De la libreta de notas de Borgeano.

Seguridad

Detesto esos carteles de «Sr. cliente, por su seguridad lo estamos monitoreando». ¿Por mi seguridad? ¿En serio? ¿No será que simplemente me están vigilando? Y si me están vigilando a mí ¿por qué lo hacen? Porque temen que les robe ¿No? Sólo es eso, claro. ¿Entonces por qué no lo dicen con todas las letras? «Lo estamos vigilando». ¡Bien! Me gustan las cosas claras. ¿De qué suponen que voy a quejarme? Me vigila mi gobierno, mi tarjeta de crédito, mi computadora, mi agencia de seguros y mi jefe. Mi vigila mi esposa para ver si gasto más dinero en mi amante que en ella y me vigila mi amante para ver si la quiero más a ella que a mi esposa, tal como siempre le digo. ¿Creen que voy a molestarme porque a un gerente paranoico se le ha ocurrido la peregrina idea de que puedo robarle qué… un tenedor? Bueno, tal vez sí estén preocupados por mí. Tal vez tengan miedo de que muera envenenado por esto que acaban de traerme y que no se parece en nada a la imagen de la publicidad. Es una posibilidad. En este mundo de hoy cualquier cosa es posible.


Mis queridos amigos, estoy de viaje por unos días, lo que significa que estoy fuera de mi lugar habitual (¿Pero de qué estoy hablando? ¡Si yo no tengo un lugar habitual!). Como sea, ustedes me disculparán si demoro un poco en responder a sus comentarios. También, por motivos de tiempo, he dejado esta entrada programada; entrada que sólo transcribe una de las tantas notas que he tomado en algún sitio. A medida que lo transcribía volvió de manera sutil una imagen de un restaurant; vi el lugar y a las otras tres mesas que estaban ocupadas. Luego vi que eso fue en Guayaquil, Ecuador. Al terminar de escribir no sólo recordé el restaurant, su mobiliario, la comida y el cartel. Pude recordar a la camarera e, incluso, a la nocturna avenida. Tema para otra entrada: el fabuloso poder de un diario o un cuaderno de notas. Mucho más profundo y abarcador que cualquier fotografía.

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Vigilar, controlar, castigar. Parte I

Michel Foucault publicó en 1975 su estudio titulado Vigilar y castigar.  En él examina los mecanismos sociales y teóricos que hay detrás de los cambios masivos que se produjeron en los sistemas penales occidentales durante la era moderna. Allí hace referencia al Panóptico de Bentham.

Jeremy Bentham, en 1791, diseñó un sistema carcelario llamado panóptico. En palabras sencillas: el panóptico es una prisión circular con una torre en el centro. En dicha torre se sitúa el guardia, el que puede observar, de este modo, a todos los prisioneros. La torre central posee cristales que permiten la visión del guardia, pero impiden a los hombres encarcelados verlo a él.

El guardia ve al preso pero el preso no puede ver al guardia. Todos sabemos que, cuando una persona es observada, se comporta de manera diferente del modo en que lo hace habitualmente (no hay más que pensar en nosotros mismos; en las muecas que hacemos cuando nos cepillamos los dientes o en como cantamos a viva voz bajo la ducha. Y ni hablar si tenemos la casa sólo para nosotros durante un fin de semana).

Aquí se produce el primer giro interesante del diseño. El prisionero se sabe observado por el guardia y adapta su conducta para no ser castigado; es decir, se comporta de la mejor manera posible. Luego de un tiempo, ni siquiera es necesario que haya un guardia en la torre. Basta con que el prisionero suponga o crea que hay un guardia en la torre. Ante la duda de si hay o no un guardia en la torre, el prisionero se comportará como si lo hubiera. el prisionero comienza a autovigilarse; a autocontrolarse. El panóptico es el sistema de vigilancia perfecto: el prisionero se vigila a sí mismo.

Breve digresión:

En 1948, George Orwell publica su famosa novela 1984. Si no la han leído, seguramente conocerán a uno de los «personajes» principales: el llamado Gran Hermano. ¿Les suena? El Gran Hermano es, lisa y llanamente, el poder; y controla y vigila a todos los habitantes. ¿A todos? Bien, no a todos directamente. Orwell se encontró con un problema. No se puede controlar a todos  al mismo tiempo. Si B controla a A, ¿Quién controla a B? Digamos que lo hace C.; entonces ¿quién controla a C? Etc. Orwell sale del pasomcon una solución sencilla: hace que el Gran Hermano  controle directamente y durante las veinticuatro horas a los integrantes del gobierno -sin controlas a los controladores, por extensión controlas a todo el pueblo-.

¿Y adónde quiero ir a para con todo esto? Vamos al grano. A esto:

Hay millones de cámaras de seguridad en todo el mundo. ¿Hay alguien detrás de ellas? No lo sabemos. Pero cuando vemos una cámara de seguridad nuestro comportamiento se modifica. Somo los nuevos prisioneros del panóptico foucaltiano. Nos vigilan las veinticuatro horas y, a diferencia del 1984 de Orwell no necesitan que haya una persona detrás de cada cámara. Con las nuevas tecnologías todo se graba; es decir que todo podrá verse de ser necesario.

Así que, cuando veas una cámara de seguridad, no lo olvides, no importa si hay o no una persona detrás de ella. El Gran Hermano te vigila.