Amor condicionado

 

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«La condición es la trampa de los dioses». Cuando un dios (hablo de la mitología en general pero quisiera hacer hincapié en la mitología griega en particular) brinda un favor siempre pone una condición; pero es allí, en esa condición, donde está la trampa. Es allí por donde se colará la tragedia en la vida del protagonista. Si un dios otorga la inmortalidad siempre habrá un detalle por donde la muerte entrará en la vida del personaje y, lo que es más importante, es precisamente por allí por donde toda la historia tendrá sentido.

Si nos fijamos bien, lo mismo ocurre con el dios de los cristianos o el de los otros dos grandes monoteísmos actuales. Dios da la vida eterna, promete felicidad y bienestar eternos pero… las condiciones son las que determinarán si esos beneficios serán recibidos por el protagonista. Es decir, su amor es un amor condicionado. «Yo, Jehová, te doy el libre albedrío y la promesa de la vida eterna en el cielo; pero… debes creer en esto y en esto; debes seguir estas y estas normas, etc.». Son esos peros, al final, los que echan por tierra toda la ideología monoteísta, ya sea judía, musulmana o cristiana.

El salvaje y yo

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonías?
Jorge Luis Borges.

ef6da6925b4afe1547e66184151c9229Leo esta frase de Winwood Reade: «El salvaje, el hombre primitivo, vive en un mundo extraño, un mundo de providencias especiales y de interposiciones divinas, que no tienen lugar espaciadamente, muy de vez en cuando y en aras de una gran finalidad, sino a diario, casi a cada hora… La muerte, en sí misma, no es un evento natural. Tarde o temprano, los hombres enfurecen a los dioses y son asesinados. Para quienes no han vivido entre los hombres primitivos, es difícil entender con total perfección el alcance de su fe. Cuando se le señala que sus dioses no existen, el hombre primitivo se limita a reír, maravillándose, sin más, de que se haga tan extraordinaria observación… Su credo está en armonía con su intelecto, y no puede ser modificado si antes no se modifica su intelecto.»

Bien, estoy de acuerdo con esta explicación de Reade. No creo que nadie pueda oponerse a ella. El punto es que no veo razón alguna por la que esta frase no pueda ser aplicada a cualquier tipo de creyente. ¿Será porque el «salvaje» siempre es el otro? ¿Será porque uno siempre encuentra tan fácil justificarse que no puede ver ni siquiera un poquito más allá el alcance de sus propias palabras?

Cuando leí esto recordé los versos de Borges con los que abrí éste post. Si el salvaje siempre es el otro, ¿Qué sucede cuando el otro soy YO?

Sermón de domingo.

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De vez en cuando me agarra fuerte, en general cuando soy testigo de un hecho de cierta violencia o crueldad. Algo así me sucedió hace un par de meses y a raíz de ello escribí el texto que sigue a continuación. Lo encontré ayer y me pareció que podía compartirlo con ustedes. Hoy domingo es un buen día para ello; éste es pues, mi sermón para hoy:

Somos una lacra, no cabe ninguna duda de ello. El hombre es la mejor y la peor creación de la naturaleza; la mejor se logra cuando este animal se sobrepone a ese lado animal, precisamente. El hombre es la mejor de los animales cuando deja de ser animal. Pero eso, por desgracia, no ocurre a menudo. Siempre parece aflorar en nosotros un costado salvaje y es por ese resquicio que dejamos entrar a la crueldad y a la estupidez. El hombre, en general, es detestable. Sus pretensiones son absurdas y grandilocuentes: ser el centro de la creación, ser inmortales, etc. Ése tipo de ideas es el que más daño ha hecho a la humanidad y a la Tierra en sí misma. Es ése tipo de ideas el que ha llevado a cierta clase de hombres a engañarse y a engañar a miles de millones de personas a lo largo de la historia para hacer de ésta el caos repugnante que podemos ver cuando miramos hacia atrás. Todo el dolor infligido a lo largo del tiempo proviene de estas ideas de centralidad ridícula. ¡Qué distinto hubiese sido todo si desde el principio el hombre hubiese tomado conciencia de lo que realmente es: sólo un eslabón más de la cadena de la naturaleza! Un eslabón con características particulares, sin duda, pero sólo eso, un eslabón más y nada más. También las aves, en su capacidad de volar, tienen una característica particular; o los delfines, en su capacidad de nadar y comunicarse tienen capacidades particulares. Podríamos, claro está, seguir enumerando a cada especie y podríamos atribuirle alguna característica particular y única (y llegado el caso de que se pudiera encontrar una animal cuya existencia no tuviese una capacidad particular y única, ésa sería, pues, su capacidad particular y única). Así que esa pretensión de centralidad y universalidad es tan ridícula que sólo hace falta mirarse en el espejo para darse cuenta de su absoluta ridiculez. ¿Es eso que vemos frente a nosotros lo mejor y más excelso de la creación? ¿El animal más salvaje, cruel y contradictorio es lo mejor que pudo haberse creado? ¿El que mata por placer, el que destruye todo a su paso, el que tortura, el que somete, el que viola, el que destruye sólo por desidia y aburrimiento o, peor aún, por crueldad lisa y llana? ¿Ése es el punto álgido y exquisito de la creación? Más bien parece un prototipo; un boceto para tiempos mejores; una idea esbozada para luego pulirla y mejorarla y así llegar al diseño final; pero por ahora el hombre no es más que un objeto mal hecho, mal diseñado y peor terminado.
Sé que este animal que se llama “el hombre” tiene la posibilidad de superarse, de dejar de ser un mero animal para poder llegar a convertirse en hombre a secas; pero mientras tanto se hace indispensable derribar a todas aquellas barreras que le impide lograr esa superación; la primera de ellas: la religión. La religión es la más poderosa herramienta que ha encontrado la estupidez y la malicia para cebarse en la ignorancia general y así someter a la humanidad toda en beneficio propio. La religión no tiene disculpa ni perdón. Es el peor enemigo del hombre y, por extensión, de la naturaleza toda. Acabar con la religión es el objetivo supremo de todo hombre, ya que permitir su existencia es dejar que se abran nuevamente las puertas a la ignorancia y la manipulación y, por consiguiente, a todos los males que estas dos hermanas gemelas traen consigo.
El odio a Dios es una necesidad y, sobre todo, claro está, a su casta sacerdotal, lo más repugnante de ese nivel primitivo llamado “el hombre”.

Los límites de nuestra ignorancia.

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«Dios es el horizonte de sucesos de nuestra ignorancia. Cuando una persona creyente se encuentra frente a una pregunta sin respuesta, enseguida -sin detenerse a pensar siquiera- recurre a Dios en cualquiera de sus formas: como causa primera (¿Quien hizo todo?) o como salvavidas apto para cualquier situación (Los caminos de Dios son misteriosos; Sólo dios lo sabe, etc.). Si, entonces, Dios es el límite de nuestra ignorancia, el conocimiento es el que reduce los límites de la idea de un ser metafísico hasta hacerla desaparecer. Por supuesto, no es necesario que la relación entre uno y otro aspecto de la ecuación se establezca en relación directa, no. Del mismo modo en que no es necesario haber comprobado empíricamente que Plutón tarda algo mas de doscientos años en dar una vuelta alrededor del sol sino que esto se sabe con el auxilio de la matemática y de la física, también es más que suficiente el haber probado que el concepto de dios esta sujeto a modificaciones (a mayor grado de conocimiento, menor la necesidad del concepto divino; a menor grado de conocimiento, mayor la presencia de ese concepto) y, como el concepto de Dios, por su misma esencia, no puede estar sujeto a modificación alguna, de ello se deduce que ese concepto debe ser, entonces, falso.»

Leroy Earnest Corwin «Un hombre de principios».

Relaciones.

Max Ernst - Dioses desconocidos

Dioses desconocidos – Max Ernst

A veces las diversas y azarosas lecturas hacen que en un lapso de tiempo breve nos encontremos frente a textos que pueden unirse, hermanarse, enriquecerse mutuamente. Algo así me pasó con esta pintura de Max Ernst (mi artista plástico preferido, así que no es extraño que esté viendo cosas de él) y el poema de Langston Hughes que sigue a esta breve introducción. Al contrario de lo que me sucede con Ernst, Hughes es un poeta que no he leído, salvo en ocasiones de encontrar alguno de sus textos en una antología o en una revista. Ayer leí éste poema y un par de días antes había visto el cuadro. Y eso es todo, lecturas azarosas, una relación, y esta entrada. Ustedes sabrán disculpar el atrevimiento de una traducción propia.

Dioses –

Los dioses de marfil,

Y los dioses de ébano,

Y los dioses de diamantes y jade,

Se sientan en silencio en los estantes de los templos

Mientras el pueblo

Tiene miedo.

Sin embargo, los dioses de marfil,

Y los dioses de ébano,

Y los dioses de diamantes y jade,

Son solamente marionetas tontos dioses

Que el propio pueblo

Ha creado.

Langston Hughes

Crear una nueva ciencia.

Free

«Yo soy mi libertad, apenas me habías creado cuando deje de pertenecerte. La naturaleza dio un salto atrás, pero para mí los años no pasaban, me sentía muy solo en medio de tu mundo bien intencionado, como un hombre que perdió su sombra. En el cielo no quedaba nada, ni bueno, ni malo, ni nadie que me diera ordenes, pues yo soy un hombre y cada hombre debe hacer su propio rumbo, tu no puedes castigarme, ni reprenderme, por eso te doy miedo»

Jean Paul Sartre. Las moscas.

La libertad de Orestes (el personaje de Las moscas que expone lo citado más arriba) define su postura existencialista, como también lo hacen los sentimientos de arrepentimiento o de angustia. El hombre nace y pronto se ve abocado a situaciones problemáticas y absurdas, de las que sale mejor o peor parado, pero con experiencia. La misma existencia es un poder ser y por eso es incertidumbre, riesgo, decisión. Por ello es necesaria una ciencia que aclare el enigma del fundamento del existir. Me parece que ésa sería una hermosa tarea: crear una ciencia que aclare el enigma del fundamento del existir. ¿Será posible llevar adelante tal tarea? ¿Cuál sería el primer paso que debería darse? Se me ocurre alguno; pero sería demasiado nihilista y no creo que vaya a ser aceptado. Si alguno tiene una idea que me pueda servir de punto de partida, pues a compartir, que el tema es de los mejores.

En el nombre de Dios

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Un grupo de los intocables de la India central, impedidos de entrar en los templos junto con otros hindúes, decidieron tatuarse el nombre de Dios (Ram) en sus rostros y cuerpos. Una forma de decir que «ellos también podían tener a Dios». Esto enfureció a las castas superiores; quienes sentían que estaban contaminando el nombre de Dios con sus cuerpos intocables. A partir de ese momento esa casta fue conocida como los Ramnamis.

Fuente: Olivia Arthur

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Einstein, una respuesta

En 1951, una mujer de nombre Marion Block envió una carta al Profesor Albert Einstein, ya una figura prominente, con la pregunta “¿Por qué estamos vivos?. Einstein se tomó el tiempo de responder, y aunque su respuesta es corta, deja clara su perspectiva sobre la religión y su actitud ante la vida.

«Querida señorita Block,

La pregunta “Por qué” en la esfera humana es fácil de responder: para crear satisfacción para nosotros y para otras personas. En la esfera extra-humana la pregunta no tiene relevancia. Además la creencia en Dios no es una salida, puesto que en este caso se podría preguntar “Por qué Dios”.

Sinceramente,

Albert Einstein.»

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Breve, conciso, definitivo.

Ser «Anti» no siempre es ser negativo

«Odio a los indiferentes. Creo que vivir es tomar partido. Quien verdaderamente vive no puede dejar de ser ciudadano ni de tomar posición. La indiferencia es abulia, es parasitismo, es cobardía, no es vida. Por eso, odio a los indiferentes. La indiferencia es el peso muerto de la historia. Es la bola de plomo para el innovador y la materia inerte en la cual frecuentemente se ahogan los entusiasmos más esplendorosos». Antonio Gramsci.

 Hace unos días tuve la fortuna de conocer a Fernando Esteban Lozada (Ex presidente y titular de relaciones interinstitucionales de la Asociación Civil Ateos Mar del Plata y organizador del IV Congreso Nacional de Ateísmo que se llevará a cabo el próximo 7 y 8 de diciembre), con el cual mantuvimos una agradable charla que duró un buen par de horas. Estuvimos de acuerdo en casi todos los puntos, inclusive en el cansancio que ya producen los inevitables debates o –por qué no usar el término– confrontaciones con los creyentes que uno se encuentra a lo largo de los días. Estuvimos de acuerdo en la necesidad de no ser excesivamente violentos en estas discusiones, ya que los ateos venimos con una carga de mala publicidad que a la menor muestra de énfasis o intransigencia se torna una herramienta todopoderosa en manos de nuestros contrincantes. Pero aquí yo me permití una salvedad. En mi caso en particular (éste es otro punto a tener en cuenta: los ateos no somos una masa indiferenciada de pensamiento) reconocí que, en determinados casos, abandono (y creo que se debería abandonar de manera terminante) todo límite de tolerancia. Hay situaciones en donde no se puede ser tibio ni condescendiente. Hay situaciones en donde se debe confrontar con todas las herramientas que uno posea y, si es posible, se deben conseguir más y mejores. Me refeiro, por ejemplo, a casos como los que siguen:

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Tres casos similares: padres que dejan morir a sus hijos porque prefieren rezar antes que llevarlos al médico. No se puede se condescendiente en estas situaciones y no me importa que me llamen fanático por mi postura ante casos como estos; y lo que digo no es ninguna exageración, las religiones y las personas religiosas tienen un estatus que los demás miembros de la sociedad no poseemos. Cualquiera de nosotros, si dejáramos morir a uno de nuestros hijos (bajo terribles padecimientos, como dice el titular del último recorte) seríamos juzgados y condenados por negligencia y abuso de un menor, pero quienes hacen lo mismo amparándose en el nombre de Dios son dejados en libertad.

Y hay muchísimos casos más que podrían seguir ilustrando esta entrada: los Testigos de Jehová que no permiten que se les realice transfusiones de sangre a sus hijos aun si esto les acarrea la muerte, los castigos a aquellas menores (generalmente niñas) «poseídas» por algún demonio, las delirantes mujeres que han escuchado la voz de Dios diciéndole que maten a sus hijos (y que lo han hecho, en otro momento hablaré de ello) o el fanatismo idiota del hombre que cortó su mano y la cocinó en un microondas porque ésta «tenía la marca del diablo».

Y ya he hablado, en su momento, de los bondadosos musulmanes. Pero como muestra, dejo sólo un recordatorio:

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Es en estos casos cuando mi ateísmo privado y silencioso quiere volverse antiteísmo liso, llano y directo. Antiteísmo y antirreligiosidad. No se puede permitir que el derecho a creer en lo que uno quiera se convierta en el derecho a decidir sobre la vida y la muerte de un inocente. Es por ello que incluí la cita de Gramsci que abre esta entrada. Porque aun hoy hay muchos –incluso personas que no son particularmente religiosas– que tiemblan ante la sola idea de enfrentarse a un creyente, por más ignorante o salvaje que sea su creencia pretendiendo que esos «son temas privados». Esa gente son los indiferentes de los que habla el autor italiano y; en mi caso particular los odio tanto como a los que dejan morir a sus hijos en el nombre de Dios o de quien sea.

Las Tres G’s

Esto lo encontré en un libro llamado The Book Of Numbered Lists, de Gwen Foss (Perigee Books, 1º Ed., 1998; Pág. 21). El libro en sí no es más que la recopilación de datos en forma de listas para referencia o -y supongo que éste es el uso más común de este tipo de libros- como mera curiosidad.
Y entre las muchas curiosidades que posee me detuve en ésta:

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Para quienes no leen inglés les comento que según el folklore norteamericano éstas son las tres G’s que han hecho grande a América («América», por supuesto, la de ellos):

1. God (Dios)
2. Guns (Armas)
3. Guts («Entrañas»; «Tripas»; «Cojones»)

Da gusto ver que la gente sigue permitiéndose hacer de Dios lo que se le antoja. Ahora podemos entender el porqué de las actitudes del bendito país del norte.
Estoy de acuerdo con ellos solo en parte: Sí creo que tienen a Dios de parte de ellos (después de todo, ¿No lo tiene todo el mundo? Pregúntenle a cualquier creyente y después me cuentan: Dios siempre está de SU lado y quien piense diferente está irremediablemente equivocado, además de perdido). Sí creo que tienen las armas; después de todo son el país que más armas fabrica, así que sería estúpido que ellos no fueran quienes se quedaran con la mayor cantidad y las de mejor calidad.
En lo que no estoy de acuerdo es en lo de las «Entrañas». No creo que sean tan machos como ellos mismos creen después de ver una peliculita de Stallone o de Schwarzenneger; pero esto es solo una opinión, nada más.
Se me ocurre que podrían poner un cuarto término a la serie: «Gusanos» no estaría mal, pero no vale porque es una palabra en español; y como dijo hace unos años un imbécil de cuyo nombre no quiero acordarme en la revista Vanity Fair: «El español es un idioma de sirvientes»; y ya se sabe, los sirvientes no tenemos Dios, ni Armas, ni Entrañas.