Verdades absolutas y lecciones de humildad

 

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«Nada hay mejor distribuido que el sentido común. Todo el mundo cree tener el suficiente». dijo René Descartes y esa puede ser considerada como una de las pocas verdades absolutas (hay otra verdad absoluta que plantearé yo mismo; pero esa una verdad absoluta paradójica, así que la dejaré para el final del texto, porque primero quiero hablar de algunas otras cosas).

Primero: Todos sabemos que lo que nosotros pensamos es lo correcto. Nadie duda de sus propias creencias o pensamientos ¿No? ¡Pero si es obvio! ¡Cualquier persona con sentido común debería reconocerlo! (y aquí volvemos a Descartes, quien nos mira con paciencia y luego se hace el desentendido). Hay muchos estudios interesantes sobre el porqué a la gente le cuesta tanto cambiar de opinión, incluso aunque se le muestren pruebas irrefutables (¿Por qué no cambiamos de opinión aunque nos demuestren que estamos equivocados? es un artículo que sintetiza la idea).

Segundo: Iglesias, sinagogas y mezquitas están cerradas a cal y canto, lo cual demuestra que no hay intervención divina que valga: o te cuidas de manera racional o eres historia. Esto nos enseña (o nos recuerda, porque esto siempre se supo) que la religión y la ciencia se abocan a ámbitos separados e irreconciliables (de hecho, hasta hablan lenguajes diferentes). «La oración no tiene la función de forzar a Dios, sino de cambiar la naturaleza del que ora», dijo con tino Søren Kierkegaard, señalando, de paso, una cuestión que occidente parece haber olvidado (y por eso, también, que me caen mejor los budistas que los cristianos): es absurdo y por demás egocéntrico el creer que un dios va a cambiar su plan divino por la simple oración de una sola persona; sin embargo, el cambio interior es el que importa y prevalece.

 

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Tercero: ¿Y qué sucede con el discurso feminista? ¿Dónde quedó la idea de que la biología es una construcción patriarcal? ¿Por qué el colectivo feminista dejó de marchar y acató las órdenes del estado machista opresor? ¿Por qué aceptaron la ayuda de ese estado o, en muchos casos, la exigieron? ¿Por qué las abanderadas del aborto —bajo el slogan «mi cuerpo, mi decisión»— no aceptaron que otro (en este caso un virus) decidiera sobre la vida de ellas?

Cuarto: ¿Qué sucede con los veganos que están esperando la aparición de una vacuna que será probada en ratones o conejos? ¿Aceptarán vacunarse bajo estas condiciones?

Un simple virus; algo que ni siquiera puede llamarse un ser vivo, vino a trastocar todo lo que pensamos o, mejor dicho, vino a poner en evidencia lo que todos tuvimos presente desde siempre (y he aquí la verdad paradójica que quiero exponer): «no existe tal cosa como una verdad absoluta» (lo paradójico es que esa es una verdad absoluta).      Sigamos, que no falta mucho.

¿Se entiende el punto al que quiero llegar? Todos tenemos derechos a pensar o a creer en lo que nos plazca o en aquello que consideremos como más acertado o válido; pero tenemos que aprender a dejar un resquicio (al menos uno) por donde pueda colarse la duda. Tenemos que aprender que, sea lo que fuere lo que creamos o pensemos, eso será hijo de nuestra época y de nuestras circunstancias y que sostener que nosotros y sólo nosotros tenemos razón no es más que una posición fanática improducente. «Un fanático es alguien que no quiere cambiar de tema y no puede cambiar de opinión», Dijo alguien; no ser uno de ellos es, al menos, el primer paso para comenzar a entendernos y tratar de salvar algo en medio de todo este caos.

 

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Más que nunca

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Bosque

 

Si bien la entrada anterior pudo ser considerada como bastante pesimista (y lo fue, de hecho), quisiera decir que no, que no lo es en absoluto. Por una parte no creo que la humanidad vaya a desaparecer, al igual que gran parte de la diversidad zoológica. Sé que la situación es delicada y no niego eso; sólo es que creo que el hombre va a encontrar una salida a este atolladero en el que nos encontramos (claro, si eso no ocurriera no va a quedar nadie para señalar mi error, pero este tipo de comentarios son los que hacen que se me señale como pesimista; así que lo obviaré y no diré nada de eso). La cosa está complicada, es cierto; pero los seres humanos somos bastante vivos a la hora de actuar cuando las papas queman (sobre todo si las papas tienen nuestra forma y consistencia).

Dejo esta frase de Albert Camus, quien algo sabía de estas cosas, aunque él dijo esto en otro tiempo y bajo otras circunstancias, la cita nos viene como anillo al dedo. Quien quiere oír, que oiga:

«Sabemos que acaso sea imposible nuestra salvación, pero esa no es razón para dejar de intentarlo. No está permitido calificarla de imposible antes de haber hecho lo preciso para demostrar que no lo era. Más que nunca, hay razones para luchar».

Amenazas innecesarias

 

El alcance del pensamiento posmoderno ha tenido y tiene consecuencias que van más allá de lo meramente anecdótico. Que un trasnochado juegue con la idea de que la Tierra es plana y que hay una conspiración de todos los científicos del mundo para decir lo contrario mueve a risa y no va más allá de eso. Cuando el trasnochado en cuestión se sube a un avión o a un barco éstos navegarán como corresponde, considerando a la Tierra como una esfera y listo, se acabó el problema (al igual que sucede cuando el trasnochado usa el GPS de su teléfono móvil, sin ir más lejos).

Pero el pensamiento posmoderno (sé que esto es una contradicción en los términos, pero permítanmelo y sigamos avanzando) no siempre es tan inocuo. Encontré esto hace unos días y, si bien no pude confirmar la fuente, nada me hace suponer una noticia falsa (aun así, hay muchos otros casos que corroboran la misma conducta en otras muchas personas):

 

Vacunas

 

El diario Perfil de Argentina, tituló así un importante artículo sobre el tema: «Los «antivacunas», una de las más grandes amenazas para la Humanidad en 2019» a lo que se agrega el subtitulo: «La OMS ubicó a las personas que se niegan a vacunarse o vacunar a sus hijos como uno de los máximos desafíos, junto a la lucha contra enfermedades como el ébola o el sida». El diario El País, de España, hasta tiene una etiqueta donde pueden seguirse este tipo de noticias. pueden acceder aquí y ver los títulos por ustedes mismos.

El pensamiento posmoderno, entonces, ya deja de ser gracioso para pasar a ser un problema. Esta forma de antipensamiento (ahora sí, llamémoslo como corresponde) no merece el más mínimo respeto y debe ser atacado con firmeza en cualquier ámbito que se presente. Éste de los antivacunas es sólo uno de ellos; tal vez parezca el más nocivo por sus efectos inmediatos; pero a largo plazo es probable que toda expresión de este antipensamiento sea igual de peligrosa. La ignorancia siempre lo es.

 

Todos en capilla II

Mis queridos hermanos, estamos aquí reunidos para dar lugar a la palabra y sólo a la palabra que, en definitiva, es lo único que tenemos. Hoy abrimos nuestros libros y leemos a la hermana Pearl S. Buck, quien nos dice:

«No puedes obligarte a ti mismo a sentir algo que no sientes; pero sí puedes obligarte a hacer el bien, a pesar de lo que sientes».

Los sentimientos no son algo que podamos manejar a nuestro antojo; es cierto. No podemos enamorarnos de manera conscientes del mismo modo en que no podemos odiar eligiendo de antemano al objeto de ese sentimiento. Tenemos una relación sentimental con las cosas o con los seres que es independiente de nosotros; pero sí podemos hacer algo con respecto al modo en que nos conducimos con todos aquellos que nos rodean. Allí la apóstol nos recuerda las palabras de otro de nuestros imprescindibles hermanos: Jean Paul Sarte, cuando éste dice «El hombre está condenado a ser libre», con lo cual nos señala la necesidad de ser conscientes de que las elecciones que tomamos a lo largo de nuestra vida son nuestra responsabilidad y que, por ello mismo, debemos llevarla a cabo con plena conciencia (permítaseme la redundancia) de los alcances de cada uno de nuestros actos.

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¿Qué podemos hacer ante los avatares de la historia? ¿Cómo podemos cambiar el rumbo de aquello que sabemos que está mal? ¿Cuándo debemos comenzar a responsabilizarnos de nuestras palabras, de nuestras acciones, de nuestro pensamiento? La hermana Pearl S. Buck ya nos lo dijo:

«No puedes obligarte a ti mismo a sentir algo que no sientes; pero sí puedes obligarte a hacer el bien, a pesar de lo que sientes».

Es decir: Pensar, actuar, ahora.

Id en paz, mis hermanos, y que la paz esté con vosotros.

Revoluciones en todos los tamaños

 

Revolución (1)

 

Walter Benjamin, en su Tesis sobre la historia (apuntes, notas y variantes), dice: «Marx dijo que las revoluciones son la locomotora de la historia mundial. Pero tal vez las cosas se presentan de muy distinta manera. Puede ser que las revoluciones sean el acto por el cual la humanidad que viaja en tren aplica los frenos de emergencia».

Cuando hablamos de revoluciones solemos pensar en la revolución rusa, en la francesa, en la cubana o en alguna otra particular pero que siempre tendrá la misma forma identitaria: un grupo de hombres y mujeres que mediante actos más o menos violentos cambia el estado de las cosas. Eso hace que olvidemos un hecho importantísimo: las revoluciones pueden ser de cualquier tamaño y objetivo. Las revoluciones pueden ser, incluso, personales y privadas. Como he dicho aquí alguna vez, hoy en día hablar bien es un acto revolucionario.

 

Revolución (2)

 

Ahora acabo de leer un artículo que promueve algunas acciones personales para llevar adelante una pequeña revolución. Si lo hiciéramos todos las cosas cambiarían radicalmente; pero como eso seguramente no ocurrirá, lo mejor que podemos hacer es llevar adelante estos cambios nosotros. Si por casualidad la cantidad de personas es mucha será genial, si no lo es, al menos habremos ganado en lo personal y eso, insisto, es una forma de revolución.

Vayamos a la propuesta del artículo (voy a tratar de no comentar demasiado cada punto. Muchos de ellos son claros por demás):

  1. Cuestiona.

Uno de los puntos claros. Desde Descartes en adelante ya se sabe que hay que cuestionar todo. Incluso a nosotros mismos.

  1. Desconéctate.

Fundamental. Hoy los medios no sólo estupidizan, sino que adoctrinan. Cuanto más lejos de ellos, mejor.

…. 3.Evita la distracción.

  1. No votes por ningún partido político.

Éste es un punto delicado. Sin bien la clase política está a la baja no es menos cierto que es una mal necesario. Además un buen político es algo maravilloso, que haya pocos es otra cosa. Comencemos a crearlos, por ejemplo.

  1. Aprende a discernir.

Esto está relacionado con los puntos 1, 2, y 3; y la síntesis es la filosofía.

  1. No formes parte de ningún ejército.

Obvio.

  1. Es tu salud, cuídala tú (no la industria farmacéutica).

Otro punto delicado. Si bien uno puede tomar ciertas precauciones sobre la propia salud, la crítica barata y liviana sobre la industria farmacéutica no es, creo, del todo beneficiosa. Es cierto que es una de las industrias más oscuras, pero también es de las más necesarias. Sólo hagamos un ejercicio de imaginación. No tenemos que ir muy lejos, sólo 150 años al pasado y pensar cómo era la salud en aquellos tiempos. Sin aspirinas, ni penicilina ni anestesia. Imagen sólo una visita al dentista…

  1. Evita los alimentos industrializados.

….  9.Deja de consumir.

Éste es el que más me gusta. Simple, higiénico y el más efectivo.

 

Revolución (3)

 

¿Servirá para algo todo esto? Sí, no me cabe la menor duda de ello. Sirve para la sociedad de todos y para la sociedad de uno. Y todo es cuestión de empezar, nada más.

La hermandad animal

 

Martin Wittfooth - Brahman (Sacrifice)

Martin Wittfooth – Brahman (Sacrifice)

 

La historia, esa disciplina que consideramos, en general, como lineal, gradual y ascendente, nos permite acceder en «vivo y en directo» —y eso sólo a veces—, a sus avances o retrocesos. Esos avances o retrocesos en general sólo pueden ser bien vistos a través de la distancia; es decir que hay que tomar cierta lejanía temporal para poder determinar si los cambios fueron beneficiosos o no; pero algunas cosas hemos aprendido en el camino y a veces no es necesario esperar tanto para darnos cuenta de que las cosas cambian para mejor.

Uno de esos cambios sociales he históricos a los que estamos asistiendo en primera fila es el de las consideraciones sobre los animales. Poco a poco éstos van siendo considerados como lo que son, seres sintientes y en algunos casos hasta con ciertas capacidades racionales (el concepto de “racional” es el que está siendo reinterpretado en este aspecto) y al mismo tiempo se está poniendo en tela de juicio el lugar que ocupa el ser humano en el complejo sistema biológico.

 

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Libros como Comer animales, de Jonathan Safran Foer; Los animales son parte de la clase trabajadora, de Jason Hribal; Leche que no has de beber, de David Roman; Todos los animales somos hermanos, de Jorge Riechmann; Malcomidos, de Soledad Barruti; Un animal es una persona, de Franz-Olivier Giesbert; o En la mente de un perro, de Alexandra Horowitz; entre muchos otros, son ejemplos de este cambio de paradigma que implica el considerar a un animal como a algo más que a ese autómata mecánico, tal como lo hicieron Gómez Pereira o Descartes, por ejemplo.

 

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Como todo en esta vida, hay que empezar a pensar en términos lógicos, lo cual parece ser algo bastante difícil para muchos seres humanos. Si bien es moralmente correcto comenzar a pensar en los animales como seres con derechos, no hay que caer en el facilismo de muchos que si los dejamos empezarían a pedir para el mosquito los mismos derechos que para los humanos. El asunto, como siempre, es dónde trazar las líneas adecuadas (aunque ello no deje de ser una señal de nuestras limitaciones culturales históricas; pero como no podemos salir de ello, sigamos adelante).

Por último; una pequeña nota sobre la obra con la que se abre esta entrada. El arte ha sido siempre una forma de comunicación humana; una forma de expresión, sí, pero también de decir ciertas cosas (El siglo XX ha sido tal vez el más caótico en el aspecto artístico pero también lo ha sido en los aspectos sociales; así que de algún modo también el arte está hablando de lo suyo). En este principio de siglo estamos asistiendo a un renacimiento de la pintura figurativa; del relato; es decir, del decir. Brahman (Sacrifice),de Martin Wittfooth fue la obra que me impulsó a escribir esta entrada y lo hizo desde la interpelación; desde la pregunta que ese animal representado me hizo desde el lienzo. Ese mandala en la frente contrapuesta a la etiqueta numerada en la oreja y esas banderillas como una corona roja dicen (dicen) más de nosotros de lo que habitualmente solemos reconocer.

Hasta que les toca

 

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Cada uno tiene sus temas recurrentes, eso es algo tan claro como inevitable. En este sitio tal vez uno de los que se toca con mayor asiduidad es el tema del otro. Por una parte creo que es fundamental entenderlo para que esta idea sea el cimiento de lo que podríamos entender por civilización (a esto que tenemos entre manos también lo llamamos de esa manera, aunque deberíamos ser un poco más sinceros y reconocer que parece más un gesto de buena voluntad que una realidad patente); por otra parte, no deja de causarme asombro y pesar ver como ese concepto es pisoteado una y otra vez desde casi todos los ángulos posibles. Casi nadie escapa a esta Luz veladafaceta humana; tal vez y únicamente —y aquí voy a caer otra vez en la paradoja del lenguaje— ciertos humanistas son los que se adentran en este terreno y ponen en sintonía el acto y el pensamiento. Una de esas personas —Isabel F. Bernaldo de Quirós—, es una habitual de este sitio y muchos la conocerán por el maravilloso material que nos comparte en su sitio Apalabrando los días.

Hace unos días, y en referencia a una entrada donde hablé sobre cómo los medios suelen mostrar las noticias según el carácter y posición de quien corresponda (ya sea un país o una persona), Isabel me dejó un estupendo texto; un poema perteneciente a su libro Luz velada (el cual pueden encontrar aquí) que sintetiza con dolorosa belleza lo que significa ver al otro como lo que es: una parte de nuestro ser puesto en otro cuerpo y que nos mira a nosotros como lo que somos: un otro que no es diferente, sino complementario. La mirada de Isabel es tan precisa que no creo que nadie pueda leer el poema sin sentirse identificado con él; e Isabel también nos recuerda, con algunas reminiscencias bretchianas, que todos podemos ser ese que se encuentra del otro lado; del lado del dolor o del pesar y que no es necesario (ni ético) esperar a que eso suceda para comprender que el dolor de uno es el dolor de todos.

He aquí, entonces, a Isabel F. Bernardo de Quirós, a quien agradezco que me permitiera reproducir su poema en este sitio:

“Hasta que les toca”

Cuando la muerte afecta a otros
la enfermedad la tienen otros
el hambre es desgracia de otros
y la violencia aniquila a otros.

Cuando la lava sepulta los pueblos de otros
la marea la tierra de otros
el suelo atrapa la vida de otros
y el viento se lleva la vida de otros…

Para los unos
-que no son los otros-
la muerte es un ente lejano
la enfermedad no es para tanto
el hambre ni se imagina
la violencia es aventura en la pantalla
y la naturaleza airada, un ¡ah! Sorprendido
arrancado al fugaz espanto.
Hasta que les toca.

Tomar la espada

«Todo extremismo destruye lo que afirma» María Zambrano.

El 3 de mayo de 1808 en Madrid.

Francisco de Goya – El 3 de mayo de 1808 en Madrid.

Como corolario a la entrada de ayer, copio este fragmento de Dionisio Garzón; del prólogo a Pensamiento, palabras y música:

“En el Museo del Prado puede verse uno de los cuadros más intenso y trágicos de Goya: El 3 de mayo de 1808 en Madrid. Los fusilamientos en las montañas del Príncipe Pío. Ceremonia de horror y muerte: el paso arrollador de la guerra, el trágico patetismo de esos seres humanos indefensos ante su destrucción implacable. Con trazos recios, casi violentos, en apariencia sin el menor refinamiento, la mano maestra del pintor plasma esa crueldad dramática llevando la luz y el color a sus extremos más intensos.

De este cuadro dice De Amicis: «Es el último punto a que puede llegar la pintura antes de convertirse en acción; pasado este punto, uno tira el pincel y coge la espada»”.

Esa frase final de De Amicis es el verdadero corolario: lega un momento en que se hace necesario tirar el pincel y tomar la espada, metafórica o literalmente. Todo lo demás es cobardía, aunque se la disfrace de racionalismo o de pacifismo.

Ahora

andreas-diefenbach-german-b-1973-calling-ufo-calling-ufo-2005Que se vienen tiempos difíciles, eso no hay quien lo dude. Todos sabemos lo que los Estados Unidos suelen hacer cuando están desatados y ven enemigos por todas partes y más cuando un imbécil es quien dirige a esa enorme masa de descerebrados. Pero, si sumamos a eso nuestra propia desidia, nuestra propia pereza y nuestra propia inacción no tendremos derecho alguno, luego, a quejarnos o a lamentarnos. Mucho menos a justificarnos delante de nuestros hijos o de cualquier otra generación que nos siga los pasos. Existe una figura legal comúnmente conocida como defensa propia, la cual nos permite usar la fuerza para protegernos o para proteger a los nuestros del ataque infundado de cualquier ente, sea éste un animal, otra persona o una institución cualquiera.

En este caso, como es obvio, estoy hablando de Donald Trump y de sus medidas políticas basadas en el racismo, la intolerancia y la estupidez práctica lisa y llana. Está bien, tiene todo el derecho a ello, eso no se lo voy a criticar; no se puede legislar sobre la estupidez humana (y ser racista, misógino o xenófobo son características intrínsecas a la estupidez, así que nada puede hacerse desde la ley). Lo que sí no puedo tolerar es quedarme quieto. Como dije antes, hay una figura que me protege y contempla: la defensa propia.

Ante el ataque del presidente norteamericano, los primeros presidentes que salieron a miniaturasdefender a México fueron Nicolás Maduro y Evo Morales; dos de los “dictadores” latinoamericanos. Sería bueno, muy bueno, que alguna vez los latinoamericanos comenzaran a verse en un unidad en lugar de hacer caso a la propaganda política norteamericana que ve dictadores donde más le conviene y no los ve donde los hay en realidad (por seamos sinceros, si Venezuela no tuviese petróleo a nadie le importaría quién o cómo la gobierna. Mientras tanto, EE.UU. no dice nada del accionar israelí o árabe aunque estos masacren a otro país o ejecuten a personas en la plaza pública).

A comenzado en Latinoamérica una fuerte campaña en contra del consumo de productos norteamericanos. Espero que no todo quede en una mera muestra de cartelitos coca-cola-lucha-de-clasesfacebookeros y que la acción sea llevada adelante con toda la fuerza posible. Sé que muchos no se plegarán a este accionar (a quienes luchan a favor del invasor les dicen cipayos en Argentina o malinchistas en México; lo cual indica que traidores, en estas tierras, los hubo siempre. También habrá que luchar contra ellos si es necesario).

La receta es simple: contra la violencia ciega y torpe, la acción concreta y pacífica; contra la burla soberbia, la dignidad humilde pero orgullosamente poderosa; contra la bravata torpe e ignorante, la altivez del silencio colectivo.

Hace una par de meses dije que esta puede ser una gran oportunidad para México; ahora veo que puede serlo para toda América Latina. Espero ver, de una vez por todas, a este continente unido contra cualquiera que quiera hacernos daño, todos; tanto a los de afuera como a los de adentro. Tal vez aquellos versos de José Hernández escritos en 1879 sean, al fin, escuchados: “Los hermanos sean unidos / porque esa es la ley primera / tenga unión verdadera / en cualquier tiempo que sea / pues si entre ellos pelean / los devoran los de afuera”.