«La condición es la trampa de los dioses». Cuando un dios (hablo de la mitología en general pero quisiera hacer hincapié en la mitología griega en particular) brinda un favor siempre pone una condición; pero es allí, en esa condición, donde está la trampa. Es allí por donde se colará la tragedia en la vida del protagonista. Si un dios otorga la inmortalidad siempre habrá un detalle por donde la muerte entrará en la vida del personaje y, lo que es más importante, es precisamente por allí por donde toda la historia tendrá sentido.
Si nos fijamos bien, lo mismo ocurre con el dios de los cristianos o el de los otros dos grandes monoteísmos actuales. Dios da la vida eterna, promete felicidad y bienestar eternos pero… las condiciones son las que determinarán si esos beneficios serán recibidos por el protagonista. Es decir, su amor es un amor condicionado. «Yo, Jehová, te doy el libre albedrío y la promesa de la vida eterna en el cielo; pero… debes creer en esto y en esto; debes seguir estas y estas normas, etc.». Son esos peros, al final, los que echan por tierra toda la ideología monoteísta, ya sea judía, musulmana o cristiana.