Fragilidad

Es bien sabido que a Jorge Luis Borges no le caía muy bien Oliverio Girondo y, mucho menos, su poesía. Borges era un escritor apegado a los esquemas clásicos mientras que Girondo se dejaba ir por el modernismo más propio de su generación. Eso Borges no lo dejó escrito en ningún lado; pero a través de las indiscreciones de Adolfo Bioy Casares, que escribía absolutamente todo en sus diarios, tenemos registro de ese desagrado y de las expresiones irónicas que usaba para referirse a Girondo (chisme de barrio: también pesaba en ello el hecho de que Girondo se había casado con Norah Lange, una bella pelirroja, prima de Borges, y de la que éste estaba profundamente enamorado y con quien «sentía algún atisbo de esperanza» de llegar al matrimonio. Algún día hablaré de esta historia).

Volvemos al tema. Tenemos a Borges por un lado, clásico, moderado, contenido; y por el otro a Girondo, atrevido, libre, moderno. No parece haber mucho en común entre los dos, salvo que no tenemos que dejar de lado lo fundamental: a pesar de las diferencias, ambos eran poetas; y si bien esto no parece ser suficiente como para encontrar un lazo entre ellos, voy a permitirme una licencia especulativa.

María Zambrano

Es un tema clásico en la literatura el análisis de las relaciones entre la filosofía y la poesía. Muchos son los autores que han escrito sobre este asunto, pero yo quisiera tomar una nota breve de Filosofía y poesía, de María Zambrano. Allí, la filósofa española, señala el carácter diferenciador básico entre las dos corrientes literarias: mientras el filósofo intenta fijar un concepto y, a través de él, fijar la realidad; el poeta es consciente de que esta realidad es fugaz y leve; que todo está yéndose de manera irremediable (Zambrano utiliza un símil muy bonito: habla de una gota de agua sobre una rama y dice que mientras el filósofo trabaja sobre los conceptos, sus relaciones y demás;el poeta quiere aprehender la sensación toda de esa gota sobre esa rama). Todo esto lo digo de una manera muy resumida, por supuesto; el tema es más complejo y más extenso, pero como quiero llegar a los poetas en sí, corto aquí la explicación abstracta y me sumerjo en la práctica. En otras palabras: saltemos de la filosofía a la poesía.

En este blog se quiere por igual a los dos autores de los que estamos hablando. Tenemos la ventaja de que, ya pasado el tiempo, podemos disfrutar tanto de lo clásico como de lo moderno; de las formas tradicionales como de las menos fijas a un esquema. En suma: podemos disfrutar tanto de un soneto de Borges como de un poema blanco de Girondo. Y de ambos hemos compartido poemas aquí, pero de Borges hay uno que es recurrente: Límites. ¿Y por qué ese poema vuelve una y otra vez? Bueno, porque su carácter filosófico me permite ejemplificar también un tema recurrente: el tiempo y las secuelas de su paso. En ese poema Borges nos dice que constantemente estamos despidiéndonos, aún sin saberlo, de cosas o, incluso, de personas (los versos que suelo citar a menudo dicen: Para siempre cerraste alguna puerta / y hay un espejo que te espera en vano…). Es así que creo encontrar, después de todo, ese punto de contacto entre dos poetas tan disímiles: el sentido de la pérdida, de la que todo poeta, como dice Zambrano, es plenamente consciente. Entonces dejaré el poema de Borges, Límites; y Llorar a lágrima viva, de Girondo; porque creo que los dos hablan de lo mismo. De lo frágil, voluble, vano y pasajero que es todo, incluso, por supuesto, nosotros mismos.

Límites (Jorge Luis Borges)

De estas calles que ahondan el poniente,
una habrá (no sé cuál) que he recorrido
ya por última vez, indiferente
y sin adivinarlo, sometido

a quien prefija omnipotentes normas
y una secreta y rígida medida
a las sombras, los sueños y las formas
que destejen y tejen esta vida.

Si para todo hay término y hay tasa
y última vez y nunca más y olvido
¿Quién nos dirá de quién, en esta casa,
sin saberlo, nos hemos despedido?

Tras el cristal ya gris la noche cesa
y del alto de libros que una trunca
sombra dilata por la vaga mesa,
alguno habrá que no leeremos nunca.

Hay en el Sur más de un portón gastado
con sus jarrones de mampostería
y tunas, que a mi paso está vedado
como si fuera una litografía.

Para siempre cerraste alguna puerta
y hay un espejo que te aguarda en vano;
la encrucijada te parece abierta
y la vigila, cuadrifronte, Jano*.

Hay, entre todas tus memorias, una
que se ha perdido irreparablemente;
no te verán bajar a aquella fuente
ni el blanco sol ni la amarilla luna.

No volverá tu voz a lo que el persa
dijo en su lengua de aves y de rosas,
cuando al ocaso, ante la luz dispersa,
quieras decir inolvidables cosas.

¿Y el incesante Ródano y el lago,
todo ese ayer sobre el cual hoy me inclino?
Tan perdido estará como Cartago
que con fuego y con sal borró el latino.

Creo en el alba oír un atareado
rumor de multitudes que se alejan;
son lo que me ha querido y olvidado;
espacio, tiempo y Borges ya me dejan.

Llorar a lágrima viva (Oliverio Girondo)

Llorar a lágrima viva
Llorar a chorros.
Llorar la digestión.
Llorar el sueño.
Llorar ante las puertas y los puertos.
Llorar de amabilidad y de amarillo.

Abrir las canillas,
las compuertas del llanto.
Empaparnos el alma,
la camiseta.
Inundar las veredas y los paseos,
y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.

Asistir a los cursos de antropología,
llorando.
Festejar los cumpleaños familiares,
llorando.
Atravesar el África,
llorando.

Llorar como un cacuy,
como un cocodrilo…
si es verdad
que los cacuyes y los cocodrilos
no dejan nunca de llorar.

Llorarlo todo,
pero llorarlo bien.
Llorarlo con la nariz,
con las rodillas.
Llorarlo por el ombligo,
por la boca.

Llorar de amor,
de hastío,
de alegría.
Llorar de frac,
de flato, de flacura.
Llorar improvisando,
de memoria.
¡Llorar todo el insomnio y todo el día!

Todo el tiempo en un instante

 

Lugares olvidados 10

 

Camino bajo la sombra de altos pinos y otros árboles que no puedo diferenciar. El lugar, esta vez, no importa. Podría ser cualquier sitio en cualquier continente y eso es lo que quiero: que el punto preciso sea dejado de lado, porque lo que importa aquí es el tiempo, no el espacio. Camino, dije, bajo la sombra de altos pinos y otros árboles, por un sendero apenas delineado en el terreno. Si existe es porque hay quien todavía va y viene por él, pero no porque haya sido delimitado por nadie en particular; es el azar de los caminantes quien le ha dado forma y sentido. Perdido en mis pensamientos me topo con la casa, o al menos con lo que queda de ella, de manera casi abrupta. Es pequeña (hoy apenas podría ser considerada como una habitación), y es sólo cuatro paredes de piedra y nada más. Dos paredes opuestas se levantan en forma de ángulo y son donde se apoyaría un ausente techo de madera. Las otras dos son bajas. En la frontal se ve el hueco de la puerta y, a los lados, equidistantes, los dos pequeños rectángulos de las ventanas. Todos los bordes superiores de las piedras están cubiertos de musgo y plantas; desde su interior se elevan dos árboles que abren sus ramas a no demasiada altura. Me llama la atención que las paredes aún permanezcan en pie y que las raíces no las hayan levantado, produciendo su derrumbe. Tal vez los árboles que crecen dentro de la casa no sean de los que tienen raíces tan fuertes, me digo; o tal vez es que las raíces harán ese trabajo en un momento futuro.
Me dispongo a tomar algunas fotografías. En algún lugar tengo un álbum titulado, no muy originalmente, Lugares olvidados, donde guardo fotos de sitios como éste, olvidados por la mano del hombre, donde la naturaleza poco a poco ha vuelto a adueñarse de lo que siempre fue de ella. No quiero tomar demasiadas fotos, tres o cuatro bastarán. Busco un ángulo, otro, me interno en la casa y es allí donde me doy cuenta (donde siento) que me encuentro en un vórtice temporal. Por primera vez me doy cuenta de que estoy viviendo eso que siempre ha sido una idea que juega entre lo poético y lo científico, la presencia constante del tiempo en un instante (si se me permite la expresión, ya que la presencia del adjetivo constante hace que la frase sea casi paradójica). Sentí la presencia del pasado, del presente y del futuro en ese sólo y mismo instante. Vi o reviví los pasos que se habían dado dentro de aquel pequeño espacio delimitado por las cuatro paredes de piedra; vi a mis propios pies deambulado por huellas hoy invisibles y pensé que tal vez podría estar llevándome por delante una invisible silla o tal vez tropezando con alguien; vi cómo las paredes iban a ser derribadas, una tarde en que nadie ya pasara por allí y cómo, poco a poco, iban a ser devoradas por la vegetación, que es débil, pero paciente.

La sensación duró unos pocos instantes (otra vez el tiempo, inasible no sólo en los sentidos, sino también en las palabras o en el intento de exponer una sensación), pero tuvo la cualidad de la fuerza que graba esas impresiones en la memoria de manera indeleble. Las tres dimensiones del tiempo pasaron por mí, por el punto focal que fui aquella tarde; y eso es algo que puede ser difícil de explicar, pero no de olvidar y tal vez tampoco de sentir. ¿Podrán estas manos que trasladan en palabras a aquella memoria hacer que alguien pueda sentirlo en algún día futuro?

Las maletas maltrechas. Poética del viaje II, Arturo F. Silva, p.58.

Todas las fotos pertenecen a Forbidden Places. A continuación, una galería de imágenes con las mismas características. Para verlas en mayor tamaño, hacer clic sobre una de ellas.

Definir todo lo posible

Diccionarios de autor hay varios, los más famosos deben ser los de Gustave Flaubert, Diccionario de lugares comunes; y el de Ambrose Bierce, Diccionario del diablo (horrible título, por cierto. Ambrose Bierce publicó sus definiciones, por entregas, en un periódico californiano bajo el título, más adecuado, de Diccionario del cínico; pero a la hora de publicarlo en formato de libro, un editor más preocupado por las ganancias que por la literatura le cambió el título. El hecho no es menor, sé que en la Biblioteca Pública de Mar del Plata ese texto literario estaba archivado bajo el rótulo de ocultismo y que había que pedirlo de manera especial. Como ven, imbéciles son los que sobran).

 

Diccionario

 

Me fui por las ramas, como es habitual. Regreso como puedo, bajando a tierra por una rama diferente. El tiempo pasa. Eso que todos sabemos de manera intelectual a veces, y cada día más a menudo, se hace presente en el espejo o en la carne misma. Que anteojos para leer, que pastillas para dormir, que no corras tanto desgraciado que no puedo seguirte el paso, que mejor me quedo en casa que hace frío… Y que se nos van para siempre algunos amigos, algunos seres queridos de esos que uno quisiera tener más tiempo con uno, por ejemplo. Ya hace un par de años que el que se fue se llamaba Luis, el que publicaba sus textos bajo el seudónimo de Lucho Bruce, ocultando así su inseguridad (una de las muchas cosas que teníamos en común). Hoy, releyendo al azar algunas cosas sueltas, encontré estas definiciones que publicó hace un tiempo bajo el título de Definiciones para confirmar si soy tan estúpido o no. Las comparto con ustedes porque me gustan muchísimo, porque al leerlas confirmo que el título era sólo otra de sus muchas ironías, porque ya hace dos años que se fue y dos años es mucho tiempo en estos casos, y porque el tiempo pasa y escribir, crear algo, compartirlo es, tal vez, una minúscula forma de hacerlo correr un poco más lentamente.

 

Definiciones para confirmar si soy tan estúpido o no

 

ARTE: Lo que hallamos siempre en aquello que no entendemos.

MUJER: Si tiene “ovarios”, marimacho; si tiene “tetas”, puta.

HOMBRE: Si tiene cerebro, “reaccionario”, si tiene pene grande, “ganador”.

JOVEN: Individuo que posee el derecho a ser imbécil y de que todos se lo festejen.

ADULTO: Individuo que es tan imbécil como los jóvenes, tan renegado como los viejos y que no sabe “de que va la cosa”.

VIEJO: Individuo que carece del derecho de ser sabio porque lo tildan de “renegado”.

NIÑO: Definición de mono en estado de locura y evolución.

PERRO: El único ser vivo sobre el planeta que besará tus lágrimas cinco segundos después de que le diste una patada.

GATO: Se hace el canchero porque no tiene la nobleza del perro ni la fiereza del tigre.

CHATEAR: Insultar a un enemigo a través de un cristal blindado.

RESPETO: Nos acordamos de lo que es cuando lo exigimos del otro.

TELEVISOR: Aparato que posee un control remoto que sólo lo posee el Macho Alfa.

DINERO: Lo que hace que tu cara de mandril luzca como la de Judd Law, parezcas de 30 cuando tienes 60 y manejes un coche que no te mereces.

HAMBRE: El dolor mas intenso que sufre la humanidad – cuando es tu panza – la que está vacía.

GUERRA: No conozco ningún vencedor que se haya quejado de ella. Éstos festejan el triunfo, los vencidos lo sufren humillados, las pruebas de lo atroz se encuentra bajo la tierra, las fotos, los heridos, los humos de las bombas, los gritos de las hembras, el llanto tan en vano… Y los que las desatan, contando sus billetes.

MÚSICA: Si Dios –en el caso de que existiera –tuviera voz, sonaría como nuestra melodía predilecta.

VINO: Lo bebemos para que las uvas no se transformen en pasas. ¿Que sería de este mundo lleno de pasas de uva y sin vino?

FRASES: Inventarlas es una manera de querer pasar por menos estúpido de lo que realmente somos.

PENSAR: Hábito altamente nocivo, altamente adictivo, altamente doloroso y peligrosamente demodeé.

INCULTURA: A veces se esconde detrás de títulos universitarios, Doctorados y Masters.

CRITERIO: Es como la elegancia, se tiene o no, no es cuestión de comprar.

VALENTÍA: Lo único que nos queda cuando estamos al borde del abismo.

TURISTA: Renegado de la belleza que lo rodea todo el tiempo, aun en el lugar donde vive.

NOCHE: Sería perfecta si no existiera el día.

DORMIR: Cuando realmente lo estamos disfrutando hay que despertar.

REZAR: Seguir apretando el gatillo cuando se nos acaban las balas.

RELIGIÓN: Tomar un cargador de fusil en medio del combate y darse cuenta de que está vacío.

SEXO: Siempre el mejor es el que tuvimos aquel día…

MIEDO: No sentirlo es señal de estupidez, sentirlo es señal de saber perfectamente que necesitamos ganarle para poder seguir.

IRONÍA: Lo único que nos queda por decir cuando no podemos decir la verdad francamente.

ADULTEZ: Etapa de la vida donde te das cuenta de que todo lo que pensabas estaba equivocado y que lo que pensás ahora, seguramente, también va a estar equivocado.

DEPRESIÓN: Una de las pocas enfermedades en la cual, quien la sufre, es castigado y no consolado.

MANOS: Si eres como yo, seguramente te tocaron en el reparto: suaves para trabajar, hoscas para acariciar, torpes para crear y dos para confirmar la ironía.

REÍR: Compulsión que nos ahorra la pena de llorar.

LLORAR: Compulsión que nos priva de la dicha de reír.

AMAR: Hace que nos consumamos para que los demás sean felices.

ODIAR: Hace que nos consumamos para que los demás vean que somos felices y ellos no.

VIDA: Si es buena, es la que viven los demás; si es mala, no pelees para cambiarla, las cartas están echadas.

MUERTE: Si es buena, es la que sufren los demás; si es mala, no pelees para cambiarla, las cartas están echadas.

Aforismos y tiempo

Revista Humboldt

Hace poco tiempo, en una entrada titulada Libros de diez pesos les conté acerca de un mercado callejero que todos los domingos ofrece sus variados productos aquí en Morelia. Allí narré sobre cómo me voy armando con ciertas publicaciones que, además de ser muy económicas en general son difíciles o imposibles de encontrar en otros sitios. Este domingo conseguí un par de libros más y un par de revistas (éstas a cinco pesos mexicanos; es decir: 0,020 euros; y no me equivoqué en la conversión, créanme). Entre ellas una que me gustó porque al hojearla rápidamente vi que incluía varias obras de arte y un artículo sobre Beethoven que incluía copias de su famosa carta a la «inmortal amada». Al llegar a casa la abro al azar, simplemente por ese placer que nos produce pasar las hojas sintiendo cómo el borde se desliza por el pulgar y me detengo en unos aforismos de un tal Heinrich Wiesner, de quien desconozco todo. Tres de sus aforismos luego harán que me ponga a pensar seriamente en cómo leemos y en cómo somos nosotros los que modificamos al texto que tenemos frente a nosotros. Esos tres aforismos son los siguientes:

Negros en Europa: África manda misioneros.

Cambio de símbolo: La muerte ha dejado a un lado la guadaña. Está sentada al volante.

El nuevo Colón navega por profundidades de tiempos de luz.

Sin referencia alguna, ya que la lectura me había sumergido en el abismo de las palabras, no pude menos que tomar nota del acierto de Wiesner. El primero de los aforismos, sin duda alguna, hacía referencia a las oleadas de inmigrantes que cruzan o intentan cruzar el Mediterráneo. El segundo hace clara alusión a la nueva moda de asesinar inocentes por medio de autos que corren a toda velocidad por sectores peatonales. El último, no tengo la menor duda de ello, no es más que una metáfora de internet ¿Qué otra cosa puede ser ese «navegar por profundidades de tiempos de luz»?

 

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Luego de revisar algunas páginas más y de certificar que hice una compra notable (ah, el azar…) leo los datos editoriales y así ver si puedo encontrar más revistas como ésta. La revista se llama Humboldt, curiosamente se imprime en Alemania y el número que tengo en la mano es de 1970…

Al notar esto vuelvo a los aforismos y los leo otra vez, lentamente, uno a uno y con la conciencia de que Weisner dijo otra cosa de lo que yo leí pero que ahora, luego de casi cincuenta años, hablan de una manera diferente. No puedo menos que sonreír ante el hecho de que nunca voy a saber lo que significaba para ese hombre la expresión «navegar por profundidades de tiempos de luz» (tampoco me importa saberlo, me basta con lo que significa hoy); también me hace sonreír, aunque un poco menos, la referencia a la muerte sentada tras el volante; tal vez Weisner sólo estaba criticando a un creciente parque automotor y nada más. Pero lo que no me hace reír en lo más mínimo es el primer aforismo. Sea como fuere, haya pasado el tiempo que haya pasado, lo cierto es que esos «Negros en Europa» siguen pareciéndome tan actuales como nunca. Y es en ese punto donde se termina la literatura.

 

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Una idea para pasar el rato

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El filósofo Bernhard Welte habla de recuperar el concepto de rato.  Pregunta: ¿Cuánto dura un rato? No lo sabemos, claro, un rato es una porción indefinida de tiempo, así que, ¿cuál es el valor de hablar de él? La idea de Welte, sin embargo, no deja de ser atractiva: el rato es ese tiempo que nos hace sustraernos a la medición del tiempo. Un rato es ese tiempo que pasamos sin mirar jamás el reloj. Un rato es el tiempo que pasamos haciendo lo que queremos; el tiempo que jugamos con nuestras mascotas, el tiempo que pasamos con los seres queridos, el tiempo que paseamos, el rato, en suma, que pasamos en la cama abrazados a quienes más queremos. Recuperar el sentido del rato me parece una idea de una simpleza y de una profundidad maravillosa. Pasar el tiempo sin cuantificarlo, sin medirlo, sin considerarlo como una «pérdida», sino todo lo contrario. Pasar un rato haciendo, simplemente, lo que nos venga en gana. Cocinar, pasear, amar, jugar, leer, meditar, mirar el techo, lo que sea. Un rato con nosotros mismos y por nosotros mismos. Sólo eso: un rato.

Nietzsche y el eterno retorno

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«Suponiendo que un día, o una noche, un demonio te siguiera a tu soledad última, y te dijera: esta vida, tal como la has vivido y estás viviendo, la tendrás que vivir otra vez, otras infinitas veces; y no habrá en ella nada nuevo, sino que cada dolor y cada placer y cada pensamiento y suspiro y todo lo indeciblemente pequeño y grande de tu vida te llegará de nuevo, y todo en el mismo orden de sucesión, también esta araña y este claro de luna entre los árboles, y este instante, y yo mismo. El eterno reloj de arena de la existencia es dado la vuelta una y otra vez, ¡y tú con él, polvillo de polvo! Suponiendo que así te hablara un demonio, ¿te arrojarías al suelo rechinado los dientes y maldiciendo al demonio que así te habló? O has experimentado alguna vez un instante tremendo en el que contestarías: “¡eres un dios y jamás he oído decir nada tan divino!”. Si esa noción llega a dominarte, te transformará y tal vez te aplastará. ¡La pregunta ante todas las cosas -¿quieres esto otra vez, infinitas veces?- pesaría como el peso más pesado sobre todos tus actos! O si no, ¿qué categóricamente tendrías que llegar a decir sí a ti mismo y a la vida para no aceptar nada más anhelosamente que esta ratificación última, eterna?».

(Friedrich Nietzsche La Gaya Ciencia; aforismo 341; p.225)

Éste es uno de los aforismos más conocidos y comentados de Nietzsche. Muchos lo toman de manera literal; basados en la errónea idea propuesta por el mismo filósofo: si la materia o la energía es limitada, y el tiempo es infinito, de esto se deduce que a los largo del tiempo la materia cobrará la misma forma que antes, al menos en algún momento de la eternidad. Y no sólo una, sino infinitas veces. El problema, aquí, es que nadie dijo que el tiempo fuera infinito; así que la cosa debe ir por otro lado. ¿Y cuál sería ese otro camino al que apunta Nietzsche con su idea del eterno retorno? Pues está bastante más claro hacia el final de la cita y podría resumirse así: Si tuvieses que vivir infinitas veces tu vida ¿Estarías satisfecho o feliz de hacerlo? Si la respuesta es «no» entonces aparece la pregunta más importante: ¿Y qué estás haciendo, entonces, para que tu vida sea digna de ser vivida infinitas veces? Aquí ya estamos hablando de otro de los temas centrales de la filosofía nietzscheana: la voluntad de poder (la voluntad de poder bien entendida, claro; no la lectura que hace el fascismo de ella). En síntesis: Vive como si fueras a repetir cada acto de tu vida infinitas veces. ¿Por qué dañar a alguien? ¿Es esto lo que quiero? ¿Debo decir Sí cuando quiero decir No o viceversa? Preguntas de este tenor son las que deberíamos hacernos cada vez que nos enfrentamos a una decisión de importancia; y responderlas bajo la perspectiva de eterno retorno nos ayudará a tomar la mejor de ellas, aún cuando no sea del agrado de la mayoría de las personas que nos rodean.

Tiempo al tiempo.

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Tiempo, tiempo, tiempo. Parece ser que ni aún cuando uno toma los recaudos necesarios para poder despegarse de su influjo, el maldito tiempo se las arregla para desaparecer, esconderse o empequeñecerse. Extraña paradoja: necesito tiempo para conseguir tiempo. Espero que a lo largo del día de hoy mis axones se laven bien los dientes y se vistan bonito; lo suficiente, al menos, como para que me regalen un buen fin de semana. ¡Abur!

El gran tirano

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¿Qué cuestiones menores repercuten de forma importante en nuestra vida? Somos pocos los que hemos de preocuparnos por la comida y el agua y, sin embargo, estamos tan obsesionados por las cuestiones materiales como nuestros ancestros. Conceptos más elevados como la eficacia, la calidad y la felicidad nos parecen demasiado vagos y filosóficos para pensar en ellos. Pensamos en el tiempo para no desperdiciarlo, no para invertir en él.

Garry Kasparov – Cómo la vida imita al ajedrez

Los extraño. Así de simple. Pero necesito que algún émulo de Einstein me ayude y me diga cómo puedo hacer para que durante la semana que viene los días duren 36 ó 48 horas. Si alguien tiene la fórmula, por favor, que me la envíe. Mi agradecimiento anticipado.

Ocupar el presente

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A raíz de algunos comentarios sobre el post La conquista de la felicidad (en el cual transcribí un texto de Bertrand Russell) por éste y otros medios, me he dado cuenta de que son varias las personas que han cambiado o están en medio del cambio o están planeando cambiar siguiendo este rumbo: el de encontrar la felicidad en otro ámbito que no sea el que nos han venido metiendo en la cabeza desde el primer llanto; es decir, el de las compras compulsivas, el del deber por sobre el placer, el de la constante búsqueda de novedades y, sobre todo, el de las posesiones (ya sean objetos, dinero, mascotas o personas). Muchos nos hemos dado cuenta de que aquella expresión que jugaba en el límite de la contradicción o de la paradoja y que comenzó a usarse en la decoración, en la gastronomía y en el arte y que decía menos es más podía ser muy útil para ser aplicada en nuestra vida diaria. Hace un tiempo escribí un post titulado Despojarse de todo y, al menos hasta hoy, continúo en la misma brecha, en el mismo camino y no es sólo un capricho sino que cada vez estoy más convencido de sus beneficios. Me falta tan solo un paso pequeño y creo que voy a lograr llegar a la mínima expresión. Como todos los que por aquí pasan saben, mi pasión son los libros, así que en cuanto pueda comprar mi e-reader, todo lo que necesito cabrá, al fin, en una mochila. Ésa idea es la que más me ilusiona e impulsa: saber que todo mi hogar pueda caber en una mochila y que nada me atará ni aquí ni allá ni en lado alguno me parece la síntesis perfecta.

Alguno podrá decir, como lo dijeron aquella vez, que hay mucho de postura en esto; pero puedo asegurarles, honestamente, que nada está más alejado de la verdad. Llevar adelante esta idea implica, en muy poco tiempo, entrar en un círculo virtuoso, en un círculo de ganancia inmediata. Por ejemplo: hay muchas menos preocupaciones y mucho más tiempo libre y, en consecuencia, más tiempo para uno mismo; para el ocio creativo o para el ocio contemplativo; es decir, simplemente, para ocupar el presente.

El necesario arte de la sustracción

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La tendencia de nuestras vidas, de nuestros negocios, del arte; es seguir sumando: más muebles, ropa, gadgets, tareas, citas, características a nuestros sitios web, aplicaciones , palabras a nuestra escritura.

Esa tendencia continua no es sostenible ni deseable :

Demasiadas cosas que hacer significa que siempre estamos ocupados, sin tiempo para el descanso, la quietud, la contemplación, la creatividad, el tiempo con los seres queridos. Una abrumadora cantidad de clientes o de opciones significa que somos menos propensos a hacer una elección real. Demasiadas posesiones suman desorden y estrés visual, a lo que hay que sumar la limpieza , el mantenimiento, las deudas. En suma: menos felicidad .
Demasiadas tareas hacen que sea más difícil centrarse en una sola cosa o en no hacer nada. Demasiadas cosas que queremos aprender significa que nunca aprendemos nada bien.
La resta, por el contrario, es hermosa: crea espacio, tiempo, claridad. La resta es necesaria; de lo contrario, estaremos  siempre sobrecargados de trabajo .

Restar puede ser doloroso : significa dejar ir a un niño. A ese niño interior que quiere acaparar todo para sí mismo.

La resta es un arte que mejora con la práctica. La resta se puede practicar en todo horario, se pueden hacer listas de tareas, listas de compromisos, de posesiones; listas de lecturas, de escritura, de productos, de distracciones .

¿Qué puedes restar en este momento?