El cartero llama dos veces XXI

En 1938, la señorita Mary V. Ford de Searcy, Arkansas, recibió una carta de rechazo de Walt Disney Productions informándole que las mujeres no tenían ninguna posibilidad de trabajar en el área creativa de su Departamento de Entintado y Pintura, y sólo una pizca de posibilidad de trabajo rellenando celuloides, «el único trabajo abierto a las mujeres». La carta, firmada irónicamente por una mujer llamada «Mary», fue descubierta por el nieto de la Sra. Ford, Kevin Burg, después de su muerte.

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Querida señorita Ford,

Su carta de fecha reciente ha sido recibida en el Departamento de entintado y pintura para su respuesta.

Las mujeres no realizan ningún trabajo creativo en relación con la preparación de los dibujos animados para la pantalla, ya que ese trabajo es realizado en su totalidad por hombres jóvenes. Por esta razón, las jóvenes no son consideradas para la escuela de formación.

El único trabajo abierto a las mujeres consiste en trazar caracteres en láminas de celuloide transparentes con tinta china y completar los trazados en el reverso con pintura de acuerdo con las instrucciones.

Para postularse para un puesto como «Entintador» o «Pintor», es necesario que uno venga al Estudio, trayendo muestras de pluma y tinta y trabajos con acuarelas. No sería aconsejable venir a Hollywood con lo anterior específicamente a la vista, ya que en realidad hay muy pocas vacantes en comparación con el número de jóvenes que  se postulan.

Atentamente,

WALT DISNEY PRODUCTIONS, LTD.

Mary Cleave

 

El nieto de la señora Ford dijo que su abuela nunca le había hablado del rechazo y que ésta sólo se dedicó a criar a su familia. En una entrevista al Huffington Post UK dijo que su abuela nunca persiguió el arte como una carrera «pero que tuvo un aprecio de por vida por el arte, cosa que nos transmitió. No tenemos ningún ejemplo de su trabajo, pero recuerdo que creaba hermosos bocetos o garabatos en un estilo de ilustración de moda de los años 1940 o 1950».

Me pregunto cómo sabe que su abuela nunca persiguió al arte como carrera, si ni siquiera tuvo la suerte de poder dedicarse a él por un tiempo. El hecho de que sintiera aprecio por el arte a lo largo de toda su vida me parece un indicativo más que fuerte en favor de la segunda opción… Bueno, la cosa sigue por ahí. La carta permaneció oculta hasta que después de la muerte de la señora Ford su hija (supongo que la madre del que dio la entrevista) la encontró y la enmarcó. No sé, es una cuestión personal; pero creo que yo nunca enmarcaría una carta de rechazo por más que fuera de Disney o de cualquier otro; pero cada uno a lo suyo.

Por cierto, parece ser que la señorita Mary Cleave, si es que realmente existió (pienso que tal vez Disney hiciera firmar esas cartas con nombre de mujer para que el rechazo fuera menos violento. Es sólo una suposición), tenía no poco trabajo, ya que esta otra carta, de 1939, salvo un par de detalles menores en el último párrafo, es exactamente igual.

 

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Por último, cabría decir que, durante la década de 1930, las mujeres sólo trabajaban como entintadoras y pintoras en Disney. Se les desalentó de ser animadores y no se les permitió entrar al edificio de animación a menos que se tratara de asuntos puntuales. No fue sino hasta 1941, con el estallido de la guerra, que Disney comenzó a entrenar a mujeres en el sector de animación para así poder mantener a un grupo de trabajadoras mientras los hombres habían ido a la guerra. Es decir, por pura conveniencia. Parece que de manera repentina, la mujeres ya eran capaces de ser creativas.

El cartero llama dos veces XX

 

Robert Pirosh

Robert Pirosh

 

Hacía mucho que no escribía una entrada basada en ese género que me gusta tanto como es (¿como era?) el epistolar. Ahora me encuentro con esta curiosidad y no puedo menos que compartirla. De antemano pido disculpas por la traducción; pero es que la carta original contenía varios neologismos o formas curiosas del inglés; así que me he tomado algunas libertades y he, incluso, cambiado varias palabras para que el sentido se mantenga dentro de ciertos límites lógicos. De todos modos el sentido final de la misiva quedará claro cuando se termine su lectura.

La historia es la siguiente: El redactor Robert Pirosh llegó a Hollywood en 1934, ansioso por convertirse en guionista de alguna de las grandes productoras de cine. Escribió y envió, entonces, la siguiente carta a todos los directores, productores y ejecutivos de estudio que se le ocurrieron. El enfoque funcionó, y después de conseguir tres entrevistas, fue empleado como escritor junior en la Metro Goldwyn Mayer. Pirosh continuó escribiendo para los Hermanos Marx y en 1949 ganó un Premio de la Academia por su guión de Battleground. La carta es la siguiente:

Estimado señor:

Me gustan las palabras Me gustan las palabras gordas y mantecosas, como exudado, bajeza, glutinoso, lameculos. Me gustan las palabras solemnes, angulosas y chirriantes, como estrecho, cascarrabias, pecunioso, despedida. Me gustan las palabras espurias, en blanco y negro, como funeraria, liquidar, amígdala, semitono. Me gustan las palabras «B» suaves, como cabello, esbelto, bravura, brío. Me gustan las palabras crujientes, quebradizas y chirriantes, como astillas, garfios, empujones, chorreante. Me gustan las palabras hoscas, malhumoradas y ceñudas, como escondite, ceño fruncido, costroso, cabrón. Me gustan los «¡Oh-Cielos!», mis amables palabras, como truco, fatiga, gentil, horrible. Me gustan las palabras elegantes y floridas, como estival, peregrinar, elíseo, Martín Pescador. Me gustan las palabras lúgubres, retorcidas y harinosas, como gatear, lloriquear, chillar, gotear. Me gustan las palabras risueñas y graciosas, como chavito, gorgoteo, burbujear y eructo.

Me gusta más la palabra guionista que redactor, así que decidí dejar mi trabajo en una agencia de publicidad de Nueva York y probar suerte en Hollywood, pero antes de dar el paso me fui a Europa por un año de estudio, contemplación y equitación.

Acabo de regresar y todavía me gustan las palabras.

¿Puedo tener algunas con usted?

Robert Pirosh.

…..

Sin duda, si uno aspira a un trabajo creativo lo mejor que puede hacer es, precisamente, demostrarlo desde el primer momento. La jugada es arriesgada pero, sin duda, al menos  se sabrá que se hizo lo correcto. A lo sumo nos quedará la (correcta) sensación de que fueron ellos los que se lo perdieron. Pero si vemos el ejemplo de Parish, vemos que a veces arriesgarse es lo mejor que podemos hacer, siempre.

 

El cartero llama dos veces XIX

 

Hacía mucho que no escribía una entrada bajo este título tan poco original y que fue extendiéndose más de lo que pensé en su inicio; pero hay hallazgos que merecen la pena ser compartidos. Encontré esta deliciosa carta en The National Archives, sitio oficial histórico británico donde pueden encontrarse verdaderas maravillas. La carta, escueta respuesta a un ciudadano ruso por parte de un oficial de Scotland Yard, dice: «14 de abril, 1909. ref Sherlock Holmes. Señor: En referencia a su carta del 16 último, he sido enviado por el Comisionado de Policía de la ciudad para informarle que Sherlock Holmes no es una persona real, sino un personaje de ficción. Soy, Señor, su obediente sirviente. Jefe Clerk».

 

Sherlock Holmes letter

Pueden ver la carta en mayor tamaño aquí (sitio oficial de The National Archives).

 

Buscando información sobre ésta y otras cartas, encontré un artículo de El mundo donde leo: «Las cartas siguen llegando puntualmente al número 221B de Baker Street. Unas 700 todos los años, dirigidas a Sherlock Holmes y urgiéndole una respuesta apremiante. Le preguntan por las mujeres en su vida, por la intrincada relación entre el amor y el crimen o por la auténtica naturaleza de la amistad con su querido Watson. Quieren saber cómo se enganchó a la cocaína, qué marca de tabaco fuma en su pipa y si es cierto que una vez hirió a su ama de llaves, Mrs. Hudson, mientras limpiaba el revólver».

Es bien sabido que Arthur Conan Doyle detestaba a su creación, Sherlock Holmes y que, harto de esa fama que lo opacaba y que no le dejaba tiempo para escritos de mayor importancia, lo mató en el relato corto El problema final; pero la insistencia de sus lectores más apasionados lo obligaron a «revivirlo». La pasión despertada por Sherlock Holmes llega hasta hoy, por supuesto (no hay más que ver cuántas películas, series y demás siguen haciéndose alrededor de este personaje); pero yo no dejo de pensar en esa carta con la que inicié la entrada ¿Qué tan apremiante habrá sido el problema de ese hombre en Rusia para tener que recurrir al mismísimo Sherlock Holmes? Vaya misterio sin resolver…

 

 

Ego por escrito

 

Recuerdo que cuando era pequeño, en unos paquetes de figuritas (creo que se llaman cromos en España y gráficas en México) venían unos cartoncitos con unas líneas algo extrañas impresas en ellos. Lo que debía hacerse era mirarlos desde el borde inferior, inclinándolos bastante, para poder leer la palabra allí oculta. Ese juego nos impulsó a escribir, como si de un código secreto se tratara, palabras o frases breves que cruzábamos entre compañeros de escuela. El juego no duró mucho; escribir de esa manera era trabajoso y hacerlo de manera prolija lo era aún más, así que pronto quedó en el olvido.

Este recuerdo trivial viene al caso porque acabo de encontrar un viejo manuscrito medieval con ese mismo tipo de escritura y la verdad es que si bien lo primero no engalana a lo segundo, para mí el encanto del recuerdo hizo que no haya querido borrarlo en el paso de Word al blog. Vayamos, entonces, al manuscrito, que es la estrella de la entrada.

 

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Resulta que los redactores de los estatutos medievales debían hacerlos visualmente llamativos y memorables; ya que relativamente pocas personas podrían entender las legalidades latinas, muchos eran los que iban a ver a esos documentos y, para que se vieran con cierto aire de autoridad debían parecer diferentes a los textos ordinarios; es decir, debían parecer notables y únicos.

«Una forma de hacerlo fue con un tipo de escritura totalmente peculiar, cuya primera característica es la elongación», escribe Nicolete Gray en Lettering as Drawing. En esta carta dada por el emperador del Sacro Imperio Romano Enrique IV al obispado de Bamberg en 1057, el texto está escrito en letras largas y atenuadas:

 

 

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«Las extrañas formas de las letras se presionan a sí mismas, y debido a su diferencia con la norma, en la conciencia de las personas otorgan a la carta una especie de aura que la distingue», escribe Laurence en Looze in The Letter & the Cosmos. Las firmas a menudo se elaboraron por la misma razón: «Un rastro de poder mundano se transfiere a la escritura, la letra se forma realizando esta transferencia del poder de las personas que crearon la carta en el documento mismo».

En ese sentido, las rúbricas decoradas con innumerables volutas y circunloquios no eran sino una forma de diferenciarse de los comunes. Sin duda, el ego ha sido uno de los grandes compañeros de la humanidad. Al menos gracias a él tenemos estas pequeñas bellezas.

El cartero llama dos veces XVIII

Hace pocos días, como muchos sabrán, murió Chuck Berry, el mítico músico norteamericano que cambió la historia de la música con su creatividad desbocada y sus riffs que aún hoy siguen siendo una marca que se inserta, como un ADN cultural, en muchas de las canciones que se escriben hoy en día.

Chuck Berry

Lo que no muchos saben es que la música de Chuck Berry es una de las pocas piezas que han tenido el honor de viajar fuera del sistema solar, en busca de un deseable contacto con otra civilización. En el disco de oro que viaja adosado a la nave espacial Voyager 1, un fragmento de Johnny B. Goode podría oírse con solo poner la púa sobre el surco de ese LP.

La carta que dejo a continuación es la que le enviaron Carl Sagan y Ann Druyan (responsables del contenido multimedia del disco y del proyecto Voyager) en reconocimiento por su arte y en agradecimiento por haber sido parte de esa pequeña gran aventura humana.

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«Cuando alguien dice que su música va a vivir para siempre, por lo general puede estar seguro de que están exagerando. Pero Johnny B. Goode está en los registros interestelares de la Voyager, conectados a la nave Voyager de la NASA, ahora a dos mil millones de millas de la Tierra y con destino a las estrellas. Estos registros durarán mil millones de años o más.

«Feliz 60 cumpleaños, con nuestra admiración por la música que le has dado a este mundo …». -Go Johnny, go.

Astucia romántica

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Una historia curiosa de dos amantes pobres, cuyo sistema de correspondencia se confinaba a una ingeniosa cifra de manchas de tinta en el exterior de una carta (o de un sobre, para ser más precisos), es contada por el poeta Samuel Taylor Coleridge. Según él, en uno de sus paseos en el distrito de los lagos, vio al cartero ofrecer una carta a la sirvienta en una posada de una aldea que, después de mirar cuidadosamente la dirección, devolvió el documento al cartero, diciéndole que no podía tomarla, ya que era demasiado pobre para pagar el franqueo. Entonces Coleridge dio un paso adelante y dando al cartero el chelín requerido para la carta, se la entregó a la muchacha. Para su sorpresa, ella no pareció tan contenta como él había esperado; entonces, cuando el cartero estaba fuera de la vista, explicó el asunto confesando al poeta que toda la carta consistía en su dirección y ciertas manchas y marcas exteriores y que ése era el método adoptado por su amante y por ella misma para mantenerse al día. Una correspondencia que no pagaba el franqueo requerido. Sólo espero que esos dos pobres muchachos hayan visto compensadas sus carencias económicas con otras riquezas. Ante bolsillos vacíos, prefiero imaginarlos ricos en caricias y noches compartidas. Abiertos a inventar o creer cualquier posible final, me quedo con ese, sencillo y tan pobre de ideas como ellos de monedas, pero que tal vez justifique al mundo entero.

El cartero llama dos veces XVI.

HA Schultz

Ha Schultz es un artista conceptual nacido en Alemania, en 1939. Una de sus obras más conocidas es su ejército de basura, el cual se ha expuesto en numerosos sitios del mundo entero. Aquí algunas imágenes (como siempre, pueden agrandar las imágenes haciendo clic sobre una de ellas):

Pero no es de esta obra de la que quiero hablar, sino de otra muy particular, su Love Letters Building (Edificio de Cartas de Amor). Para esta obra el artista alemán lanzó una convocatoria donde solicitaba cartas de amor con el objetivo de «regresar en el tiempo» y recordar la época en la que los e-mails no existían y el cariño quedaba grabado en un hoja de papel que se inmortalizaba y viajaba entre mundos. La respuesta del público fue impresionante, pues llegaron más de 150 mil cartas, en hojas que fueron pruebas de que el amor viene en tamaño y color distinto. Cerca de 35 mil de las cartas recolectadas fueron utilizadas para cubrir el exterior de la oficina postal, creando una masa de color blanco, naranja, rojo y azul mientras que otras 115 mil se exhibieron en el interior del mismo.

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Schult es un artista de la simplicidad que en una hoja de papel revivió el romanticismo de la palabra escrita y la trascendencia de un gesto de amor. La intimidad que habita en cada hoja, la sensualidad y fuerza de las curvas que forman palabras, han sido por años la máxima expresión de amor. Todos los sentimientos explotan uno a uno frente al lector para comunicar en silencio las pasiones y el deseo que habitaba en el interior del autor. La felicidad se convierte en tinta; la esencia de un amor se inmortaliza en el tiempo para revivir cada vez que un par de ojos desee navegar entre las bellas palabras que fueron escritas sólo para ellos.

Hoy la costumbre y el deseo de escribir una carta ha cesado, con las herramientas tecnológicas y la inmediatez de los mensajes, escribir una carta a mano es obsoleto, pero eso aumenta su valor. La fría pantalla jamás podrá suplir a la ternura que representa cada letra sobre una hoja. Es por esto que un artista conceptual ha hecho de las cartas de amor un arte.

Love Letters Building. Para ver las imágenes en mayor tamaño, hacer clic sobre una de ellas:

Las nuevas relaciones y el sentido común

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Las relaciones de pareja actuales se están moviendo, desde no hace mucho tiempo, hacia una dirección que siempre me ha parecido lógica, sana y estimulante. Me llama mucho la atención que se haya tardado tanto tiempo en conseguir, siquiera, llegar cerca de esta lógica; y digo «llegar cerca» porque falta mucho camino por andar todavía. Aún así los primeros pasos ya se han dado y no creo que esto vaya a ser una moda pasajera ni mucho menos. Creo que es el principio de una forma de relacionarse más adulta, madura y responsable. Hace poco, la escritora canadiense Isabelle Teissier escribió una carta para una columna del diario norteamericano The Huffington Post. La misma lleva por título “Quiero estar soltera, pero contigo” y se ha convertido en todo un fenómeno (como dicen ahora «viral» y como detesto esa palabra en este contexto, prefiero no usarla), ya que toca el tema de las nuevas relaciones y se plantea si puede haber un punto intermedio entre una relación amorosa y la libertad de la soltería.

La carta tiene poco valor literario, ya que está escrita con ese estilo típico del periodismo free lance gringo; es decir un estilo como para que me entienda todo el mundo; pero no carece de valor filosófico y sociológico. Así que aquí se la dejo, para que la aprueben o la rechacen, pero espero que sea cual fuere su actitud y forma de pensar, éstas provengan de una decisión personal, madura y pensada, no que sea hija de dogmas ajenos o de ideas preconcebidas por otros.

“Quiero estar soltera contigo.

Quiero que vayas a tomarte una cerveza con tus amigos, para que al día siguiente tengas resaca y me pidas que vaya a verte porque te apetece tenerme entre tus brazos y que nos acurruquemos. Quiero que hablemos en la cama por la mañana de todo tipo de cosas, pero algunas veces por la tarde; quiero que cada uno haga lo que quiera durante el día.

Quiero que me hables sobre las noches que sales con tus amigos. Que me digas que había una chica en el bar que te ponía ojitos. Quiero que me mandes mensajes cuando estés borracho con tus amigos para que me digas chorradas, sólo para que puedas estar seguro de que yo también estoy pensando en ti.

Quiero que nos riamos mientras hacemos el amor. Que empecemos a reírnos porque estamos probando cosas nuevas y no tienen sentido. Quiero que estemos con nuestros amigos, para que me tomes de la mano y me lleves a otra habitación porque ya no puedes aguantarte más y tienes ganas de hacerme el amor ahí mismo. Quiero intentar permanecer en silencio porque hay gente y nos pueden oír.

Quiero comer contigo, que me hagas hablar sobre mí misma y que tú hables sobre ti. Quiero que discutamos sobre cuál es mejor, la costa norte o la costa sur, el barrio occidental o el oriental. Quiero imaginar el apartamento de nuestros sueños, aun sabiendo que probablemente nunca vivamos juntos. Quiero que me cuentes tus planes, esos que no tienen ni pies ni cabeza. Quiero sorprenderme diciendo: “Toma tu pasaporte, que nos vamos”.

Quiero tener miedo contigo. Hacer cosas que no haría con nadie más, porque contigo me siento segura. Volver a casa muy borracha después de una buena noche con amigos. Para que me tomes la cara, me beses, me uses como tu cojín y me abraces muy fuerte por la noche.

Quiero que tengas tu vida, para que decidas irte de viaje unas semanas por puro capricho. Para que me dejes aquí, sola y aburrida, deseando que salte tu carita en Facebook diciéndome “hola”.

No quiero que siempre me invites a tus juergas, y no quiero invitarte siempre a las mías. Así, al día siguiente puedo contarte cómo fue la noche y tú puedes contarme la tuya.

Quiero algo que sea simple y, a la vez, complicado. Algo que haga que, a menudo, me haga preguntas a mí misma, pero que, en el momento que esté contigo en la misma habitación, desaparezcan todas las dudas. Quiero que pienses que soy guapa, que estés orgulloso de decir que estamos juntos.

Quiero que me digas te quiero y, sobre todo, poder decírtelo yo a ti. Quiero que me dejes andar por delante de ti para que puedas ver cómo se mueve mi culo de lado a lado. Para que me dejes arañar las ventanas de mi coche en invierno porque mi culo se contonea y eso te hace sonreír.

Quiero hacer planes sin saber si al final los realizaremos. Estar en una relación clara. Quiero ser esa amiga con la que adoras quedar. Quiero que sigas teniendo el deseo de tontear con otras chicas pero que me busques a mí para terminar la noche juntos. Porque quiero ir contigo a casa.

Quiero ser esa a la que le haces el amor y después te quedas dormido. La que te deja en paz cuando estás trabajando y a la que le encanta cuando te pierdes en tu mundo de música. Quiero tener vida de soltera contigo. Porque nuestra vida de pareja sería igual que nuestras vidas de solteros de ahora, pero juntos.

Un día, te encontraré”

El cartero llama dos veces XV

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Alejandra Pizarnik y Julio Cortázar. Dibujo de Matías Roldán.

Hace unos días alguien me pasó el texto de algunas de las cartas que cruzaron Julio Cortázar y Alejandra Pizarnik. Buscando más información encontré mucho material, el cual no pude cortar de ninguna manera. Todo lo que encontré vale la pena y todo estará aquí. Entonces, comencemos:

Sin duda, algunas de las dedicatorias más conmovedoras que se conservan en la biblioteca de Julio Cortázar, son las que encontramos en los libros de la poeta argentina Alejandra Pizarnik. «A mi Julio», se lee en Nombres y figuras. «Muchos besos en la frente. […] de los ojos azules (Te extraño) Tu amiguita dés lettres».

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Alejandra Pizarnik y el matrimonio Cortázar (Julio y Aurora Bernárdez) se conocieron en París y casi desde el primer momento ambos ejercieron sobre ella un papel protector, un tanto paternal o fraternal, casi de hermanos mayores. Las dedicatorias de Pizarnik muestran cómo a lo largo del tiempo su situación personal se va deteriorando, en lo que se convierte en un estremecedor testimonio de la depresión y la locura:

A mis queridos Aurora y Julio, este pequeño Árbol de Diana prisionera —esta promesa de portarme mejor a partir de hoy —25 de febrero de 1963— y esta otra de hacer poemas más puros y hermosos —si me esperan.

Y sobre todo y ante todo, un inmenso y minucioso abrazo (es decir: 2) de Alejandra.

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En Noche compartida escribe: «Besos infinitos a mis amiguitos Julio y Aurora y Aurora y Julio de su Alejandra». Y acompaña la dedicatoria con una pegatina casi infantil.

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Las dedicatorias van cambiando con el paso del tiempo, se vuelven desordenadas y un tanto caóticas.

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Aquí comienza el texto que me pasaron hace unos días; aquí comienzan las cartas más conmovedoras que he leído en mucho tiempoy que me conmueven cada vez que las leo.

Ya en La pájara en el ojo ajeno se aprecia claramente cómo la enfermedad se presenta de un modo demoledor. Toda la página es un caos de notas, postdatas y comentarios desordenados que muestran una Alejandra que se coloca al borde del precipicio.

Su letra, nerviosa, no es fácil de interpretar. Utilizo la transcripción que de la página hizo Blanca Berasategui para El Cultural:

Julio este textículo les parece joda. Solamente vos sabés que el más mínimo chiste se crea en momentos en que la vida est à l’auteur de la morte. Muy tuya Alejandra.

Julio fui tan abajo. Pero no hay fondo
Julio, creo que no tolero más las perras palabras
La locura, la muerte. Nadja no escribe. Don Quijote tampoco.
Julio, odio a Artaud (mentira) porque no quisiera entender tan sospechosamente bien sus posibilidades de la imposibilidad.

PS
Me excedí, supongo. Y he perdido, viejo amigo de tu vieja Alejandra que tiene miedo de todo salvo (ahora, oh Julio) de la locura y de la muerte. (Hace dos meses que estoy en el hospital. Excesos y luego intento de suicidio —que fracasó, hélas)

PS En el hospital aprendo a convivir con los últimos desechos. Mi mejor amiga es una sirvienta de 18 años que mató a su hijo. Empecé a leer Diarios. Te apruebo mucho políticamente. Tu poema de Panorama es grande porque me hizo bien (lo leí en el hospital).

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La notable respuesta de Julio Cortázar fue la siguiente:

París, 9 de septiembre de 1971

Mi querida, tu carta de julio me llega en septiembre, espero que entre tanto estés ya de regreso en tu casa.

Hemos compartido hospitales, aunque por motivos diferentes; la mía es harto banal, un accidente de auto que estuvo apunto de. Pero vos, vos, ¿te das realmente cuenta de todo lo que me escribís? Sí, desde luego te das cuenta, y sin embargo no te acepto así, no te quiero así, yo te quiero viva, burra, y date cuenta que te estoy hablando del lenguaje mismo del cariño y la confianza –y todo eso, carajo, está del lado de la vida y no de la muerte. Quiero otra carta tuya, pronto, una carta tuya. Eso otro es también vos, lo sé, pero no es todo y además no es lo mejor de vos. Salir por esa puerta es falso en tu caso, lo siento como si se tratara de mí mismo. El poder poético es tuyo, lo sabés, lo sabemos todos los que te leemos; y ya no vivimos los tiempos en que ese poder era el antagonista frente a la vida, y ésta el verdugo del poeta. Los verdugos, hoy, matan otra cosa que poetas, ya no queda ni siquiera ese privilegio imperial, queridísima. Yo te reclamo, no humildad, no obsecuencia, sino enlace con esto que nos envuelve a todos, llámale la luz o César Vallejo o el cine japonés: un pulso sobre la tierra, alegre o triste, pero no un silencio de renuncia voluntaria. Sólo te acepto viva, sólo te quiero Alejandra. Escribíme, coño, y perdoná el tono, pero con qué ganas te bajaría el slip (¿rosa o verde?) para darte una paliza de esas que dicen te quiero a cada chicotazo.

—Julio

Cortázar a Pizarnik

Poco más de un año después, el 25 de septiembre de 1972, Alejandra Pizarnik aprovechó un permiso del psiquiátrico donde se encontraba internada y se suicidó con una sobredosis de Seconal Sódico. Julio Cortázar escribiría un breve texto como despedida:

Alejandra
Puesto que hades no existe, seguramente estás allá,
último hotel, último sueño,
pasajera obstinada de la ausencia.
Sin equipajes ni papeles,
Dando por óbolo un cuaderno
O un lápiz de color.
– Acéptalos barquero: nadie pagó más caro
el ingreso a los Grandes Transparentes,
al jardín donde Alicia la esperaba.

—Julio Cortázar

Luego, antes de finalizar ese mismo año, 1972, escribiría un último poema en homenaje a esa amiga a quien no pudo rescatar de sí misma:

AQUI ALEJANDRA

Bicho aquí,
aquí contra esto,
pegada a las palabras
pegada te reclamo.
Ya es la noche, vení…
Ya sé, es difícil, es tan difícil encontrarse
es tanteste vaso es difícil, es tanteste fósforo…
quisieras insultarme sin que duela
decir cómo estás vivo,
cómo se puede estar
cuando no hay nada más
que la niebla de los cigarrillos, como vivís,
de qué manera abrís los ojos cada día
No puede ser, decís, no puede ser.
Bicho, de acuerdo,
vaya si sé pero es así,
Alejandra, acurrucate aquí,
bebé conmigo, mirá…
No te vayas, ausente, no te vayas,
jugaremos, verás, ya verás…
¿Ves bicho? Así. Tan bien y ya…
No pienses más en las ventanas
el detráses masel afuera
Llueve en Rangoon– Llueve en Rangoon–Y qué
Aquí los juegos…
Aquí, bichito. Quieta.
No hay ventanas ni afuera
y no llueve en Rangoon.
Aquí los juegos.

—Julio Cortázar, 1972.

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Pocas veces escribir una entrada (o transcribir en gran parte, para ser exactos)  me ha dejado con una sensación de cansancio tan fuerte, tan profunda. He leído cada texto varias veces y he sentido a cada lectura con la misma intensidad que la primera vez. Pero valió la pena, creo que dejar esto aquí fue para mí, más que necesario, imprescindible (a veces éste sitio no es más que una bitácora personal; un cajón donde guardo esos papeles que no puedo llevar conmigo; si a lo largo de esa marcha alguien comparte estas lecturas, mejor). Debería agradecer a quien me pasó las cartas finales, las cuales me llevaron a encontrar las dedicatorias y los libros; pero no tomé debida nota del nombre y se me traspapeló. En lugar de agradecimientos, entonces, dejo aquí la debida disculpa. ¡Abrazo, seas quien fueres!

El cartero llama dos veces XIV

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1984 es probablemente una de las novelas de inclinación política más conocidas, un poco por su adherencia al género distópico (atractivo en sí mismo), pero quizá sobre todo porque por mucho tiempo se ha recibido como una suerte de relato profético sobre un futuro al que las sociedades humanas se encaminan inevitablemente. Si bien este se encuentra ligado indeleblemente a las condiciones de su época (en especial la amenaza de la dominación totalitaria como efecto de la Segunda guerra mundial), entre sus párrafos se encuentran elementos que Orwell vislumbró como consecuencias sutiles de dicha situación, por ejemplo, la conformación de bloques supranacionales y el estado cotidiano de hipervigilancia a los ciudadanos, acaso lo más acertado en su ominoso pronóstico.

Como parte del libro George Orwell: A Life in Letters, editado por Peter Davison, se dio a conocer una carta fechada en 1944 en la que el escritor expone una suerte de diagnóstico de su época que, a la postre, se traduciría en su célebre novela. En el documento se encuentran ya algunas de las ideas más importantes que aproximadamente tres años después Orwell volcaría en 1984.

La carta es interesante más allá del mero hecho histórico o anecdótico, tiene algunos interesantes puntos para leer al hoy desde ese Orwell de ayer que siempre nos deja pensando un rato más.

Orwell

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Para Noel Willmett

18 de mayo de 1944

10a Mortimer Crescent NW 6

Estimado Sr. Willmett:

Muchas gracias por su carta. Usted pregunta si el totalitarismo, el culto al líder, etc., están realmente en auge en tanto aparentemente esto mismo no sucede en este país y en Estados Unidos.

Debo decir que creo, o temo, que tomando al mundo como un todo, estas cosas van en incremento. Hitler, sin duda, pronto desaparecerá, pero solo a expensas de fortalecer a Stalin, los multimillonarios anglo-americanos y toda suerte de pequeños führers del tipo de de Gaulle. Todos los movimientos nacionales, en todos lados, incluso aquellos nacidos como resistencia a la dominación alemana, parecen adoptar formas no democráticas para agruparse a sí mismos en torno a un führer sobrehumano (Hitler, Stalin, Salazar, Franco, Gandhi, De Valera, son todos ejemplos varios) y siguen la teoría de que el fin justifica los medios. En todas partes del mundo los movimientos parecen ir en la dirección de las economías centralizadas que pueden “funcionar” en un sentido económico pero no están organizadas democráticamente, mismas que tienden a establecer un sistema de castas. Con esto vienen los horrores del nacionalismo emocional y una tendencia a descreer de la existencia de la verdad objetiva, dado que todos los hechos tienen que encajar con las palabras y las profecías de algúnführer infalible. En cierto sentido la historia ya dejó de existir: por ejemplo, ya no hay tal cosa como una historia de nuestro tiempo que pueda ser universalmente aceptada, y las ciencias exactas se encuentran amenazadas en tanto la necesidad militar deja de mantener a la gente a raya. Hitler puede decir que los judíos comenzaron la guerra y, si sobrevive, eso se convertirá en la historia oficial. No puede decir que dos y dos son cinco porque, en la práctica, digamos, en balística, dos y dos tienen que ser cuatro. Pero si sobreviene el tipo de mundo que temo, un mundo donde dos o tres súper-estados sean incapaces de conquistarse el uno al otro, dos y dos podrían ser cinco si el führer así lo desea [1]. Esa, tanto como entiendo, es la dirección en la cual nos estamos moviendo actualmente, aunque, claro, el proceso es reversible.

En cuanto a la inmunidad comparativa de Gran Bretaña y los Estados Unidos, pese a lo que los pacifistas, etc., quizá digan, aún no nos hemos vuelto totalitarios, y esto es un síntoma sumamente esperanzador. Creo muy profundamente, como expliqué en mi libro El león y el unicornio, en el pueblo inglés y su capacidad pata centralizar su economía sin destruir la libertad en el proceso. Pero debemos recordar que Gran Bretaña y Estados Unidos no lo han intentado realmente, no han conocido la derrota o el sufrimiento severo, y hay algunos malos síntomas al momento de hacer el balance de los buenos. Para empezar, hay una indiferencia general al declive de la democracia. ¿Se ha dado cuenta, por ejemplo, que nadie en Inglaterra de menos de 26 años ha votado y que según se puede entender la gran masa de población de esa edad no les importa esto? En segundo lugar está el hecho de que los intelectuales son más totalitarios al juzgar a la gente común. En términos generales la intelligentsia inglesa se ha opuesto a Hitler, pero solo a cambio de aceptar a Stalin. Muchos de ellos están perfectamente listos para los métodos dictatoriales, la policía secreta, la falsificación sistemática de la historia [2], etc., en tanto sientan que todo eso está de “nuestro” lado. De hecho, la afirmación de que en Inglaterra no tenemos un movimiento fascista significa que los jóvenes, en este momento, buscan su führer donde sea. No podemos estar seguros de que eso no cambiará, tampoco de que el común de la población no piense de aquí a diez años como ahora piensan los intelectuales. Espero [3] que no, incluso confío en que no, pero si pasa, será a costa de una lucha. Si simplemente se proclama que todo eso es por el bien y no reconoce los síntomas siniestros, solo se ayuda a acercar el totalitarismo.

Usted también pregunta: si pienso que el mundo tiende hacia el fascismo, ¿por qué no apoyo la guerra? Es una elección entre demonios —me imagino que todas las guerras lo son. Sé lo suficiente sobre el imperialismo británico como para que no me agrade, pero lo apoyaría frente al nazismo o al imperialismo japonés como el menos malévolo. Del mismo modo, apoyaría a la URSS frente a Alemania porque pienso que la URSS no puede escapar completamente de su pasado y conserva suficiente de las ideas originales de la Revolución para hacer de ello un fenómeno mucho más esperanzador que la Alemania nazi. Pienso y he pensado desde que la guerra comenzó, ahí por 1936, que nuestra causa es la mejor, pero tenemos que empeñarnos en hacerla la mejor, lo cual implica crítica constante.

Suyo sinceramente,

Geo. Orwell

[1] Antecedente de 1984.

[2] y [3] Cf. 1984, p. 72, “Si hay esperanza, escribió Winston, esta se encuentra entre los proles”.