Polaroids VI

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XVII.

Reviso mi blog en busca de un par de entradas específicas. Encuentro textos que no recordaba haber escrito y los leo como si fuesen de otro. Algunos me gustan, otros no tanto. Encuentro, también, otras polaroids y me doy cuenta de que todo el sitio no es más que una serie de polaroids Cada entrada es un pequeño fragmento de lo que fui.

XVIII.

Aunque estábamos en una isla, para ir a la playa había que ir a la isla que estaba enfrente. Las lanchas iban y volvían de manera constante, así que eso no era un problema. Lo que sí era un problema era que en esa isla no había nada más que eso; así que si uno tenía hambre o sed sólo podía bajar un coco de una de las palmeras. Cuando no había cocos en la arena había que subir a buscarlos, cosa que yo nunca pude hacer. Quien lo hacía con sorprendente eficacia era el colombiano. Pequeño y ágil, subía veloz y seguro y desde allí arriba dejaba caer los cocos verdes. Yo, que era un inútil perfecto para trepar hasta esas alturas, era muy bueno recibiéndolos sin dejar que reventaran contra las rocas o las raíces que sobresalían por todos lados.

XIX.

Me elevo en el aire. El mar se aleja bajo mis pies y sólo me rodea el aire y el silencio. Primera reacción: reír como un niño (el que en algunos momentos soy y el que no quiero dejar de ser). Segunda reacción: dejar de pensar y permitir que el entorno se apodere de mis sentidos. La lancha que tira de mí y de mi paracaídas multicolor gira y se adentra en el mar. Más silencio, si es que eso es posible.

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Polaroids.

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I.

Cuando desperté, a las dos de la mañana, ella ya no estaba allí. Dormía en la habitación de al lado molesta (seguro) por mis ronquidos (Cabe aclarar: sólo ronco cuando estoy agotado. Cabe aclarar: ella fue la causante de mi agotamiento. Cabe aclarar: de mi delicioso agotamiento). Estiré mi mano hacia el vacío a mi izquierda recordando la isla de su vientre y la deslicé hacia donde hubiese debido estar la seda de su pubis (¡Despacio, bruto!). No pude volver a dormir. Tomé uno de sus libros (donde se hablaba de una espalda de mujer y sólo de una espalda de mujer) y lo leí completo en el silencio de la noche. Desayunamos juntos.

II.

El tren se mueve lejos de mí, a muchos, demasiados kilómetros de distancia. Aun así veo una falda negra, unas rodillas perfectas y, para compensar tanta sutil delicadeza, completan el cuadro las ruedas delanteras de tres o cuatro bicicletas. Las palabras cruzan el espacio y se depositan en mi mano, aunque éstas estén en el otro lado del mundo. El cariño no necesita de artefactos para cruzar todo ese espacio. El amor es un imperio donde nunca se pone el sol.

III.

El perro estaba atado con una cadena y un candado la cerraba alrededor de su cuello. Había sangre en sus costados y en el suelo de cemento donde dormía y vivía, a la intemperie. No había agua ni comida y estaba solo y demasiado lejos de la casa. Llegué a amenazar al dueño y pensé que no lograría nada. Me llevó cinco días poder liberarlo (lo hice apenas dos horas antes de que tuviese que irme de allí para siempre). Quien salva una vida, salva al mundo; diría un mal poeta. Yo no. Sólo salvé a un perro. El mundo, como siempre, sigue degradándose inconteniblemente.

 

Sobre buitres y gaviotas

2012. A principios del mes de octubre, los fondos buitre lograron que el gobierno de Ghana retuviese al buque insignia de la Armada Argentina, la Fragata Libertad.

2013. Luego de extensas tratativas, el Tribunal del Mar (órgano judicial establecido en la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, firmada en 1982 en Jamaica. Tiene su sede en la Ciudad Libre y Hanseática de Hamburgo, Alemania), ordenó su liberación. El buque arribará hoy, alrededor de las 18:00 Hs. a ésta, Mar del Plata, mi ciudad.

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1982. Yo tenía, en ese entonces, diecisiete años. Un año antes yo había ingresado al cuerpo de Infantería de Marina y, al haber egresado como primero en el curso, fui premiado con un destino deseado por todos: la Fragata Libertad y su famoso viaje «alrededor del mundo» (En realidad, el viaje de la Fragata Libertad es, con diferentes puertos, pero en líneas generales, muy parecido: partida de Buenos aires, algún puerto de África, varios de Europa, cruce del Atlántico norte, EE.UU., algunos puertos de Sudamérica y retorno).

2012. Octubre, noviembre, diciembre. Alguna gente festeja el hecho de que el buque más conocido y apreciado de la pobre Armada Argentina haya caído bajo el poder de inescrupulosos financistas internacionales, de esa clase de personas que no tienen ni tendrán nacionalidad alguna;  que buscan países en estado de guerra o de crisis económicas graves para exprimirlos más y más una vez que éstos comiencen a intentar recuperarse.  Y aquí, ciertos periodistas, muchos políticos que en las últimas elecciones no lograron ni el diez por ciento de los votos, mucha gente de a pie que no quiere a un gobierno electo por mayoría (con el 54% de los electores, mientras que el segundo apenas logró el 16,8%), se alegraban por el supuesto traspié del gobierno.

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1982. Ése fue un año importante para mí. Fue un año de descubrimientos, de aprendizaje, de profundos recuerdos. Fue el año del viaje, como se lo llama tradicionalmente; aunque no fue tan extenso como los de costumbre; de hecho, ése año la fragata realizó el viaje más corto de su historia. Quince días antes de partir, se declaró la Guerra de Malvinas, por lo tanto el viaje, como es obvio, fue suspendido. Primer aprendizaje: gran parte del personal de marinería, máquinas y electricistas fue transferido al Crucero General Belgrano, el que fue hundido en 2 de mayo. Sólo regresaron cuatro. Terminada la guerra, zarpamos en un viaje corto, alrededor de Sudamérica. Segundo aprendizaje: el primer puerto al que arribamos fue el de Recife, en Brasil. Yo aun no había conocido, como suele decirse, el amor de una mujer. Bueno, tampoco lo conocí allí, pero ustedes entienden. Tercer aprendizaje: amigos, sobre todo dos, Pablo y Domingo. En cada puerto salíamos juntos a recorrer y conocer todo lo que estuviera a nuestro alcance: personas, playas, atracciones turísticas, bares, otros barcos, lo que fuese, lo que estuviese a nuestro alcance.

2013. 9 de enero. Cambié mi día libre para poder ir a ver el arribo de la Fragata Libertad. Se ha organizado un gran acto de recepción, con música, números artísticos y toda la parafernalia de ocasión. ¿Es para tanto? Creo que sí. Muchos critican todo lo que se ha organizado con el argumento de que el gobierno lo utilizará políticamente. Quizá así sea, pero eso es lo de menos. Cuando veo que las críticas provienen de ése mismo lugar desde donde se celebraba la apropiación ilegal de nuestro buque insignia, desde donde se llegaron a hacer pedidos que ya no rozaban sino que se sumergían en el ridículo mismo (baste como ejemplo: en el Facebook de un militar de nombre Juan Carlos Juarez Gagliardi, éste escribe una supuesta carta abierta  al  Comandante de la fragata Libertad donde relaciona el conflicto como si se trata de un buque de guerra en guerra y le propone una solución militar negándose a entregar al buque. Zarpando, incendiando o hundiendo la nave. Lo hace responsable de no hacerlo, insulta a la clase política y llama a un cacerolazo contra el gobierno), entonces me digo que allí tengo que estar. No sólo porque significa algo importante para mí, sino para ser uno más en el enorme número de los que nos negamos a ver de rodillas a nuestro país. Nos guste o no el gobierno de turno.

Nadie ama a su patria
porque sea grande,
sino porque es suya.
Séneca