En estos tiempos donde todos los discursos están tergiversados, invertir los valores de lo que se nos expone puede ser un buen camino para determinar dónde se encuentra la verdad o el camino hacia la verdad. Hace ya varios años trabajé con un muchacho que no leía novelas porque éstas eran ficción y eso le parecía una pérdida de tiempo. Leer novelas, para él, equivalía a evadirse de la realidad y, si bien algo de eso hay, no es menos cierto que la lectura de textos ficcionales conlleva muchos otros beneficios, además del beneficio enorme, precisamente, de permitirnos ver a la realidad tal cual es. El mes pasado, mientras preparaba unas clases (que espero se lleven cabo el próximo enero) sobre literatura argentina, volví a leer los textos de Roberto Arlt y de Rodolfo Walsh, ambos excelentes exponentes literarios que provenían del periodismo. Analizar sus trabajos me hizo darme cuenta de que la clásica división entre ambas disciplinas (el periodismo dedicado a la creación de textos donde se ponen en evidencia hechos reales, la literatura el ámbito donde se producen textos totalmente ficcionales) hoy se encuentra invertida; y no porque ambos hayan decidido “cambiar de rubro”, porque la literatura sigue siendo tan “ficcional” como siempre lo ha sido; sino porque el periodismo se ha dejado arrastrar tanto por el mercantilismo más vulgar que hasta no hay dudas de que el concepto de “objetividad periodística” es una falacia. Para colmo de males, ni siquiera podemos encontrar valores estéticos en el periodismo actual; así que además de poco creíbles, malos expositores.
Creer hoy en el periodismo es pecar de ingenuidad. El periodismo sigue apuntalado en aquellos tiempos pretéritos donde había una normativa interna rigurosa y donde la ética y la calidad iban de la mano. Hoy eso ha desaparecido, pero él sigue escudándose en ese fantasma ante cada crítica que se le formula. La literatura, sin embargo, sigue siendo la fiel depositaria de todos esos valores que el mundo busca desorientado. Creer en los novelistas, en los cuentistas, en los poetas, es lo mejor que podemos hacer para no vivir engañados.
Nota: Al hablar de periodismo me refiero, más que nada, al periodismo político, económico y sólo parcialmente al periodismo social. El periodismo que ha perdido credibilidad es aquel que tiene relaciones con el poder y que se ha vuelto un empleado de él. El periodismo cultural o el deportivo se mantienen, en gran parte, por fuera de esta crisis. Por último, el periodismo social se maneja en ambos círculos: por una parte se lo utiliza para estupidizar y manipular a la masa y hay un pequeño segmento que puede mantenerse fuera de esta manipulación y mantener una conciencia propia al mismo tiempo que sus niveles de calidad.