2012. A principios del mes de octubre, los fondos buitre lograron que el gobierno de Ghana retuviese al buque insignia de la Armada Argentina, la Fragata Libertad.
2013. Luego de extensas tratativas, el Tribunal del Mar (órgano judicial establecido en la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, firmada en 1982 en Jamaica. Tiene su sede en la Ciudad Libre y Hanseática de Hamburgo, Alemania), ordenó su liberación. El buque arribará hoy, alrededor de las 18:00 Hs. a ésta, Mar del Plata, mi ciudad.

1982. Yo tenía, en ese entonces, diecisiete años. Un año antes yo había ingresado al cuerpo de Infantería de Marina y, al haber egresado como primero en el curso, fui premiado con un destino deseado por todos: la Fragata Libertad y su famoso viaje «alrededor del mundo» (En realidad, el viaje de la Fragata Libertad es, con diferentes puertos, pero en líneas generales, muy parecido: partida de Buenos aires, algún puerto de África, varios de Europa, cruce del Atlántico norte, EE.UU., algunos puertos de Sudamérica y retorno).
2012. Octubre, noviembre, diciembre. Alguna gente festeja el hecho de que el buque más conocido y apreciado de la pobre Armada Argentina haya caído bajo el poder de inescrupulosos financistas internacionales, de esa clase de personas que no tienen ni tendrán nacionalidad alguna; que buscan países en estado de guerra o de crisis económicas graves para exprimirlos más y más una vez que éstos comiencen a intentar recuperarse. Y aquí, ciertos periodistas, muchos políticos que en las últimas elecciones no lograron ni el diez por ciento de los votos, mucha gente de a pie que no quiere a un gobierno electo por mayoría (con el 54% de los electores, mientras que el segundo apenas logró el 16,8%), se alegraban por el supuesto traspié del gobierno.

1982. Ése fue un año importante para mí. Fue un año de descubrimientos, de aprendizaje, de profundos recuerdos. Fue el año del viaje, como se lo llama tradicionalmente; aunque no fue tan extenso como los de costumbre; de hecho, ése año la fragata realizó el viaje más corto de su historia. Quince días antes de partir, se declaró la Guerra de Malvinas, por lo tanto el viaje, como es obvio, fue suspendido. Primer aprendizaje: gran parte del personal de marinería, máquinas y electricistas fue transferido al Crucero General Belgrano, el que fue hundido en 2 de mayo. Sólo regresaron cuatro. Terminada la guerra, zarpamos en un viaje corto, alrededor de Sudamérica. Segundo aprendizaje: el primer puerto al que arribamos fue el de Recife, en Brasil. Yo aun no había conocido, como suele decirse, el amor de una mujer. Bueno, tampoco lo conocí allí, pero ustedes entienden. Tercer aprendizaje: amigos, sobre todo dos, Pablo y Domingo. En cada puerto salíamos juntos a recorrer y conocer todo lo que estuviera a nuestro alcance: personas, playas, atracciones turísticas, bares, otros barcos, lo que fuese, lo que estuviese a nuestro alcance.
2013. 9 de enero. Cambié mi día libre para poder ir a ver el arribo de la Fragata Libertad. Se ha organizado un gran acto de recepción, con música, números artísticos y toda la parafernalia de ocasión. ¿Es para tanto? Creo que sí. Muchos critican todo lo que se ha organizado con el argumento de que el gobierno lo utilizará políticamente. Quizá así sea, pero eso es lo de menos. Cuando veo que las críticas provienen de ése mismo lugar desde donde se celebraba la apropiación ilegal de nuestro buque insignia, desde donde se llegaron a hacer pedidos que ya no rozaban sino que se sumergían en el ridículo mismo (baste como ejemplo: en el Facebook de un militar de nombre Juan Carlos Juarez Gagliardi, éste escribe una supuesta carta abierta al Comandante de la fragata Libertad donde relaciona el conflicto como si se trata de un buque de guerra en guerra y le propone una solución militar negándose a entregar al buque. Zarpando, incendiando o hundiendo la nave. Lo hace responsable de no hacerlo, insulta a la clase política y llama a un cacerolazo contra el gobierno), entonces me digo que allí tengo que estar. No sólo porque significa algo importante para mí, sino para ser uno más en el enorme número de los que nos negamos a ver de rodillas a nuestro país. Nos guste o no el gobierno de turno.
Nadie ama a su patria
porque sea grande,
sino porque es suya.
Séneca
Me gusta esto:
Me gusta Cargando...