Breve ensayo sobre el cansancio (II)

Parte II: La moral

Amedeo Modigliani

De las muchas y útiles páginas de internet que podemos usar según nuestras necesidades y gustos, hay una que nos permite guardar fotografías en carpetas o álbumes. Yo la uso para no saturar la memoria de mi laptop, entre otros beneficios (como el de encontrar material afín a mis gustos o el compartir imágenes con otros usuarios). Hace unos días noté con no poco desagrado que algunas imágenes habían desaparecido de algunas carpetas. ¿El motivo? Ya que los administradores de la página no me avisaron de nada, me puse a revisar y vi que las imágenes desaparecidas eran todas de desnudos. Desnudos como los de Amedeo Modigliani; de Rubens o de Bouguereau. Sin embargo, no desaparecieron algunos desnudos de Picasso o de Kupka ¿Por qué unos sí y otros no? La razón se encuentra en el algoritmo que estas páginas usan para encontrar un determinado tipo de imágenes y así separarlas de otras. Por lo tanto, estas imágenes no se permiten:

Peter Paul Rubens – William-Adolphe Bouguereau

Mientras que estas otras, sí:

Pablo Picasso – František Kupka

Esto ocurre con todos los sitios web; nombren uno y estoy seguro de que estará en la lista. ¿Y qué puede encontrarse de malo en un desnudo en un cuadro? Mi carpeta de Modigliani tiene más de cien imágenes ¿Por qué no me borran los retratos? La respuesta es demasiado simple y, por desgracia, ridícula: porque un cuerpo desnudo es algo que para la moral de este tiempo (y que nos viene de la caída de Grecia y de Roma y el posterior avance de los monoteísmos) es algo intrínsecamente malo, feo, pecaminoso.

Ya he hablado de esto en otra entrada de hace tiempo, titulada Sexo no, violencia sí; y recordando lo que dije allí, hice un pequeño experimento: creé una nueva carpeta y la llené con fotografías de actos violentos varios. ¿Sucedió algo? Pues no; parece que no hay problema alguno con la violencia, tal como pensé que sucedería. Así que borré esa carpeta y me puse a pensar sobre qué es lo que sucede detrás de esta censura absurda.

Para empezar, lo obvio: el problema de la censura no está en lo censurado, sino en el censor. Recordemos la historia del «Il Braghettone». En 1564, el Papa Pío V, horrorizado por las desnudeces que Miguel Ángel pintara en los frescos de la Capilla Sixtina, ordenó que se les pintaran ropas encima. El trabajo estuvo a cargo de Danielle Da Volterra, lo que le ganó, como dijimos, el sobrenombre burlón de «Il Braghettone». ¿Qué había de malo en los desnudos de Miguel Ángel? Por supuesto que nada; lo malo estaba en la mente de Pío V; y como tenía el poder, hizo el ridículo. Hablando de ridículos, volvamos al siglo XXI. No dejo de pensar en la reunión de genios de esas páginas web de las que estamos hablando. ¿Qué pasa por la cabeza de esa gente? Lo peor de todo, para mí, es la idea de que alguien ―o varios, posiblemente― tuvo que trabajar horas y horas para crear un algoritmo especial que reconociera pechos, nalgas y penes para así poder borrarlos; es decir, censurarlos. ¿Cabe idea más enfermiza que esa? Y es por eso por lo cual se borran los desnudos de Modigliani pero no los de Picasso; se censura (es increíble, pero hasta siento vergüenza ajena al tener que escribir esto) a Rubens, pero no a Kupka. El algoritmo sólo actúa, no tiene moral ni tampoco inteligencia. Igualito que sus creadores.

Es por ello, también, que páginas como Facebook censura, pixelándolos, los pechos femeninos, incluso cuando se trate de un cuadro al óleo o caen en el ridículo más profundo censurando a una estatuilla de 25.000 años de antigüedad.

Venus de Willendorf; estatuilla de 25.000 años de antigüedad censurada por Facebook

En algún momento dije «volvamos al siglo XXI»; pero en algunos aspectos uno tiene la sensación de que todavía no salimos de la edad media. Las preguntas que hacemos sobre aquella época son las mismas que podemos hacer en la actualidad, al menos en lo que a moral se refiere: ¿Cómo es posible que hoy un cuadro de Modigliani sea censurado mientras que las imágenes de un descuartizamiento no? ¿Tiene esto algo que ver con la moral de la sociedad o es la moral de la sociedad hija de estas actitudes? Sin duda alguna, la respuesta es que lo segundo es lo que sucede. Creo que la imagen más sintética que puedo imaginar es la de un policía tratando de llevar presa a una mujer que amamanta a su bebé en una plaza; cosa que ha sucedido en varios países. Es la imagen perfecta de la violencia atacando al acto más amoroso posible y es, también, lo que luego se magnificará en casi todos los ámbitos. La estupidez de la moral predominante sobre la moral que debería predominar.

La relatividad de lo relativo

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Verdad

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Hace un tiempo subí a mi ex cuenta de Facebook la imagen que figura arriba. En aquel momento un muchacho se burló de mí acusándome de relativista, lo cual no era, ni por asomo, cierto; pero de nada valieron mis aclaraciones o explicaciones. Dejé eso de lado porque, como bien se sabe, en Facebook todo el mundo quiere tener razón y nada más (de allí que hable de mi «ex-cuenta»). Ahora me encuentro con esta frase de José Saramago: «En mi opinión, la gran sabiduría reside en ser capaz de relativizarlo todo. No dramatizar nada». Y he ahí la explicación de todo (y ahora lo digo por mí y para mí, que es lo que vale).

En lo filosófico no soy un relativista; no, absolutamente (en este sitio me he peleado ya demasiadas veces con el posmodernismo como para caer en esos mismos errores). En lo científico lo acepto como parte integral de unas disciplinas (la física, por ejemplo) pero lo niego en otras (la matemática); mientras que me parece que es una herramienta útil en los metodológico (ésa fue mi intención primera al publicar el cartel anterior: es cierto lo que se dice en ambos casos mientras se estudia el tema. Es decir que vale como un «mientras tanto» y nada más que eso). En lo social, en cambio, le doy tan poca importancia a las cosas que a veces me conduzco como si fuera un relativista. ¡Y es que uno no va a andar peleándose con cada persona que se encuentra por la calle y que sostiene una tontería como si fuera la verdad absoluta! No, en esos casos uno se hace a un lado y sigue su camino tratando de desentenderse de todo ello. No soy relativista, pero a veces se gana en tranquilidad actuando como si se lo fuera…

Perder la batalla

 

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La noticia no es nueva; de hecho, es del 2016, pero yo acabo de enterarme y la comparto porque sé que a lo largo de estos dos años que nos separan de ella, nada ha cambiado y hasta es posible que la cosa haya empeorado. La cuestión es simple: el periodista y académico Leonardo Haberkorn, quien dictaba clases en la carrera de Comunicación en la universidad ORT de Montevideo, renunció porque, dijo «Me cansé de pelearle a los celulares, el Whatsapp y el Facebook». Aquí el texto completo:

 

Carta

 

Más claro, imposible. ¿Apocalíptico? Seguro. ¿Exagerado? No lo creo. Más bien es lo que tiene que suceder cuando un espíritu sensible se cruza con la masa amorfa de la estupidez. Y no es necesario ser un profesor universitario para encontrarse con esto. Hoy lo vemos en la calle, en los restaurantes, en cualquier tienda donde entremos a comprar cualquier cosa (y donde quien debe atendernos dejará el teléfono con menor o mayor celeridad, según esté de humor) y, por supuesto, en nuestras propias casas, me atrevería a decir permitiéndome una generalización a la que no soy afecto pero que creo que es inequívoca (alcanza con que haya un adolescente o un joven en ella para que esto ocurra).

Zombies electrónicos los llama Javier Marías con perfecta ironía; ya que al verlos venir por la calle inmersos en sus aparatos es uno el que debe hacerse a un lado para no chocar con ellos. Son como los zombies de cualquier película, sólo que éstos no comen cerebros, sólo dejan que se los coman a ellos.

La mitad invisible.

Acabo de levantarme y, junto con el café, encuentro esto:

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Facebook, como siempre, el adalid de lo políticamente correcto (Salvo en el caso de Haití, claro ¿Han visto a alguien poner una banderita haitiana en su foto de perfil? ¿Han recibido alguna notificación de «Pray for Haiti»? ¿No? ¿Vieron qué poquito vale un negro si además es pobre? Sigamos. ¿En serio existe un «Día internacional de la Niña»? Me pregunté y fui a cerciorarme de que es así y encontré que sí, que es así nomás.

Escribo y reescribo este párrafo una y otra vez y nunca queda bien. Voy del insulto a la reflexión y nada explica con precisión lo que quiero decir. Entre el enojo y la impotencia debe haber un punto en el cual lo que quiero expresar está bien claro, pero no lo encuentro; ese punto me está resultando demasiado esquivo. Y es que no, no puedo creer que exista un «Día internacional de la Niña», olvidando o dejando (con plena conciencia, claro está) a la mitad de la población más sufriente de lado. LOS NIÑOS, todos ellos, son el grupo más golpeado, abusado, maltratado y explotado sobre la faz de la Tierra ¿Y resulta que ahora, por el simple hecho de tener un pene entre las piernas la mitad de ellos se vuelve invisible?Estamos hablando de 550 millones de niños. Es decir: 550.000.000 ¿Se entiende? Quinientos-cincuenta-millones. Carajo, ya ni sé en qué idioma hablar.

Lo políticamente correcto ha dejado de ser una idea idiota o lamentable para convertirse en algo peligroso. Al igual que la religión, la publicidad, la política y la TV, lo políticamente correcto es sólo una herramienta más para idiotizar a una masa a la que ya tienen más que idiotizada desde tiempos inmemoriales. En lugar de hablar y de luchar por una igualdad real lo que se está haciendo es separar cada vez más a los diferentes grupos sociales. Claro está, en esta separación siempre quedamos del mejor lado ¿no?

La cifra de niños que muere de hambre por año varía según la oficina a la que golpeemos la puerta; pero ronda los tres o cuatro millones. Es decir unos diez mil al día o, si quieren, uno cada diez segundos. Eso significa que mientras leyeron esto, murieron tres, tal vez cuatro niños por hambre; y ahora resulta que la mitad de ellos se ha vuelto invisible por ser, además, niños y no niñas; varoncitos, como se dice. 

Mierda de mundo.

De cómo una simple foto…

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Caminábamos con Lourdes por la avenida Madero cuando, al pasar un poco más allá del acueducto nos encontramos con una esquina que nos invitó imperiosamente a que la fotografiáramos. Subí esa foto mi cuenta de Facebook un par de días después y de inmediato llegó el primer comentario. No pasaron más que unos pocos minutos para que se sumaran otros amigos y comenzara un cruce más que rico y variado. José Agustín, Gerardo, Andrea, Betty tenían algo para contar de esa esquina. José Agustín me dice que allí funciona la panadería de los Ortiz y que allí tomó su primer taller de poesía (también dice que ese taller le pareció malo; yo tomé, no hace mucho un taller con el mismo poeta/profesor y coincido con él: el tipo es realmente malo); Gerardo me dice que vivió su infancia en esa calle y que más tarde, en la época de su adolescencia iba a jugar al billar justo enfrente de esta esquina; Andrea me recomienda los panes con queso, los que ella solía comprar luego de sus clases de inglés; y Betty me cuenta que a sólo tres casas tenía una amiga de la infancia donde solía pasar las tardes, al salir de la escuela.
En tan solo unos minutos mis amigos cambiaron la manera en que veré a esa esquina a partir de ahora. Ya no podré verla despojada, sólo un sitio bonito con unos árboles coloridos donde una vez pasé y nos tomamos un par de fotos. No, a partir de ahora esa esquina tiene una carga de memorias compartidas que la hará especial a mis ojos. Cada vez que pase por allí no podré dejar de ver a mis amigos correteando por esas calles, comprando un pan con queso recién salido del horno, tomando un taller de poesía con un mal profesor o robando un beso adolescente a la sombra del atardecer (esto no me lo han contado, pero sé que lo han hecho y que no lo han contado por pura y educada reserva). Sí, de cómo una simple foto…

Siempre son los otros.

Hay una página muy graciosa en Facebook titulada La gente anda diciendo; la cual transcribe cosas oídas al pasar en cualquier calle (aunque últimamente ha bajado un poco el nivel; tal vez se deba a que la gente ya no dice tantas cosas interesantes o tal vez se deba a que a ellos les está costando mucho recopilarlas). Ha tenido tanto éxito que ya han publicado dos libros con selecciones de las mejores frases. Aquí les dejo una de muestra y como disparador para pensar en el sentido profundo de ella, es decir, para ir un poquito más allá de la mera gracia.

La gente anda diciendo

El tema es uno que he venido tocando en estos últimos días: la incapacidad de ciertas personas para reconocer en el otro a un otro (valga la redundancia); a alguien con el derecho a pensar diferente; a sentir diferente, a opinar de manera diferente. Me imagino el modo de razonar del individuo en cuestión: ¿Cómo no va andar el mundo como anda si la gente siempre está pensando tonterías? YO tengo razón, por lo tanto lo que digan los otros, si no es lo mismo que digo YO, carece de sentido. Después de todo ¿qué son los otros? Ah, sí; como dijo Sartre: El infierno son los otros.

Sí, existe.

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El cartel que ilustra esta entrada es una muestra patente de lo que yo llamo la odiosa filosofía Facebook. Allí cualquier imbécil dice lo primero que se le ocurre y de inmediato es seguido por una infinidad de estúpidos que ni siquiera se detiene a pensar durante tres segundos si lo que están viendo y leyendo tiene algún asidero lógico o (como en el caso de las citas o de ciertas noticias) si tiene una base real y fundamentada. Este tipo de carteles (o como diablos se los llame) se vuelven de inmediato virales; término que si lo pensamos un poquito poco tiene, también, de amable o halagüeño. El error del cartel precedente es buscar el «error» o la «culpa» donde no está. No es atacando a la ciencia como van a terminarse los problemas; sino que hay que buscar a los verdaderos culpables donde están: en las fábricas de armas (sobre todo en ellas; un par de datos: un bombardero B2 Spiriti cuesta 2.200 millones de dólares. El año pasado EE.UU. firmó un contrato por 55.000 millones de dólares para el desarrollo y la construcción de 20 bombarderos B3). por otra parte, el costo total del programa Curiosity (el que busca agua en Marte) fue de 2.500 millones de dólares; es decir lo mismo que cuesta un solo bombardero. La exploración científica es indispensable para el avance de la humanidad toda y no es recortando lo ya bastante poco que tiene ésta como van a solucionarse los problemas. Insisto: hay que atacar donde el problema está de verdad. ¿Y qué sucede con los actos de corrupción que mueven billones de dólares cuando con sólo una pequeñísima parte de eso podríamos encontrar la cura para muchas enfermedades curables? ¿Y el narcotráfico? ¿Y los billones que están en manos de diez o veinte familias y que además siguen creando más desigualdad para obtener más y más y más dinero? ¿Y las religiones —con el catolicismo a la cabeza de la lista—? Si hay sitios sin agua en nuestro planeta; si no hay comida suficiente en muchos países, si no hay salud en otros tantos, no es porque el dinero se gaste en exploraciones científicas estúpidas; sino que es debido a decisiones conscientes tomadas por políticos y hombres de estado o empresarios para quienes la vida humana tiene menos valor que la cantidad de ceros de su cuenta bancaria. Entre ellos juegan a ver quién al tiene más larga mientras medio mundo se muere de hambre, de sed o por enfermedades evitables.

El dinero para erradicar toda el hambre del mundo se ha calculado en aproximadamente 33.000 millones de dólares. Eso es lo que gastan las naciones en armamentos cada ocho días.

Sí, gente; hay inteligencia en la Tierra; pero no es haciendo carteles como estos la manera de demostarlo.

Más de lo mismo:

Internet me tiene podrido.

Ya. Me disculpo por el título desde este mismo momento. No sé si sirve como justificativo el decir que no estoy pasando por un buen momento emocional y que ayer tenía ganas (o tal vez la necesidad) de hablar con alguien pero que nadie apareció y entonces que uno termina dando vueltas por aquí y por allá sin producir nada y, lo que es peor todavía, se encuentra con cosas que terminan sacándolo de quicio. La culpa es de uno mismo, claro, pero la verdad y esto sea dicho con toda modestia, cada vez es más difícil escapar de los idiotas. Seamos sinceros. No sé si se reproducen más o si se debe a algún otro efecto social o biológico, pero parece ser que tienen un GPS ideal para joder a todo el mundo. Sólo voy a dejar dos ejemplos de los que encontré ayer. Se va la primera:

484827_958593657561658_1866604842375724278_n Ya todos saben que detesto estos cartelitos que pululan en Facebook y otras redes sociales, pero mayormente en esa que acabo de nombrar. Esas frases sólo son filosofía barata y predigerida; como la comida que los pingüinos regurgitan para que sus crías puedan alimentarse. Quienes no quieren pensar reproducen una y otra vez este tipo de frases sin detenerse a pensar siquiera un segundo en lo que están diciendo. Ésta que me molesto en compartir es la típica «genialidad» errónea. Claro, desde un punto de vista lógico la frase no tiene error alguno, pero la gente parece olvidar que la vida no es un problema matemático o que se soluciona apelando a la viveza y astucia de algunos iluminados. La vida es compleja y no siempre amable con quienes por aquí pasamos y hay problemas que no tienen solución y que son para preocuparse de todos modos. Pero vamos por partes, ya que la frasecita misma está dividida en dos. La primera parte podría ser que el problema tiene solución pero yo, que soy medio tonto no la encuentro. Razón suficiente como para preocuparme. La segunda parte es aún más compleja. «Si el problema no tiene solución ¿Por qué preocuparse?» Me remitiré para explicar este punto a una pequeña historia que narra don Miguel de Unamuno en el primer capítulo de su Del sentimiento trágico de la vida.

«Lloraba Solón la muerte de su hijo y un pedante le dijo: Por qué lloras si no tiene remedio. Y Solón le contestó: por eso lloro, porque no tiene remedio».

La muerte de un ser querido, el sufrimiento propio o ajeno, el sinsentido de la existencia, los complejos vericuetos del amor y el desamor, son problemas que no tienen solución, pero que no podemos y, si somos seres completos y responsables de nuestra vida y de la de quienes nos rodean, no queremos evitar. La vida es compleja, no es un juego liviano para filosofías de cuarto grado.

El segundo ejemplo será más breve y, para mi gusto, más revulsivo. Como también muchos saben, me gusta la fotografía tanto como detesto los cartelitos idiotas. Por azar encontré esta foto que, literalmente, me quitó el aliento. Estoy seguro de que a ustedes les producirá algo parecido:

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El único problema es que la foto está manipulada. La verdadera foto es la que sigue:

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¿Qué clase de enfermo necesita manipular una foto de una niña que de por sí es preciosa para convertirla en un remedo de prostituta propia de cualquier callejón de Las Vegas? ¿Qué es lo que le sucede a la gente en general que vive protestando por la violencia de género, por la trata de personas, por la violencia en general y luego necesita consumir esto? ¿No debería ser considerado este acto como violencia infantil? (claro, olvido que hablo de internet, donde cualquiera dice y hace cualquier cosa, total el anonimato no paga).

En fin, que me cansé. Me voy a acostar con mi ejemplar del Quijote, quedé con una amiga y algunos otros en que íbamos a leerlo en conjunto y ése sí que no desilusiona. Tiene cuatrocientos años y ahí sigue, igualito que siempre: sin maquillaje y sin filosofía para idiotas.

Imágenes e información.

Haitian Woman

  1. Hace unos días vi en Facebook la foto con la que comienzo esta entrada. El epígrafe –en portugués− decía algo así como “esta foto debería haber ganado todos los premios. Mujer ahitiana defendiendo a su hijo en República Dominicana”.
  2. La imagen, sin duda, es impactante y me quedé unos minutos observándola con detenimiento. Hasta que me di cuenta de que yo no podía decir absolutamente nada de esa foto; todo lo que se me ocurría era una transmisión de mis propias ideas a esa imagen. Estoy, casi diría genéticamente, programado para rechazar a la autoridad; así que los policías de la fotografía ya tenían media batalla perdida. El gesto de la mujer impresiona. Además, el hecho de que se encuentre armada de un machete contra modernas armas de fuego, que sea una mujer contra tres hombres, que esté defendiendo al vida de su hijo, que sea ahitiana, es decir, proveniente de uno de los países más pobres del planeta (con todo lo que ello acarrea), terminaba de definir la ecuación. Mi simpatía estaba del lado de la mujer.
  3. Poco después recordé algo que sucedió en Argentina hará unos siete u ocho años. Un grupo de muchachos que había robado en algún sitio, al verse rodeado por la policía, ingresa a una gasolinera y toma rehenes. Clásica situación: policías rodeando el sitio, cámaras de TV., etc. Los jóvenes piden la presencia de sus madres como garantía, a lo que el fiscal de turno accede. Las madres entran a la gasolinera y minutos después salen. Al otro día se vería en la TV que una de las madres llevaba en sus brazos varios relojes de pulsera. Es decir, la madre se llevaba el botín de sus hijos para que la pena de éstos fuese menor. ¿Y si éste muchacho ahitiano cometió un crimen grave? ¿Si acaba de matar, digamos, a una familia? Vuelvo al mismo punto: todas suposiciones. La única conclusión válida es que yo no puedo decir absolutamente nada de la fotografía por la sencilla razón de que no dispongo de la suficiente información.
  4. Un paso más: mientras pienso en todo esto me doy cuenta de cómo pesa nuestro entorno cultural en mi lectura. “Es Tarantino puro” me digo mientras sigo mirando la imagen. Sigue pareciéndome una fotografía increíble y sólo pienso que podríamos decir algo muy vago y general sobre la violencia o sobre las desigualdades sociales; pero lo que veo ahí es a una mujer y a varios hombres es una situación extrema. Al diablo, entonces, con las generalidades.
  5. Pasan tres o cuatro días, entonces decido escribir sobre esa fotografía y lo que pensé en aquel momento. Ahora, hace unos minutos, busco información sobre esa imagen. Quiero saber qué pasó con esa mujer y con esos hombres.
  6. Lo que encontré es trivial, hasta cierto punto: la imagen fue tomada de una película que se titula Cristo Rey dirigida por Leticia Toros Paniagua en 2013 y se volvió “viral” en las redes sociales. Bien, esto parece que echa por tierra todo lo que pensé y analicé hace unos días pero, por suerte, no lo hace del todo. Como dije, lo que encontré es trivial, hasta cierto punto: no es la primera vez que reviso una noticia o una imagen que veo en Facebook y en algunas ocasiones me he encontrado con que esas imágenes son falsas o manipuladas (hace poco más de una semana me ocurrió con imágenes de un hecho violento en Honduras; cuando reviso las imágenes me encuentro con que algunas de ellas eran de otro hecho violento pero del 2009, lo cual dejaba sin efecto a todas las demás).
  7. Entonces las preguntas llegan solas: ¿Cuánto chequeamos de lo que vemos en las benditas redes sociales? ¿Cuánto revisamos antes de dar el famoso “compartir”? ¿Qué valor tiene que una imagen se haya vuelto “viral”? ¿Hasta qué punto vamos a permitir que un medio que podría ser maravilloso como internet se convierta en un canal de basura manipulada como la televisión?

Cuando Catón dirige Facebook

Para empezar: no creo que nadie se sienta molesto ni ofendido por la exposición de un pezón femenino ¿no? Bien, sabía que íbamos a estar de acuerdo. ¿Y si ese pezón femenino fuese parte de una obra artística? ¡Menos aún! ¿Y si esa obra artística es un retrato al óleo? ¿Quién se sentiría excitado, molesto, ofendido o agraviado por esa exposición? Sólo un enfermo mental, me parece. Aun así, me cuesta explicarme que en pleno Siglo XXI se vean imágenes como las siguientes (para ver las imágenes en mayor tamaño, hacer clic sobre una de ellas):


El artista se llama Jeremy Mann y estas imágenes las descargué de su página oficial de Facebook. En la tercera de ellas, el mismo Mann agrega: “Por favor, traten de no comentar sobre la censura y concéntrense en disfrutar la pintura”. Esas palabras suman patetismo a lo que ya no lo necesitaba. La estupidez de Facebook o, lo que es peor, su doblegamiento a las más recalcitrantes y arcaicas reglas “morales” me deja un gusto amargo, el de aquellos tiempos donde un censor apoyado por militares ignorantes se dedicaba a poner tiritas negras en cada foto de un cuerpo femenino. En su patetismo, los creadores de Facebook parecen olvidar que la censura degrada al censor, no al censurado.