detallar lo que se ve por todos lados, desde las altas esferas gubernamentales hasta las conductas de los que viven alrededor nuestro.

 

Christian Ferrer, en su La curva pornográficaEl sufrimiento sin sentido y la tecnología. 2006; ya lo decía con respecto al siglo XX; y ahora deberíamos volver a escribir el párrafo adecuándolo al par de décadas que apenas tenemos de este siglo:

«Un rasgo central que diferencia al siglo XX de su inmediato anterior es el desfasaje abierto entre la técnica y la ética. La evolución de la tecnología es hoy mucho más rápida que las obras y las novedades producidas por el arte, la moral y la política […] los saberes científicos y las innovaciones tecnológicas avanzaron a un paso mucho más acelerado, y la política, la ética e incluso el arte apenas pudieron seguir sus huellas. Por eso, la experiencia del confort sigue siendo el ideograma con que se tamiza la comprensión de la tecnología, en el espacio hogareño como en el laboral, tanto en lo que se refiere a nuestra consideración de las comodidades comunicacionales como a la inteligibilidad de los alimentos genéticamente modificados».

 

Etica 02

 

«El desfasaje abierto entre la técnica y la ética». Esa es toda la base del problema. Alguien podría añadir también al desfasaje entre la política y la ética, o entre la economía y la ética; pero si bien eso es cierto, no debemos olvidar que hoy es la técnica (que no la ciencia) la que tiene el poder central de su lado.

Veamos, por ejemplo, lo que decía Paula Sibilia en El hombre postorgánico: Cuerpo, subjetividad y tecnologías digitales (Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2009):

«El capitalismo industrial desarrollo técnicas para modelar eficientemente cuerpos útiles y subjetividades dóciles. En la actual sociedad de información, la teleinformática y la biotecnología -unidas por el designio de la digitalización universal- pretenden lograr mutaciones aún más radicales: la supresión de las distancias, de las enfermedades, del envejecimiento e incluso de la muerte. El cuerpo humano, reducido, reducido a sistema de procesamiento de datos y banco de informática genética, se estaría volviendo obsoleto. Las nuevas tecnociencias apuntan a su hibridación con materiales inertes y a la manipulación de sus genes con la vocación fáustica de superar sus limitaciones naturales. […] El entrecruzamiento de biología e informática, a la vez que simplifica la complejidad humana, es el fundamento de los nuevos mecanismos de control del capitalismo postindustrial».

La ética hoy ha sido desplazada de todos los ámbitos y es nuestra obligación el volver a traerla al campo de juego; sólo así podremos aspirar a salvar algo de nuestro planeta y de nosotros mismos. Lo contrario es, simplemente, volver a nuestro estado más primitivo, aquel en el que recién empezábamos a llamarnos seres humanos, pero con el inconveniente de que ahora no estamos saliendo de él, sino volviendo, ahondándonos en él con estúpido placer y no menos estúpida inconsciencia.
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Dejando de lado, muy de lado…

opposition-christine-kuehnel

Veo que en Venir al mundo, venir al lenguaje; el filósofo alemán Peter Sloterdijk intenta unir a Marx y Heidegger. Me relamo de placer ante tamaña empresa y me dispongo a leer el texto y a tomar no pocas notas. Se trata de una conferencia que Sloterdijk dictó en 1988, en la J.W. Goethe-Universität de Franfurt. Ni bien arranca (por fortuna lo hace de entrada, lo cual me hizo recordar a aquella entrada mía Por qué hay que leer los prólogos), sloterdijk se manda esta joyita:
“Señoras y señores, a continuación iniciaré mi reflexión con el intento, demorado durante no poco tiempo, de aunar las ideas fundamentales de Marx y Heidegger. Creo poder mostrar que, si damos un paso más allá de las incompatibilidades políticas y morales que separan a estos dos autores, existe una coincidencia palmaria e incontestable…”
Bien, cierren todo, se terminó la charla y la lectura. ¿El tipo este nos está tomando el pelo o se cayó en la bañera la mañana de la conferencia? Está bien que los alemanes en cuestiones de filosofía creen que tienen la sartén por el mango, pero tampoco es como para tomarle el pelo a la audiencia de manera tan gratuita. ¿De verdad piensa que puede decir algo así como “dejando de lado las diferencias políticas y morales…”? Cada acto humano es político y cada acto humano es moral ¿Cómo diablos va a dejar eso fuera de la discusión? Y más cuando se trata de dos polos filosóficos como Marx (izquierda absoluta) y Heidegger (derecha terminante. Afiliado al partido nazi en la mismísima época de Hitler).
Bien, como dije, no seguí leyendo; no tenía sentido alguno hacerlo. Lo que sí hice fue ponerme a jugar, ya que otra cosa más inteligente no podía hacerse; jugar a inventar nuevas conferencias basadas en esa idea tan práctica que usa Sloterdijk. Conferencias en las que puedo demostrar que “dejando de lado las diferencias políticas y morales; creo poder de mostrar que Hitler y Ghandi en realidad no son tan diferentes”. O “dejando de lado las diferencias políticas y morales; creo poder de mostrar que Jesús y el ateísmo no son en realidad antagónicos”. Cambiando un poco las expresiones también sirve para “dejando de lado las diferencias compositivas y de ejecución; creo poder de mostrar que Mozart y la cumbia son, en realidad, iguales”.
En fin, qué suerte tienen estos modernos para quienes da lo mismo un roto que un descosido…