De regreso a la Edad Media (por el camino más corto)

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El triunfo de la muerte – Pieter Brueghel

Seguimos con la historiadora Fallena Montaño, ya que había más material, con más errores que los que señalé en la entrada anterior. Veamos este párrafo: «El miedo es parte de la humanidad, por eso resulta una falta de tino calificar de ignorantes las expresiones religiosas exacerbadas, que son una respuesta natural ante el temor que ocasionan, por ejemplo, las pandemias». Para empezar, cualquier cosa exacerbada me parece peligrosa, pero en particular las expresiones religiosas me parecen peligrosas si no se les pone coto. La misma historiadora, al final del artículo, dice algo que debería haber hecho que reflexionara sobre sus primeras palabras; pero parece que no tuvo tiempo. Antes de llegar allí, pasemos por esto:

«Cuando hay algo que no puedes comprender y que está más allá de tus posibilidades resolver, le rezas a quien sea y haces lo que sea para tratar de sobrevivir. Es así como surgieron santos es especializados en curar pandemias, por ejemplo, San Sebastián, cuyo culto fue incluso traído a la Nueva España. En el oriente de Europa fue San Demetrio el protector de Grecia y el imperio Bizantino. Alrededor del año 418, las reliquias de San Demetrio fueron depositadas en la iglesia de Tesalónica; desde entonces, esa ciudad griega se convirtió en el gran centro de su culto. Los creyentes acudían en grandes multitudes al santuario

En el siglo VI, durante una epidemia, supuestamente de malaria, se hallaron unos restos en la ciudad italiana de Pavía que se atribuyeron al santo; los trasladaron a un templo y se dice que la enfermedad cesó milagrosamente en ese lugar en ese mismo instante. Desde entonces, San Sebastián gozó de gran popularidad en Italia y, por extensión, en toda Europa, pues se le invocaba para terminar con las diversas plagas que siguieron ocurriendo.

Durante muchos siglos fue común que las reliquias de muchos otros santos, tanto huesos como telas de sus vestimentas o sandalias que se decía habían portado, se usaran para hacer tés curativos. Pulverizaban los huesos o cortaban pedacitos de otras piezas de las reliquias y se los tomaban, sobre todo los emperadores y los reyes; esas eran sus nanopartículas milagrosas».

San Sebastián intercediendo por la peste

Bueno, pues si eso no requiere un trato preferencial, no sé qué otra cosa lo merece. Está bien, saquemos la burla del campo de juego, ya sabemos que vivimos tiempos de hipersensibilidad y que burlarse de cualquier cosa hoy está mal visto (dos cosas: lo de la burla lo dijo la historiadora, no yo; segundo ¿alguien más tiene la sensación de que por todos lados está tratándose de terminar con el humor? Ahora no se puede hacer un chiste de nada y eso es preocupante; a lo largo de la historia los fascistas han sido aquellos con menor sentido del humor). Sigamos. Vamos a la frase final que señalé antes. Dice Fallena Montaño:

«En el mundo musulmán hubo interés por traducir los tratados de medicina en griego de Aristóteles y de Dioscórides, precisamente, para buscar sanar a las personas. Pero también hubo grupos muy religiosos que no querían contradecir los designios divinos, pensaban que las pestes eran castigos de Dios, entonces se oponían a las curas y aceptaban que la pandemia tenía el propósito de limpiar al mundo.

Por eso hubo grupos cristianos que atentaron contra los judíos, exterminaron barrios completos en las ciudades al hacerlos responsables de las epidemias, no sólo a ellos sino a todos los grupos que fueran en contra de los dogmas cristianos.

La xenofobia brota en las crisis sanitarias, porque transferimos el miedo que tenemos a la enfermedad, al otro que no conocemos, y que creemos culpable de las tragedias. Nos volvemos violentos porque tenemos miedo».

Un grupo de enfermeros -de los que cualquier sociedad sana debería sentirse orgullosos- pidiendo no ser víctimas de ataques.

Bueno, si este tipo de ideas no merecen las burlas, tal como la historiadora dice al inicio del artículo, por lo menos merecen el mayor de los desprecios, digo yo ahora que estoy terminando. Y es que este es otro ejemplo de lo que yo llamo el «justificar lo injustificable»; lo cual no es más que una nueva costumbre nacida del seno del más acérrimo posmodernismo. Ahora cualquiera se arroga el derecho a que su estupidez sea considerada en igualdad de condiciones con la palabra del sabio sólo porque ambos son personas. Y no; no es por ese camino que se avanza sino que, por el contrario, podemos asegurar que es el camino perfecto para el retroceso. No me importa la libertad religiosa de cada uno del mismo modo que no me importa absolutamente nada de las particularidades de las personas; pero si alguien quiere escudarse en el miedo (miedo hijo de la ignorancia, como bien señaló Fallena Montaño) para sacar a relucir su brutalidad, su racismo, su intolerancia, es decir, y permítanme la redundancia, su más profunda ignorancia; no sólo se hace merecedor de cualquier burla que ande dando vueltas por allí, sino también del desprecio general y, llegado el caso, hasta de la cárcel.

Justificar al ignorante sólo porque tiene derecho a ser ignorante es reabrir el camino hacia una nueva Edad Media, camino que habíamos cerrado como humanidad, no hace demasiado tiempo. Es una pena que les haya tomado mucho menos para desandar el camino.

El significado de los gestos en la iconografía cristiana medieval

 

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Cuando nos acercamos a una pintura u obra medieval vemos, casi siempre, al personaje central de la obra mirándonos directamente a los ojos mientras que sus manos forman un signo del que hoy, nosotros, hemos olvidado su significado. Así es que podemos observar a un Cristo pantócrator con su mano derecha alzada en un extraño gesto o a un San Lucas que sostiene un libro con su mano izquierda (otro símbolo) mientras que con la derecha señala a lo alto; una María con sus brazos cruzados sobre el pecho o a un San Mateo señalando un pasaje determinado en su biblia.

Ésta es una antigua tradición retórica greco-romana que sobrevivió en la iconografía cristiana medieval. En la Antigüedad, tanto los griegos como los romanos habían desarrollado un sistema bien establecido de gestos utilizados por oradores y retóricos al dar sus discursos, ya sea en el ágora, en el senado, durante sus alocuciones privadas o en el aula de clase.

Esta gestualidad que acompañaba la oratoria, naturalmente, era de conocimiento público; y de este modo el orador podía acentuar de manera específica un pasaje determinado de su discurso. Así, no es de extrañar que los primeros iconógrafos hayan utilizado este repertorio de gestos de las manos al representar a Cristo, a sus santos y a los ángeles.

Dejo aquí una pequeña galería con los gestos más comunes (¿tal vez los más importantes? no lo sé; supongo que al ser los más reproducidos también son los más importantes, pero no puedo estar seguro de ello por el momento) y su significado. Así, cuando veamos una pintura medieval, podremos dialogar con más profundidad con quien nos esté mirando desde la tela y desde la historia.

.Para ver las imágenes en mayor tamaño, hacer clic sobre una de ellas.

La cruz y la concha

 

Hace un tiempo encontré, al salir de un ascensor en un hotel y restaurante de esta ciudad de Morelia, una pequeña capilla preparada para el servicio de los huéspedes. No dejó de llamarme la atención que un hotel y restaurante tuviera un servicio así; pero como aquí la presencia cristiana es por demás fuerte y antigua, uno termina acostumbrándose a que por todos lados haya cruces o iglesias o capillas. Lo que sí llamó más mi atención, fue que la gran cruz de piedra caliza tenía tallados símbolos masones:

 

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No es la primera vez que me encuentro con símbolos masones en las ciudades que visito; pero el hecho de encontrarlos en una cruz y en un lugar público fue —al menos para mí—, por demás curioso. Ahora, hace un par de semanas, fui de visita a Tzintzuntzan; un pueblo mágico del estado de Michoacán, al que suelo ir cada tanto para visitar sus yácatas (construcciones de piedra de las que hablaré en otro momento) y para comer algunos de sus platos típicos en la plaza central del pueblo, la que se encuentra, por supuesto, al frente de la iglesia. Esta iglesia franciscana es muy bonita, luminosa (no como otras donde uno siente que acaba de entrar a una catacumba) y su techo está adornado con paneles ilustrados con coloridos dibujos religiosos. A la salida, caminando por los amplios jardines que nos llevan a la plaza antes citada, encontré esta cruz de piedra caliza, con los mismos símbolos masones:

 

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La única diferencia entre ambas cruces son las conchas de vieira en los brazos de la segunda cruz. La concha de vieira es un símbolo que nos llega desde España y que recibe el nombre de «Concha de Santiago», y nos lleva de la mano a ese camino o sendero que, desde todos los rincones de Europa, conducía a los peregrinos al santuario de Santiago de Compostela y que, aun hoy en día, incluye todavía la concha como señalamiento de ruta, pero que, a través de los tiempos, pasó a simbolizar toda peregrinación en sí, hasta el punto de llegar a denominarse también la «Concha del Peregrino» (aunque, para ser exactos, la «Concha de Santiago» se talla, tradicionalmente, a la inversa que en la cruz de la foto; es decir, con la parte convexa hacia el exterior. Entonces los canales de la concha son los que representan a los caminos que terminan en Santiago).

Por cierto, y totalmente al margen. Buscando información sobre estos símbolos, encontré que la concha de Santiago (o la del peregrino, vaya uno a saber la naturaleza de la distinción) fue uno de los símbolos del renunciante Papa Benedicto XVI. Se encuentra tanto en su escudo como es su vestimenta oficial.

 

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Más allá de la poca simpatía que me despiertan las personas que se esconden detrás de símbolos o signos, no puedo menos que reconocer que encontrar estas cosas a lo largo de mi camino es algo que me resulta fascinante. Por una parte le añaden encanto a cada uno de mis paseos; por otro, me recuerdan que no hay que dejar de mirar con atención a todo lo que nos rodea. Lo maravilloso siempre está allí, en lo natural o en lo artificial; y es parte integral del viaje el descubrirlo o el dejarlo pasar sin darle la debida importancia.

La monja que huyó para siempre

 

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Gary Brannan y Sarah Rees Jones examinando uno de los registros del arzobispo William Melton.  Fotografía: Universidad de York

 

Un equipo de historiadores medievales que investiga los archivos de la Universidad de York (Reino Unido) ha descubierto, casi por casualidad, la curiosa historia de Juana de Leeds: una monja del siglo XIV que fingió su propia muerte para escapar de su convento y poder disfrutar de una vida de «lujuria carnal». La historia ha sido develada gracias a una pequeña nota escrita en latín encontrada en uno de los dieciséis tomos donde se registraban los asuntos religiosos de York a partir de 1304.

El mensaje fue escrito por el arzobispo William Melton allá por 1318, e instaba a la religiosa a regresar al convento de St. Clement. «Adviertan a Juana de Leeds, monja de San Clement de York, que debe regresar a su casa», dice el texto. A su vez, el mensaje también indicaba que, según los rumores, la monja benedictina había caído en «el camino de la lujuria carnal» y había obviado su compromiso religioso con «imprudencia». Lo más curioso es que, siempre según los investigadores, la religiosa lo logró orquestando un plan digno de una película de Hollywood. En el mensaje escrito por el obispo se explica que, «con la ayuda de muchos cómplices y malhechores, creó con malicia un maniquí a la semejanza de su cuerpo» para «engañar a los fieles devotos» y «Ella tuvo la desvergüenza de procurar su falso entierro en un espacio sagrado para los religiosos del lugar».

 

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El volumen que detalla la historia de Juana de Leeds. Fotografía: Registro arzobispal de la Universidad de York.

Y siguen las notas del arzobispo: «De una manera astuta e infeliz, dándole la espalda a la decencia y al bien de la religión», la monja «pervirtió su camino de forma arrogante» y lo cambió por el de «la lujuria carnal, lejos de la pobreza y la obediencia tras haber roto sus votos y descartando el hábito religioso». «Ahora deambula fuera a pesar del peligro que supone para su alma y del escándalo que existe en toda la orden».

Al parecer, hubo un gran revuelo cuando se descubrió que la monja no había fallecido y que había abandonado el monasterio a cambio de una «vida de indecencia» en Beverley, a 30 millas de su convento. En ese momento, el arzobispo le exigió que regresara, indignado porque una mujer cristiana hubiera actuado de una forma tan «astuta y perversa».

Por último, los investigadores todavía no han logrado averiguar si esta monja descarriada fue devuelta al convento o no. Un dato que, según afirma la profesora Sarah Rees Jones, será casi imposible de averiguar. «Desafortunadamente, y aunque es muy frustrante, no sabemos qué pudo suceder con ella. Hay bastantes casos de monjes y monjas que abandonaron su monasterio y de los que no sabemos nada». Este curioso escándalo de la época ha sido encontrado durante el proyecto de digitalización de los registros guardados por William Melton, arzobispo de York desde 1317 hasta 1340.

Ya que nada podemos saber de lo que sucedió con la monjita en cuestión, cada uno puede terminar la historia como quiera, ya que todos los caminos se encuentran abiertos y todos ellos son casi igualmente posibles. Yo la dejo libre para siempre, pero no porque sea el final que más me guste a mí, sino porque es lo que ella quiso. Suelo desconfiar, también de los hombres encumbrados en las cúpulas religiosas (y tratándose de la edad media, pues ni hablar); así que esa indecencia tal vez no fuera tal. Tal vez la Juanita se enamoró de verdad y huyó por él o por ella. Tal vez tuvo tres, diez o cien amantes ¿Qué importa? En mi final ella se va para no volver y, mientras pasan los créditos en la pantalla de mi imaginación, suena una canción donde la voz de la misma Juana nos dice que sí, que valió la pena, hasta el último bendito segundo.

Salvajismos

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonías?

Jorge Luis Borges.

 

ajedrez

 

Leo esta frase de Winwood Reade:
“El salvaje, el hombre primitivo, vive en un mundo extraño, un mundo de providencias especiales y de interposiciones divinas, que no tienen lugar espaciadamente, muy de vez en cuando y en aras de una gran finalidad, sino a diario, casi a cada hora… La muerte, en sí misma, no es un evento natural. Tarde o temprano, los hombres enfurecen a los dioses y son asesinados. Para quienes no han vivido entre los hombres primitivos, es difícil entender con total perfección el alcance de su fe. Cuando se le señala que sus dioses no existen, el hombre primitivo se limita a reír, maravillándose, sin más, de que se haga tan extraordinaria observación… Su credo está en armonía con su intelecto, y no puede ser modificado si antes no se modifica su intelecto.”

Bien, estoy de acuerdo con esta explicación de Reade. No creo que nadie pueda oponerse a ella. El punto es que no veo razón alguna por la que esta frase no pueda ser aplicada a cualquier tipo de creyente. ¿Será porque el “salvaje” siempre es el otro? ¿Será porque uno siempre encuentra tan fácil justificarse que no puede ver ni siquiera un poquito más allá el alcance de sus propias palabras? Cuando leí esto recordé los versos de Borges con los que abrí esta entrada. Si el salvaje siempre es el otro, ¿Qué sucede cuando el otro soy yo?

Hoja de ruta (VII) Sincretismo a la boliviana. Copacabana (II)

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Antes de irnos de Copacabana, cosa que queríamos hacer cuanto antes en vista de lo mal que nos iban las cosas, subimos al mirador o ascenso del Calvario; es decir, a la elevación mayor de las que rodean al lago Titicaca (del cual no he tenido la oportunidad de hablar. Vayan entonces un par de datos apurados: el Lago Titicaca es el lago navegable más alto del mundo, a 3800 metros sobre el nivel del mar y tiene una superficie de 8562 km², lo que lo convierte en el 18° en tamaño. Se encuentra dividido entre Perú y Bolivia).

 

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Bien, el ascenso al cerro El Calvario no es demasiado exigente; pero para aquellos que no solemos vivir a casi cuatro mil metros sobre el nivel del mar, ya requiere un notable esfuerzo el solo acto de caminar, así que de todos modos ese ascenso se hace lento y pausado. A lo largo del camino se van siguiendo las catorce estaciones del calvario de Jesús. Llama la atención el fuerte sincretismo que no se oculta en lo más mínimo. Si en Copacabana, en la misma esquina de la iglesia podemos encontrar un cartel que dice «Area de bendicion de vehiculos. Solo dos carriles» (Sic) (Ver foto), a medio camino del ascenso podemos encontrar un altar donde puede leerse el siguiente cartel: «Bienvenidos a sagrado corazon de Jesus donde se sauman challan todos sus objetos deseados autos casas dólares etc.» (Sic, Sic, Sic) (Ver foto).

 

Ya en la cima, además de deleitarnos con la estupenda vista del lago Titicaca y de Copacabana, pudimos ver cómo un chamán oficiaba una ceremonia donde una familia SAMSUNG CAMERA PICTURESsaumaba fajos de billetes falsos y autitos de juguetes, los cuales pensamos que se trataba de juguetes de los niños, pero no, no era así. En esa ceremonia donde se conjuntaba la virgen María y la Pachamama, Jesús y el humo de hierbas locales en alguna mezcla precolombina, el acto de saumar a esos objetos tenía por objetivo el hacer que luego éstos se produjeran en la realidad. Así uno podía comprar en los muchos puestos ubicados en aquel sitio, una casa, un local comercial, fajos de billetes (depende lo que uno quisiera podía comprar un fajo más o menos voluminoso) o podía agenciarse coloridos diseños confeccionados con dólares dorados y la mismísima virgen María o billetes como el de la mano de Fátima, el que promete «Un millón de manos de Fátima de poder» y también «Limpieza pesada. Descarga absoluta».

 

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Con tanta moral desvirtuada, no me resultó extraño lo que vi un poco más tarde, al bajar de El Calvario. Hace tres años, cuando pasé por este sitio hacia el norte, vi a una anciana cruzar la plaza que rodeaba a la iglesia. Lo recuerdo porque en ese momento la plaza estaba desierta y la anciana caminaba doblada en un extraño ángulo de noventa grados. Su espalda estaba paralela al suelo y debía levantar mucho su cabeza para poder ver por dónde andaba. Ahora volvía a verla esquivando a los que festejaban la fiesta local y luego la encontré dentro de la iglesia, pidiendo limosna. La iglesia estaba llena y tuvimos que esperar a que salieran las autoridades: militares gordos y con cara de pocos amigos (un lugar común, pero eso fue lo que vi), damas vestidas con lo mejor de su vestuario, hombres mayores y jóvenes de impecable traje, niños con camisa y corbata, niñas pulcras y por demás correctas, curas que charlaban con el alcalde o con otras autoridades y mucha gente tomándose una selfie con la virgen. Pero nadie quien le diera a esa anciana una sola moneda. Es claro que esto debe ser así en un sitio donde sólo parece que se pide para uno mismo y nada más. Todo lo demás, eso de querer al prójimo como a uno mismo, hacer el bien sin mirar a quien, lo de que los pobres serán quienes recibirán el cielo y tonterías por el estilo parece que lo perdieron en alguna de las estaciones del calvario o será que tal vez nunca lo tuvieron y se olvidaron de pedirlo.

 

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Mejor en Blu-ray

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«Creer no implica ningún deseo de saber; Todo el mundo lee la Biblia, pero ¿quién lee a Flavio Josefo?» Dijo Arthur Koestler y creo que tiene la razón en un cincuenta por ciento. Es cierto lo que dice que «Creer no implica ningún deseo de saber”; ¿Pero que todo el mundo lee la Biblia? No, ni por asomo. Los creyentes, al menos, no lo hacen; sólo leen —y eso si tenemos suerte— los versículos que el pastor en cuestión le señala y bajo el sentido (es decir la interpretación) que ese pastor le da. Después, leer la Biblia completa y como debe hacerse toda lectura; es decir, con sentido crítico, no, eso no lo hace casi nadie. De allí que esas personas se fanaticen tan fácilmente, de allí que defiendan, si es necesario hasta la muerte (del otro) palabras o “verdades” que no entienden ni entenderán, porque para ello deben leer un libro así de gordo y, además, viejo ¿para qué tanto esfuerzo? Si con sólo preguntarle al pastor ya está…

Vaya, acabo de darme cuenta de que es lo que hacen muchos ante los libros: prefieren ver la película…

Los beneficiarios de las ofensas

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Chesterton no es de mis pensadores ni escritores favoritos. Me parece demasiado evidente su acendrado catolicismo como para que me resulte atractivo. Y no es que exagere en mis diferencias; el que sea católico no significa nada en particular; pero cuando la ideología se pasa a los escritos, haciendo que todos los culpables de delitos o crímenes sean ateos, librepensadores o cualquiera que haya abandonado la fe católica es como demasiado. Sus ensayos tampoco son mucho más sólidos (recuerdo aquel texto en el que alababa a Akhenatón por haber sido el primer monoteísta; como si eso convirtiese al faraón egipcio en el primer Papa o algo similar).

Pero, más allá de que no me guste su forma de pensar, el siguiente fragmento me resulta por demás lógico (es una pena que no lo haya puesto en práctica él mismo): “La blasfemia depende de la creencia, y se desvanece con ella. Si alguien duda de esto, que se siente en serio y trate de crear pensamientos blasfemos acerca de Thor. Creo que su familia lo encontrará al final del día en un estado de agotamiento”.

Es cierto: la blasfemia depende de la creencia y se desvanece con ella. No hace falta más que ver alrededor o decir algo en el lugar inadecuado; de inmediato se verá cómo los religiosos —independientemente del credo que profesen— elevarán la voz argumentando erróneamente que se sienten ofendidos por tal o cual palabra, como si la ofensa fuese un argumento o una razón. Será inútil intentar explicarles algo; intentar razonar o pedir la misma libertad de pensamiento para uno que la que ellos exigen para sus creencias. La blasfemia —palabra infame si las hay— les permitirá a ellos armarse de prerrogativas que no por reales son menos inmorales. Pero ya se sabe: haz lo que digo, pero no lo que hago.

La debilidad de occidente

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Desde hace unos días anda circulando en la red un video de una mujer musulmana, en España, que ataca a una muchacha por usar shorts en público. La mujer en cuestión no parece estar en sus cabales, pero sus argumentos son los que habitualmente usan los extremistas religiosos para justificar sus barbaridades; de allí que sirvan como punto de partida para pensar en este tema.
Las distintas facciones religiosas suelen basar sus “argumentos” en formas como el de la ofensa, el cual es el primero y principal de ellos. Es por demás absurdo ese tipo de planteamientos pero, a pesar de todo, sigue siendo usado y, lo que es peor, se lo sigue permitiendo, y eso no deja de ser sintomático. ¿Por qué un grupo particular de personas se arroga el derecho de sentirse ofendido y de allí pretenden normativizar a todos los demás? El problema con la religión en general es que sus propuestas son válidas sólo para unos pocos de ellos y para nadie más, aun así, pretenden que todos sigamos sus pasos como corderos, sin la posibilidad de individualidad alguna.

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Reciprocidad. Lo que los musulmanes proponen es contrario a las más básicas normas de reciprocidad. Ellos exigen respeto pero no respetan a los demás. Ellos exigen que sus ideas o normativas personales sean permitidas pero no aceptan que otros tengan ideas o normativas diferentes; es más, quieren imponer las suyas aun cuando ni siquiera sean aceptables para el país que les brindó cobijo.

El problema que tiene occidente es que los sistemas democráticos son poco aptos para luchar contra los fanáticos, sean estos cuales fueren. El imperio de las leyes es más útil para los extremistas que para quienes quieren luchar contra ellos, ya que éstos se atienen a los códigos legales, mientras que los primeros no. Claro está; cuando un país (como ocurrió con Francia y su ley contra el uso de la burka) promulga una ley que no les conviene, enseguida saltan al grito de que se están violando sus derechos y demás.

Por último (y sólo por no seguir sumando ítems a esta lista que debería ser mucho más extensa), la mera idea de que cualquier crítica o idea diferente pueda ser considerada como apta de ser castigada con un asesinato —incluso con un asesinato en masa— es la señal de alarma más profunda y digna de ser considerada. La mujer del video del que hablo al principio se nota, como dije, fuera de sus cabales; pero al alejarse dice “esto lo arreglo yo” ¿Cómo lo hará? ¿Ateniéndose a la ley o tomándola en sus propias manos? Si es esto último ¿No es lo que hacen, precisamente, quienes no se encuentran en sus cabales?

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Los imbéciles no dan respiro

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La verdad es que hoy quería hablar de otra cosa, pero una nueva noticia me obliga a tocar un tema similar al de ayer. ¡Es que cuando los Neandertal gobiernan uno no para de sorprenderse, asustarse, indignarse o todo al mismo tiempo! Esta vez le toca el turno a mi querida Argentina con una nueva postura propia de la más acérrima ignorancia y estupidez. El Ministro de Educación Esteban Bullrich propuso incluir a las religiones dentro de la currícula de las escuelas. Así es: «El Ministro de Educación sostuvo que la enseñanza religiosa debe volver a la escuela para que «la luz del cirio pascual» y de la educación vuelvan a brillar más fuerte que nunca». También dijo estar “convencido” de que las enseñanzas del Evangelio y de Jesús, como las de otros profetas y religiones “deben ser aprendidas”.

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El Ministro parece desconocer que en la Argentina la educación laica y la libertad de conciencia están garantizadas en la Constitución Nacional, así que el disparate que promueve no sólo es retrógrado, sino también ilegal; pero ya se sabe; a la derecha, esas cosas de la legalidad y del buen entendimiento entre todos los tiene sin cuidado.

Por fortuna, de inmediato se han levantado voces críticas que advierten del peligro que implica la postura de Esteban Bullrich, como la de la pedagoga Adriana Puiggrós, quien dejó en claro que: «Enseñar religión es retroceder más de cien años», además de señalar que no hay contradicción entre el laicismo y el catolicismo (se pueden ser ambas cosas, claro está; ser laico no significa ser anticatólico; sólo se entiende que la religión y las cuestiones sociales corren por caminos diferentes).

El Ministro de Educación argentino Esteban Bullrich es por demás ignorante, no cabe duda de ello, pero ante todo, es un buen cristiano. ¿Cuál es la razón por la cual la iglesia y el estado (¡Vaya, iglesia y estado, igual que ayer!) querrían incluir a la religión en las escuelas? Dejemos que el humor del chileno Montt lo exponga con más claridad que cualquier párrafo mío:

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