¿Versátil o pomposo?

 

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A los estudiantes a veces se les enseña que nunca deben usar la misma palabra dos veces en una oración. Esto puede llevar a algunos problemas: si un escritor usa un sinónimo simplemente para evitar repetir una palabra, el lector puede preguntarse, por ejemplo, si hay algún significado en el cambio. H.W. Fowler calificó a esta variación de aflicción elegante, y agregó: «Hay pocas fallas literarias tan ampliamente prevalecientes en estos tiempos». (A continuación da un par de ejemplos, los que no dejaré aquí debido a que se basan en juegos de palabras en inglés y mi capacidad de traducción no alcanza a tales cotas; así que seguiré adelante con el resto del párrafo).

Más adelante Charles W. Morton llamaría a esto la escuela de escritura de «fruta amarilla alargada», llamada así después de una famosa segunda referencia a una banana en el Boston Evening Transcript. (Los subeditores de The Guardian comenzaron a usar el término «pvns» después de que un escritor se refirió a las zanahorias como «populares vegetales naranja»). Morton citó algunos ejemplos adicionales:

bolas de billar = «las esferas numeradas»
busca de huevos de Pascua = «safari de gallinas»
leche = «Líquido lácteo»
ostras = «bivalvos suculentos»
maní = «el suculento tonto»
canario = «cantor aviar»
camión = «mastodonte de la carretera»

En A Slight Sense of Outrage, Morton escribió que este pecado «se encuentra en algún lugar entre el cliché y la escritura fina» que tanto temen los maestros de composición en inglés. Se habla, entonces, de un autor que desea parecer informado y versátil; pero también se puede hablar de un autor que es, simplemente, pomposo.

Hago memoria y veo que los grandes escritores suelen evitar ambos errores: el de la reiteración excesiva y el del sinómino absurdo (razón de más, entonces, para leerlos con cuidado, ya siendo conscientes de lo que estamos buscando). El único ejemplo que recuerdo de un autor que repetía una misma palabra las veces que fuese necesario (y el que lo hacía maravillosamente bien) es Thomas Bernhard. Si alguno de ustedes recuerda a algún otro, les agradecería que me lo hicieran saber ¡Nunca es tarde para conocer a un nuevo escritor que suela romper las reglas!

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Las necesidades de un escritor.

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Lo que necesitáis, jóvenes escritores, no es más que la vida misma, nada más que la belleza y depravación de la tierra; es el campo de mi padre y la inaudita perseverancia de mi madre, es la lucha de vuestras almas a la que tiene que arrastraros vuestra propia hambre y vuestra propia depravación, es el ansia de fama que atormentaba a un Verlaine o un Baudelaire en los «campos elíseos». Lo que tenéis que tener no son seguros de enfermedad y becas, premios y becas de estímulo; es la falta de hogar de vuestras almas y la falta de hogar de vuestra carne, el desconsuelo cotidiano, la desolación cotidiana, la helada cotidiana, el dar media vuelta todos los días, un pan solo cotidiano que en otro tiempo hicieron surgir criaturas tan maravillosas y miserables como Wolfe, Dylan Thomas y Whitman, ciudades, paisajes, es decir, logros frente al polvo, el mensaje de una existencia atormentada, incorregible, que se devora de hora en hora para crear poesías nuevas y poderosas. Lo que necesitáis está por todas partes, donde uno se levanta y muere, donde la lluvia lava la piedra y donde el sol se hace tormento.
— Thomas Bernhard. Citado pro Patricio Pron

La cita de Thomas Bernhard con la que abro la entrada hace referencia más que nada a la necesidad de incentivo; es decir a la necesidad moral; por decirlo de algún modo; pero eso no es privativo de los escritores, sino que es válido para todo artista que se precie de tal. Ahora, entrando a un terreno meramente práctico, tal vez una de las grandes ventajas que tiene la escritura por sobre otras disciplinas artísticas es que no necesita de instrumentos o soportes como una tela o un escenario; un escritor se las arregla con unas hojas y un bolígrafo o un lápiz y ya, nada más necesita para poner manos a la obra. Moralmente sólo se necesita la vida; prácticamente sólo es necesario un poco de papel. En síntesis: no hay excusa alguna para no trabajar.

Nota: la traducción de la cita no me parece de las mejores y en un momento pensé en retocarla un poco; pero luego preferí dejarla así como está, ya que al menos tiene la virtud de trasladar la prosa de Bernhard con ese ritmo algo atropellado que lo caracteriza. Thomas Bernhard no se preocupaba mucho por las aliteraciones o las cacofonías; si debía repetir diez veces en una página una misma palabra lo hacía y punto; eso era todo. Tal vez haya alguna enseñanza allí.