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Dijo Nietzsche: «Un alemán que tuviera la desfachatez de afirmar “Dos almas, ¡ay!, moran en mi pecho”, estaría atentando gravemente contra la verdad, o mejor dicho, se estaría quedando muchas almas por detrás de la verdad».
Al respecto, comenta Byung-Chul Han: «Quien afirme tener dos almas en el pecho, escribe Nietzsche, atenta gravemente contra la verdad. Se queda muchas almas por detrás de la verdad. La vida es el camino a través de innumerables almas: «Mi camino atravesó cien almas». La muerte saca adelante la vida. La vida atraviesa la muerte. Se vive muriendo. La vida es un «ir muriendo permanentemente». El «camino a través de innumerables almas» no se recorre dialécticamente. Lo que caracteriza al peregrino que recorre las almas no es la superación ni el deseo de acumulación, sino la despedida. La vida es un permanentemente duelo sin compensación dialéctica: «Recorrí mi camino atravesando cien almas, algunas despedidas tuve ya, conozco las horas últimas que rompen el corazón». (Caras de la muerte, p. 109).
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Cuando leí este fragmento de Byung-chul Han no pude menos que recordar Límites, aquel poema de Borges que suelo citar demasiado a menudo aquí, sobre todo estos dos versos: «Para siempre cerraste alguna puerta / y hay un espejo que te espera en vano» que me parecen la síntesis de lo que expresaron ambos filósofos: la vida como un devenir constante del que no siempre (o, mejor dicho, casi nunca) somos conscientes. Todo es una despedida constante y nosotros mismos estamos en un estado de modificación personal permanente, es decir, que de alguna manera estamos despidiéndonos de nosotros mismos a cada momento.
Casualmente hace unos días escribí en mi diario: «Cualquier persona que sostenga sus convicciones por más de seis meses debería ser considerado como un conservador». La cita resultó premonitoria de lo que leería dos días después; pero eso no es raro, seguramente algún tiempo atrás, vaya uno a saber cuándo, ya había leído ese fragmento de Nietzsche y, como dije, esos versos de Borges siempre están en mi memoria, así que el hecho de que yo diga algo así no significa nada más que tal vez el germen de esa idea que creí mía no lo era tanto. Otra pequeña modificación, y esto no me molesta en absoluto; es que esa cita la escribió otro Borgeano; uno pretérito. El de hoy ya sabe, ahora, que no fue nada original cuando escribió eso.
Veremos qué dice el de mañana con respecto a esto que aquí se termina…