El universo en una cáscara de nuez

 

William Blake - Flames Of Furious Desires

William Blake – Flames Of Furious Desires

 

William Blake, el poeta, pintor y místico inglés nacido en 1757, es uno de esos autores a los que vuelvo una y otra vez. Sus trabajos poseen esa cualidad única de ir cambiando con el tiempo. Cada vez que uno lee un libro de Blake encuentra que es un libro distinto; que nos dice cosas diferentes de las que nos había dicho la última vez. También sus acuarelas tienen mucho para decir y no por nada es que son muy utilizadas por otros artistas como referencia o como objeto central de sus obras.

Ahora encuentro una carta que acrecienta mi reconocimiento por Blake al mismo tiempo que aclara un poco esa cualidad suya tan importante: la ambigüedad en el sentido de su trabajo.

William Blake - Ancient Of Days

William Blake – Ancient Of Days

Cuando Blake tenía unos veinte años, el reverendo John Trusler —autor de exitosos libros sobre religión, a la manera de los best sellers modernos, los cuales le habían brindado una pequeña fortuna— le pidió a Blake que ilustrara uno de sus libros sobre moral. Los trabajos que el pintor envió no fueron del agrado del reverendo, ya que no estaban de acuerdo al canon moral y estético de la época. El reverendo escribió una carta al poeta criticándolas y calificándolas de raras y exageradamente extravagantes; también aseguró que la imaginación de Blake pertenecía más bien al “mundo de los espíritus” (sea lo que fuere que eso pudiera significar).

En la carta de respuesta, Blake, luego de defender su obra y el carácter de su trabajo, se despacha con un párrafo de soberbia lucidez:

«Lamento de verdad que usted se encuentre distanciado del mundo espiritual, especialmente si soy yo quien tiene que responder por ello. Si estoy equivocado, lo estoy en buena compañía… Lo que es grande es necesariamente incomprensible para los hombres débiles. Aquello que puede hacerse explicable para los tontos no merece mi atención».

«Siento que un hombre podría ser capaz de ser feliz en este mundo. Y sé que éste es un universo de imaginación y visión. Veo que todo lo que pinto existe en este mundo, pero no todos lo ven de la misma manera. A los ojos de un indigente, una moneda es más hermosa que el sol, y una cartera gastada por haber estado llena de dinero ostenta proporciones más bellas que una vid cargada de uvas. El árbol que mueve a algunos al punto de las lágrimas, para otros es solamente una cosa verde que estorba en su camino. Algunos ven a la naturaleza ridícula y deforme, y yo nunca regiré las proporciones de mi arte bajo estos preceptos; hay personas que ni siquiera ven la naturaleza. Un hombre es, y así es como ve. […] Usted está ciertamente equivocado cuando clama que las visiones fantasiosas no pueden ser encontradas en este mundo. Par mí, este universo es una sola y continua visión de la imaginación…».

Sí, este universo es una sola y continua visión de la imaginación. Esto se dijo en 1577. Era válido entonces, es válido hoy y lo será siempre. Imaginación, esa parte de la receta para la felicidad que solemos dejar fuera del pastel.

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Ante la ley

 

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William Blake – Newton

 

«Cuando un león come a un hombre, y un hombre come un buey, ¿por qué el buey está más hecho para el hombre que el hombre para el león?» Es una pregunta que se hizo ya en 1656 Thomas Hobbes en Questions Concerning Liberty, Necessity, and Chance. Esa pregunta que coloca en el centro del debate cuál es el lugar que los hombres tenemos dentro de nicho ecológico conocido como Tierra, recién está comenzando a plantearse seriamente ahora, trescientos cincuenta años después de que fuera formulada por el filósofo inglés.

La frase de Hobbes me recordó de manera inmediata a otra de William Blake que ya he citado aquí un par de veces; pero sólo lo hizo de manera tangencial, ya que sólo poseen en común las referencias zoológicas. Dijo Blake en su Proverbios del infierno: «La misma ley para el buey y el león es opresión».

En sentido estricto, son diametralmente opuestas. De todos modos, la unión de ambas frases sirve para pensar el tema de la ecología y de nuestro lugar dentro de la comunidad animal. Por un lado tenemos a Hobbes, quien nos recuerda que no somos más que un tipo específico de animal; en muchos casos no mejor ni peor que muchos otros. Blake, en cambio, nos recuerda que si bien estaría de acuerdo con su coterráneo, tampoco debemos exagerar en los asuntos de la igualdad animal. La moral es un imperativo que, cuando se exagera en sus límites, pasa a ser bastante dañina, así que hay que tener mucho cuidado con dónde trazamos el límite.

Simetrías

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Dibujo original de William Blake para su poema El tigre

En su más que famoso poema El tigre, William Blake se adentra en lo más profundo de las dudas sobre el alma humana. El poema suele citárselo en muchas ocasiones, pero siempre se lo limita a la primera estrofa:

¡Tigre! ¡Tigre!, fuego que ardes
En los bosques de la noche,
¿Qué mano inmortal, qué ojo
Pudo idear tu terrible simetría?

La segunda de ellas (el poema consta de seis estrofas de cuatro versos) es por demás interesante y ya nos brinda una idea de las dudas del autor:

¿En qué distantes abismos, en qué cielos,
Ardió el fuego de tus ojos?
¿Con qué alas osó elevarse?
¿Y que mano osó tomar ese fuego?

Pero hacia el final del poema donde Blake nos deja la pregunta clave, la que le dará cabal sentido a la pregunta planteada al inicio:

Cuando las estrellas arrojaron sus lanzas,
Y bañaron los cielos con sus lágrimas,
¿Sonrió al contemplar su obra?
¿Quién hizo al cordero fue quien te hizo?

Para Blake era incomprensible que el mismo creador hubiese creado al tigre y al cordero (“la misma ley para el buey y el león es opresión”, escribió en otro momento de su vida). La pregunta del Blake va al meollo de la cuestión del bien y del mal; en definitiva, de lo que somos o de lo que nos conforma, ya que todos somos en algún momento o bien tigres o bien corderos. ¿De qué estamos hechos, entonces? ¿Qué mano forjó nuestra terrible simetría?

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Tigre, dibujo de William Blake

La línea de sombra.

DoorsHace unos días encontré el siguiente problema: “Si no tuviésemos ojos, estaríamos imposibilitados para ver los colores. ¿Qué parte de la realidad, entonces, nos estamos perdiendo por no poseer los órganos adecuados?” Este tipo de cuestiones me resultan muy entretenidas. Intentar, al menos, imaginar un aspecto físico de la realidad que no podemos percibir es un buen ejercicio mental. Ahora encuentro esta cita de William Blake, quien la escribió en su libro El matrimonio del cielo y el infierno, de 1790: “Si las puertas de la percepción se abrieran, todo le aparecería al hombre como es: infinito”. La idea es la misma: accedemos sólo a aquello que nuestra percepción nos permite. El mundo, tal como es, para nosotros es algo inaccesible; sólo vemos una pequeña, pequeñísima parte de él. Accedemos a sombras, nunca a lo real en sí.

De todos modos, mejor no quejarse; si queremos podemos reconocer que hay cosas bellas, muy bellas, para ver y seguir viendo.