Aporofobia, en síntesis

 

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A raíz de la entrada de ayer, la cual comentábamos con un amigo, recordé una anécdota de la que fui testigo hace algunos años. Por aquel entonces trabajaba en un restaurante en los Estados Unidos y un compañero, Adrian, se encontraba muy feliz por el segundo embarazo de su esposa. La dueña del restaurant, Nieves, lo felicitó y le dijo, con una mirada que no intentaba esconder cierto desprecio «Supongo, Adrian, que no tendrán más ¿No? Más de dos es signo de ignorancia…». En ese momento estaba de moda la idea de que dos hijos era lo correcto; ya que así podía mantenérselos «bien» y enviarlos a la universidad; etc. Idea que ha caído en desuso, creo, o que he tenido la fortuna de no volver a escuchar.

Pero lo curioso era que no parecía haber problemas con el Doctor Halford, quien era un habitué del restaurante y que además de un bonito apellido tenía cinco hijos y una hermosa esposa. Para él el límite de dos hijos no corría y no por eso parecía ser un ignorante ni mucho menos. Simplemente lo que doña Nieves tenía en mente era que el límite servía para ciertas personas; como un camarero, un empleado, nunca para un profesional, un Doctor o alguien con un título similar.

 

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En definitiva, el problema de ayer es igual al de hoy: no importa si lo llamamos racismo, clasismo, xenofobia, homofobia o cualquier otro término que queramos inventar. El asunto es el rechazo al pobre; cuando de eso se trata no importa la raza, el sexo, el color o la nacionalidad; en ese sentido sí son todos iguales. Propongo para ello inventar una sola palabra y listo, los englobamos a todos allí; al menos de esa manera ganarán en síntesis y podrán canalizar su odio en una sola causa. Creo que Aporofobia (fobia al pobre) podría servir.

Ni siquiera en privado

 

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En Argentina se ha armado cierto revuelo por los decires de una mujer que se queja (en una conversación telefónica) porque desde su departamento de lujo tiene que ver a los pobres descansando a la vera del lago. Transcribo parte de lo que esta mujer dijo, tan sólo una pequeña parte:

«Yo quiero descansar, pero descansar sobre todo visualmente. A mí me molesta que estas bestias —porque son bestias, porque no tienen el mínimo de educación— estén reunidos como ayer, el día de la madre, sentados en una reposera de Mar del Plata tomando mate y con el perro en la piscina. Yo soy una mujer normal a la que le gustan ciertos parámetros estéticos, como ser el estar en Punta del Este, donde nadie te va a tomar mate adelante… Yo pensé que había otra onda en el edificio, otra onda más cool, más relajada y la verdad es que es gente muy… de cuarta… que tienen modales de décima categoría… Yo no desprecio a la gente… Créeme, Michel, que yo no desprecio a la gente…»

Como dije, el asunto ha levantado cierto revuelo y no es para menos; pero de entre todos los programas radiales que escuché al respecto (los que iban desde el ataque frontal hasta la burla), hubo uno que llamó mi atención. Darío Sztajnszrajber, filósofo, destaca un problema primero: Que el asunto se haya hecho público. Él dice que si se hubiese mantenido en privado el tema sería otro. Cabe aclarar que Darío Sztajnszrajber no defiende en ningún momento a esta mujer, pero como buen derridiano que es se pierde en florituras semánticas y deja el tema central sin tocar. Esa distinción sobre la esfera pública y la privada me deja pensando.

 

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Por un lado, si bien se entiende que en privado uno es libre de pensar lo que quiera, el tema de la moralidad y de los propios límites de pensamiento sigue en pie. En síntesis: ¿Es permisible el pensamiento racista sólo porque éste no se manifiesta en público? Por mi parte creo que no y que lo censurable radica en el acto de pensamiento, no si este es público o no (esto último lo hace más grave con respecto a las relaciones sociales, nada más; es decir que lo expone en una esfera más amplia).

Por último, vi un video donde hablaba el hombre que dio a conocer el audio y allí encontré lo que el filósofo no se atrevió a decir: «Decidimos con mis hijos dar a conocer este material porque creímos que la sociedad no podía perderse escuchar este audio que si bien hoy tiene un fuerte contenido periodístico también posee un fuerte contenido social que vivimos todos los días y que marca la grieta que subyace en nuestra sociedad».

Me quedo con esa postura: lo que está mal no puede justificarse y hacer público un audio privado, aunque en una primera instancia pueda considerarse como una falta, se hace necesario y ético más cuando, como en este caso, lo amerita la situación.

 


Actualización: Como voy escribiendo las entradas y las dejo programadas para que se suban diariamente, el texto anterior lo escribí hace unos veinte días. Ahora me encuentro con este video del actor cómico Diego Capusotto y de su personaje Micky Vainilla. Da la sensación de que el video fue hecho para burlarse de esa mujer de la que hablo en la entrada, pero no; ese programa es del 2013. Capusotto lo único que hace es exponer, mediante el humor, lo que ya está allí, en la sociedad toda. Después, el que haya aparecido ahora esta grabación no hace otra cosa que volver a la realidad aquella frase de Oscar Wilde: «La naturaleza imita al arte».

 

La pasión irracional

 

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Una de las imposibilidades de hoy en día es la de poder intercambiar ideas u opiniones con alguien que piense diferente. La mediocridad se ha enquistado en tal modo en el modo de ser de las sociedades que ya es imposible sostener una idea sin que se corra algún tipo de peligro, incluso físico. Muchos de ustedes recordarán que al asumir la presidencia Mr. Donald Trump se vieron muchos casos de intolerantes que atacaban a inmigrantes o incluso a nacionales descendientes de otras razas o religiones. ¿Esto fue algo casual o inesperado? De ninguna manera; los intolerantes siempre estuvieron allí, sólo que antes estaban contenidos por el poder de las leyes (al menos hasta cierto punto); pero al asumir uno de ellos, los demás se vieron desatados.

Algo similar ocurrió en Argentina en los últimos años. El odio que despertaron los Kirchner no es gratuito, estuvo siempre allí, latente, hasta que al fin se hicieron con el poder y es entonces que se desata en toda su estúpida y cruel amplitud.

 

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No fueron los Kirchner y tampoco fue Trump quien dividió a la sociedad; ésta siempre va a estar dividida y eso no es algo intrínsecamente malo. Lo malo es que un grupo se sienta con derechos por sobre el otro y que crea que la violencia (siempre ejercida por ellos, por supuesto) es la solución. Recuerdo para ello las palabras de Bertrand Russell: «Las opiniones que se sostienen con pasión son siempre aquellas para las cuales no existe un buen terreno intelectual; de hecho, la pasión es la medida de la falta de convicción racional del poseedor». O también, del mismo Russell: «El problema de la humanidad es que las personas inteligentes están llenas de dudas mientras que los imbéciles están llenos de certezas».

Strange Fruit o el dolor perenne

Billie Holiday

Los árboles del sur llevan una fruta extraña,
Sangre en las hojas y sangre en la raíz,
Negro cuerpo balanceándose en la brisa del sur,
Extraña fruta colgada de los álamos.

Escena pastoral del valiente sur,
Los ojos abultados y la boca retorcida,
Aroma de magnolia dulce y fresco,
Y el súbito olor a carne quemada.

Aquí está una fruta para que los cuervos arranquen,
Para que la lluvia se reúna, para que el viento chupe,
Para que el sol se pudra, para que un árbol caiga,
Aquí hay una extraña y amarga cosecha.

Strange Fruit es una canción icónica grabada en 1939 y que aún tiene el valor de la denuncia y el alegato sobre el linchamiento en América, el cual hoy podemos extender a otras latitudes. Fue grabada por primera vez por Billie Holiday, quien para mí, es la mejor cantante de jazz que ha pisado esta Tierra.

Es una poesía simple pero eficiente. En un momento en que la protesta política no se expresaba a menudo en forma musical, la canción representaba el linchamiento en toda su brutalidad. Los tres versos cortos son aún más poderosos que su lenguaje subestimado e irónico. La yuxtaposición de un bello paisaje con la escena del linchamiento, el olor de las magnolias con el de la carne quemada, las flores más típicamente asociadas al clima del sur con el «fruto extraño» producido por la opresión racial, evoca la esencia del racismo reaccionario; el racismo en Estados Unidos está acusado y expuesto por estas líneas sin ninguna necesidad de un mensaje más didáctico o de agitación.

El poema fue escrito en la década de 1930, después de que Meerpool Abel Meeropol (el autor del poema) viera una foto espantosa de un linchamiento sureño y mucho antes de que se reuniera con Billie Holiday. En ese momento estaba enseñando en la Escuela Preparatoria De Witt Clinton en el Bronx. «Strange Fruit» fue publicado por primera vez como «Bitter Fruit» en la edición de enero de 1937 de The New York Teacher, la publicación de Teachers Union, en la que el Partido Comunista jugó un papel dominante.

Escribiendo bajo el seudónimo de Lewis Allan, los nombres de sus dos hijos que habían nacido muertos, Meeropol puso música al poema por su cuenta. Durante los primeros dos años después de que fue escrita, la canción fue ejecutada en círculos políticos, en reuniones, beneficios y fiestas en casa. A principios de 1939, Billie Holiday se presentaba en la recién inaugurada discoteca Café Society en el bajo Manhattan. Meeropol le preguntó a Barney Josephson, el dueño del club, si Holiday lo cantaría. Según algunos relatos, Holiday al principio no estaba particularmente impresionada por la letra y tal vez no completamente consciente del significado de la canción. Su interpretación, sin embargo, causó una enorme impresión. Comenzó a tocarlo todas las noches y luego lo grabó en abril de ese año.

Billie HolidayDije que Billie Holiday fue la mejor cantante de jazz, y tal vez alguno traiga a la mesa a Ella Fitzgerald o a Sarah Vaughan; las cuales son consideradas como los puntos más altos dentro de este estilo (sobre todo la primera; la cual llega a cotas de perfección difíciles de igualar); pero Holiday será siempre la intérprete por excelencia. El dolor que transmite en esa voz no siempre perfecta, el sentimiento que le imprime a cada fraseo, la cadencia que desgarra cada palabra hacen que ella sea la que mejor transmita aquello que está cantando; de allí mi elección por Billie Holiday por sobre las demás.

Aquí, entonces, Strange Fruit en la versión inmortal de Billie Holiday. Desde 1939 hasta hoy y, por desgracia, hasta un mañana bien adentrado en el futuro.

La fortuna de ser moderno

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He encontrado PEARS SOAP incomparable para las manos y la tez.

Hace un par de semanas, buscando imágenes para un texto sobre el racismo, encontré estas dos estupendas muestras del buen gusto y del tacto de los publicistas de antaño. La idea, como verán, no es muy original, de hecho, es prácticamente la misma:

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¿Por qué tu mamá no te lava con el jabón Fairy?

Seamos sinceros: uno rechaza de plano la idea de ambos avisos; por algo somos civilizados habitantes del siglos XXI ¿no? Pero también ambas publicidades mueven un poco a risa. No, insisto, por lo que implican, sino que se piensa en aquellos tiempos y se ve que no siempre hay que ir demasiado lejos para encontrar a la barbarie. Solemos pensar en ella como una forma habitual del medioevo o de las épocas anteriores a la era común, pero nunca la vemos tan cerca como el siglo pasado.

Por suerte nosotros somos habitantes de este siglo XXI, civilizado y moderno, donde esas cosas son impensables ¿No?

Pueden ver las imágenes en mayor tamaño haciendo clic sobre una de ellas.

Racismo sudaca

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Hace poco más de seis meses, en una publicidad informativa del gobierno argentino, se presentó desde la misma imagen el trasfondo racista del actual (des)gobierno de ese país. La imagen, como ven más arriba, muestra a una pareja rubia que recibe asignaciones familiares; mientras que la mujer de piel y cabello oscuros, quien no tiene un marido que la acompañe, recibe asignación universal por hijo o asignación por embarazo. Para poner en perspectiva a quienes pasan por aquí y no son argentinos, aclaro que la gran discusión con respecto a las asignaciones por hijo o las asignaciones por embarazo fueron una creación del gobierno de Cristina Fernández; es decir, del gobierno anterior. La idea era la de ayudar a esas personas que más necesitaban un apoyo económico. Desde la derecha (y desde la estúpida e ignorante clase media derechista argentina, la cual es pobre pero se cree oligarquía y centro del universo) se criticó a la medida como “populista” (el gran leit motiv de la derecha actual) y se decían cosas como “estas negras con tal de no trabajar se embarazan para cobrar del gobierno” y cosas similares. Esa publicidad que dejé más arriba muestra, simplemente, que la derecha llegó al poder y que el mensaje racista ya se ha hecho oficial.

Ahora, en estos últimos días, en mi querida y golpeada Argentina se han producido varias marchas en defensa de la educación pública (la cual siempre ha sido pública y gratuita, desde el jardín de infantes hasta la universidad, y siempre ha sido, también, de una gran calidad. Los cinco premios Nobel en ciencia que tiene Argentina han sido hijos de ese sistema educativo) y el diario Clarín, el cual es el verdadero dueño de Macri y del (des)gobierno actual, publicó un artículo destacando que la educación pública es malísima al lado de la educación privada. Como la mira está puesta en los maestros (quienes están en huelga pidiendo un más que válido aumento salarial) el artículo dice que los niños de las escuelas privadas les llevan “dos cuadernos de ventaja” a los de las escuelas públicas; y para ilustrar el artículo se añade la siguiente imagen:

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El niño blanco, el que va a una escuela pública, tiene un gran reloj de alguna franquicia, útiles escolares, escribe. El niño de cabello oscuro no tiene nada y sólo mira. Los medios, otra vez, creando la realidad. Los medios, otra vez, mintiendo e inclinando el pensamiento de la masa. Los medios, otra vez, defendiendo a un corrupto e ignorante individuo (individuo que esos mismos medios llevaron allí) sólo para beneficio de unos pocos.

 

El tiempo detenido

Hace unos días, buscando unas imágenes para ilustrar una entrada, encontré un ligero sesgo en lo que Google Images nos brinda al buscar términos como “blanco” o “negro”. Para no perderme en palabras, dejo lo que encontré por allí. Primero, lo que encontramos al buscar el término “blanco”:

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Luego lo que encontramos al hacer clic en “persona blanca”:

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Seguimos con lo que se encuentra al buscar “negro”:

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La diferencia entre la primera imagen y la anterior se da, más que nada, en la barra superior. No hace faltan más comentarios. Por último, lo que se encuentra al hacer clic en “persona negra”:

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Desconozco cómo se lleva a cabo la presentación de estas imágenes; pero supongo que el algoritmo que usa Google está relacionado con aquel que lo hizo tan famoso y eficaz y que, básicamente, ordena las respuestas por orden de popularidad. Si es así, no podemos decir nada del buscador y sí mucho de nosotros, quienes somos los responsables de esas búsquedas. En ese sentido, el algoritmo de Google nos expone en toda nuestra desnudez moral. A pesar de todo lo que se habla, a pesar de todas las buenas intenciones, a pesar de los muchos avances que se han hecho en estos tiempos, aún vemos que hay mucho por hacer. Todavía seguimos considerando ciertas cosas como si el tiempo no hubiera pasado en absoluto.

Hombres así.

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Cuando los negros eran tratados como basura en EE.UU., dos velocistas americanos levantaron el puño en el podio de los Juegos Olímpicos de México 1968 reivindicando la aplicación de los derechos humanos para los negros en su país. Fueron expulsados inmediatamente, su carrera deportiva terminó, recibieron amenazas de muerte y terminaron uno de lavacoches en Texas y el otro de estibador en el puerto de Nueva York. Fue gracias a gente valiente como ellos que la segregación racial en EEUU retrocedió un poco.

Pero la historia del blanco de la foto es menos conocida y es digna de una película. Es australiano, se llamaba Peter Norman y fue medalla de plata en esa carrera. Yo pensaba que estaba ajeno a la movida que se montó detrás de él pero no es así. Los dos americanos le explicaron lo que iban a hacer y que le parecía. Norman contestó: “Creo que todo hombre tiene derecho a beber la misma agua. Creo en lo que creen ustedes”. Y a continuación señaló el distintivo de la lucha de los negros (la pegatina redonda blanca que se ve en la foto) y preguntó si tenían uno para él. De esa forma mostró su solidaridad con la lucha de los negros.

Las consecuencias para el australiano fueron terribles.

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Fue condenado al ostracismo. No sólo se le hizo difícil seguir corriendo; tampoco conseguía quién le diera trabajo. Repetidas veces lo invitaron a pedir perdón por el episodio de México, pero él se negó y siguió entrenando por sus propios medios y logrando tiempos superiores a sus rivales. En los cuatro años siguientes batió trece veces la marca de calificación en los 200 metros para ir a los juegos Olimpícos de Munich en 1972, pero no lo convocaron al equipo nacional y, por primera vez en la historia de los Juegos, Australia no tuvo sprinter en las finales de 100 y 200 metros. Norman intentó dedicarse al fútbol australiano profesional pero una lesión en el tendón de Aquiles lo puso al borde de perder la pierna por gangrena. Se hizo adicto a los calmantes que le recetaban, luego alcohólico, luego se recuperó y empezó a militar en el sindicalismo y trabajar en una carnicería. Usaba su medalla olímpica para trabar la puerta de su departamento.

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Cuando se anunció que Australia organizaría los Juegos en el 2000, se ilusionó con que lo incluyeran en los festejos. Los organizadores de Sydney invitaron a todos los medallistas olímpicos australianos a desfilar el día de la inauguración, pero a Norman no sólo lo excluyeron del desfile: ni siquiera le mandaron entradas para ir al estadio. Era el mejor velocista de la historia australiana pero no existía. Incluso en la estatua que se había erigido en el campus de San José, California, conmemorando aquel podio de México 68, el segundo lugar estaba vacío.

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Cuando murió en el 2006, los dos ex velocistas americanos viajaron hasta Melbourne y llevaron su féretro. La banda que acompañaba el cortejo tocaba “Carrozas de fuego”.

Billie Holiday y los frutos extraños

El linchamiento fue una práctica común en los  Estados Unidos durante el siglo XIX y parte del siglo XX. A principios de éste último siglo, un profesor de escuela de New York, Abel Meeropol, luego de haber visto unas fotografías de linchamientos de negros en el sur estadounidense, escribe un breve poema llamado Strange Fruit (“Fruta extraña” si lo traducimos literalmente; pero también sus variantes son válidas y tal vez más evocativas: «Fruto extraño» o «Extraño fruto». No es la dificultad de la traducción el tema de esta entrada; pero se hace necesario hacer notar cómo al intentar traducir sólo dos palabras tenemos tantas variantes, tantas dificultades).

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El poema es breve, sólo tres estrofas de cuatro versos:

Southern trees bear a strange fruit,
Blood on the leaves and blood at the root,
Black bodies swinging in the southern breeze,
Strange fruit hanging from the poplar trees.

Pastoral scene of the gallant south,
The bulging eyes and the twisted mouth,
Scent of magnolias, sweet and fresh,
Then the sudden smell of burning flesh.

Here is fruit for the crows to pluck,
For the rain to gather, for the wind to suck,
For the sun to rot, for the trees to drop,
Here is a strange and bitter crop.

Árboles sureños dan una fruta extraña, 
Sangre en las hojas y sangre en la raíz, 
Los cuerpos negros balanceándose en la brisa sureña, 
Extraño fruto que cuelga de los álamos.

Escena pastoral del sur galante, 
Los ojos saltones y la boca torcida, 
Perfume de magnolias, dulce y fresco, 
Entonces el repentino olor a carne quemada.

Aquí está la fruta para que los cuervos arranquen, 
Para que la lluvia reúna, para que el viento sorba, 
Para que el sol pudra, para que los árboles dejen caer, 
He aquí una extraña y amarga cosecha.

La visión bucólica del sur, con sus álamos y su perfume de magnolias y el contraste con el olor a carne quemada y el cuerpo de los hombres colgando de los árboles es todo lo que Meeropol necesitó para crear una obra que no puede dejar a nadie indiferente. Aun así, la llegada masiva al público de este poema demoraría un par de años más. En 1932 Billie Holiday graba, por primera vez, Strange Fruit (con el paso del tiempo la canción llegará a tener cerca de cuarenta versiones diferentes) y el éxito masivo expone aun a quienes no quieran prestar atención a “estas cosas”, lo cual suele ser una constante en los seres humanos, el horror de una práctica que, a pesar de todo, llegaría hasta bien entrada la década del 60.

Por último, una nota personal: si bien es sabido que los valores de tal o cual intérprete es algo totalmente subjetivo, bien podría decirse que Ella Fitzgerald o Sarah Vaughan fueron las mejores cantantes de jazz de todas las épocas; pero para mí Billie Holiday será, por siempre, la número uno. Donde Fitzgerald era la perfección o Vaughan la potencia vocal inigualable, Billie Holiday será la intérprete, aquella que transmitirá como ninguna el dolor de lo que las letras del jazz o del blues dirán sólo con palabras. Tal vez su propia vida, tan marcada por una infancia difícil, esposos golpeadores y, hacia el fin de sus días por el alcohol y las drogas haya sido la escuela donde aprendió a comprender o a compartir el dolor ajeno.

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Otra muestra de «doble estándar»

Con poco tiempo para escribir y para no desaparecer otra vez del mapa sin aviso, les dejo un artículo que me hicieron llegar (alguno ya imaginará quién) y al que suscribo hasta la última palabra. Está tomado del sitio El Corunio, el cual acabo de conocer y al que chequearé más a fondo.

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La Clase Media no se droga, sino que «sigue un camino de autodestrucción». El señor de Clase Media que se droga, nunca se droga, sino que está en una permanente transición entre algo nunca especificado, pero que no parece preocupar a nadie, y la liberación total de algo que cuando ocurre se publicita mostrándolo como un héroe. Porque el señor de Clase Media que se drogaba es un héroe por haber superado esa condición, a diferencia de los negritos villeros, que se la pasan yendo de granja terapéutica a celdas infames, y roban para seguir drogándose. El señor o señora de Clase Media que se droga nunca tiene muy claro si se está drogando o «teniendo una inquietud social» que en algún país que cita dicen que hace bien y la practican los hombres sabios. Pero cuando es encontrado muerto o muerta en su departamento neoyorquino, rodeado de jeringas y bolsas con droga, muere de «una causa no determinada», y hay que hacer autopsias y larguísimos análisis hasta que su agente arregla con la prensa que murió porque se confundió y se tomó una aspirina con el aguarrás que habían dejado los pintores. Y van presos los pintores. El pibe pobre, muerto por la Bonaerense, será drogón por siempre, y delincuente. Sin demasiadas pruebas. Por lo tanto, no merecerá justicia. Ni el ni sus familiares cuando intenten explicar lo que en realidad ocurrió. El famoso encontrado muerto siempre será «un talentoso que nos deja un legado que nunca olvidaremos», aunque haya hecho dos películas o un solo disco. Y recibirá una cobertura mediática de fotos suyas en las redes sociales, adosadas a un moño negro con frases como «nunca te olvidaremos», y una señora en Fiambalá y un adolescente en Namibia sentirán que perdieron algo, aunque la misma industria que hizo millonario al famoso había decidido que no haya cines en Fiambalá o en Namibia. Los amigos y la familia del famoso, los amigos y la familia del señor o señora de Clase Media que se drogaba dirán que no sabían que se drogaba, y se resaltará en ellos la actitud caballeresca de no revelar que sabían que se drogaba, pero mientras pudiera estar de pie y produciendo dinero, no iban a inquietarse demasiado. Los amigos y la familia del chico pobre muerto por la Bonaerense, cuando digan que no sabían si se drogaba, recibirán por respuesta que no se preocupaban por él. Su madre será una pésima persona sobre la que nadie se explicará «porqué no internaba a su hijo». La familia del señor de Clase Media que se drogaba dirá que sus frecuentes internaciones fueron porque «tuvo un fuerte cuadro febril» o «se tenía que hacer el periódico chequeo» que nadie se hace. Y los periodistas dirán que repreguntar significa en este caso «no respetar el dolor». Moral Blue. La usamos para muchas otras cosas. Todo el tiempo.

Nota: cuando se habla de «la Bonaerense», se hace referencia a la Policía de la Provincia de Buenos Aires, también conocida como Policía Bonaerense. Su fama se deduce del texto.