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De La infinita paciencia del agua, me segundo (e inédito) libro de poemas, recupero este brevísimo poema:
Amores perfectos
Ante la imposibilidad de ardores voluptuosos,
el platonismo nos compensa
con amores perfectos.
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El poema nace ante la imposibilidad de acceder al paraíso, pero no de imaginarlo. Las causas de lo primero pueden ser muchas pero todas ellas pueden sintetizarse en una sola palabra: distancia. No importa si el objeto de nuestro amor vive a una casa de distancia, si esa persona no nos ama, lo mismo sería que si viviera en las antípodas. ¿Y si la distancia es realmente física? Tal vez sea peor, porque no tendríamos, siquiera, la oportunidad de saber si los hados nos hubiesen beneficiado al menos con una sola, mínima posibilidad de acercamiento. De allí, entonces, que podamos imaginar un amor perfecto (gracias, en parte, a Platón, que creó esa entelequia que hoy mal llamamos amor platónico). Como sea, perdámonos en las infinitas posibilidades y elijamos la mejor de todas ellas: la del amor perfecto. ¿por qué conformarnos con menos?
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Quisiera recordar, aquí, unas palabras que ya compartí alguna vez, y que tal vez acompañen con más certeza lo que vengo diciendo. Pertenecen a Roland Barthes y, en lo que a mí respecta, son perfectas en su sentido e intención:
«El lenguaje es una piel: yo froto mi lenguaje contra el otro. Es como si tuviera palabras a guisa de dedos, o dedos en la punta de mis palabras. mi lenguaje tiembla de deseo. La emoción proviene de un doble contacto: por una parte, toda una actividad discursiva viene a realzar discretamente, indirectamente, un significado único, que es “yo te deseo”, y lo libera, lo alimenta, lo ramifica, lo hace estallar (el lenguaje goza tocándose a sí mismo); por otra parte, envuelvo al otro en mis palabras. Lo acaricio, lo mimo, converso acerca de estos mimos, me desvivo por hacer durar el comentario al que someto la relación. (Hablar amorosamente es desvivirse sin término, sin crisis; es practicar una relación sin orgasmo. Existe tal vez una forma literaria de este coitus reservatus: es el galanteo)».
Ante la imposibilidad de amores voluptuosos, también se puede amar a través de las palabras.