Lo que importa.

Celeste

Supongamos, querido lector, que estamos recostados en el césped de un jardín, charlando de esto y de aquello, cuando uno de los dos hace un comentario casual sobre lo bello que es el celeste del cielo. El otro mira un instante hacia lo alto, como si no hubiese notado que allí estaba, desde siempre, esa esfera que nos rodea y confirma la belleza de ese celeste terso y ubicuo. Ahora, ese otro pregunta: ¿Cómo podemos estar seguros de que ese celeste que vemos en el cielo es el mismo para los dos? Traten de responder a esta pregunta y verán la dificultad que implica. De nada vale señalar un objeto de color celeste y hacer la comparación, siempre diremos que es celeste y estaremos de acuerdo en ello, pero es que así lo reconocemos porque así lo hemos aprendido; entonces la pregunta permanece: ¿Cómo podemos estar seguros de que ese celeste que vemos en el cielo es el mismo para los dos? No hay caso, es imposible saberlo. Lo único que podemos decir es que ambos estamos de acuerdo en que el cielo, sea como fuere que el otro lo vea, es celeste.

Hilario Ascasubi fue un político y poeta argentino del siglo XIX. Cuenta la leyenda que Ascasubi nació debajo de una carreta, en medio de la pampa. Cuando Borges retoma esta historia dice: “Más allá de la verdad histórica, conviene creer que esto fue así”. ¿Y por qué conviene creer que esto fue así? Pues porque esa imagen del nacimiento de Ascasubi cerraría la imagen mitológica del poeta gauchesco. No importa, después de todo, si eso fue verdad o no; pero para la belleza de la imagen conviene creerlo. Borges nos plantea, entonces, la idea de la estética como valor de verdad.

¿Y qué tiene que ver el celeste del cielo con Ascasubi y con Borges? Momentito que ya estoy llegando.

Acabo de leer un comentario de Danioska a una de mis entradas. En ese comentario, luego de contarme una anécdota, Danioska dice: “no tengo la certeza de que sea una historia cierta…”. De inmediato pienso: ¿y qué importa? No importa si esa anécdota es fiel a la verdad o no, lo que importa es que es estéticamente válida. La verdad, como todos sabemos, es una construcción. Una construcción del poder, dice Nietzsche, pero también una construcción de la estética, dice Borges. Si tomamos la base de ambas definiciones vemos que podemos crear una definición de verdad. De hecho, es lo que hacemos cada vez que escribimos un poema. Al escribir un texto poético estamos inventando una concepción nueva de la verdad, pero lo hacemos a través de metáforas, de símbolos, de imágenes. Nadie consideraría a un poema como una fuente de verdad; entonces, si un poema no es totalmente verdad eso significa que es, al menos, parcialmente mentira. La función del poema no es ser verdad, la función del poema es mostrarnos el camino a la verdad. Para ello no necesita más que abrir puertas y ventanas, dejar que el aire corra a su antojo y que desnude cada rincón de nuestra casa, de nuestro yo más íntimo. En síntesis: la estética como valor de verdad.

¿Qué importa si Ascasubi nació debajo de una carreta o no? ¿Qué importa si la anécdota de Danioska es estrictamente cierta? ¿Qué importa si el color que vemos en el cielo es el mismo exacto tono de celeste? Lo único que debe preocuparnos es que, recostados allí en el césped, compartimos un momento de verdad poética mucho más importante que cualquier definición; hombro con hombro, cielo con cielo, verdad con verdad.

19 comentarios el “Lo que importa.

  1. Y por lo tanto, yo acostada aquí en mi cesped y tu en el tuyo, a miles de kilómetros, estoy segura de que vemos el mismo celeste y lo apreciamos juntos, uno de noche y el otro de día….Un abrazo desde mi trocito de césped

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  2. Rosa Ave Fénix dice:

    Me has dejado con la boca abierta. Me gusta todo lo que escribes, pero esta entrada me hace pensar que todo lo escrito es una verdad indiscutible que se podría aplicar a todo. Las personas tenemos nuestras propias ideas…y cual es la más cierta?… nadie tiene la explicación correcta. Has empezado hablando del cielo, hoy en mi ciudad no es azul celeste ni nada asemejado, es de un gris -para mi claro o plomizo- quizás una persona que viniera de los Pirineos donde los colores pueden ser intensos, viera esta mismo cielo casi negro. Y así es todo, que importa que tu estés al otro lado del océano? lo importante es que compartimos pensamientos y sentimientos.
    Abrazos cariñosos,

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    • Borgeano dice:

      Claro que sí, lo importante es que compartimos pensamientos y sentimientos; de eso mismo se trata. Las diferencias no deben ser un motivo de separación sino, por el contrario, debería ser motivo de unión, de enriquecimiento mutuo, de aprendizaje constante. Agradezco tus palabras y los conceptos que esta entrada te han provocado. Nada me hace más feliz que estas cosas que se me ocurren en cualquier momento del día es tan bien recibido por ustedes.

      Un fuerte y cariñoso abrazo.

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  3. Estos cambios estéticos los hacemos constantemente con nuestros recuerdos.

    Un abrazo.

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  4. María dice:

    Sería como «adornar» nuestros bellos recuerdos con algo más de belleza. Porque siempre en ellos, el cielo es más azul, el beso fue más apasionado, sus manos más cálidas. Esas licencias no les arrebata la luz que tienen para nosotros, más bien les favorecen con mejores ángulos.
    Besetes querido, bajo un cielo azul sorollano.
    En este caso, hago trampa, porque los azules de Sorolla son reconocidos por todos los que conozcan su pintura.

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  5. Ante todo pedirte disculpas por mis dos entradas erróneas en «Elogio del silencio». A estas horas el cielo ya es más que rojo color cántaro, vasija oscurecida por el tiempo. Aquí va mi comentario a «Lo que importa»:

    Supongamos, querido escritor que estamos recostados en el césped charlando de colores y verdades y supongamos que yo no pretendo más que elogiarle porque su artículo me ha parecido realmente espectacular.
    Y supongamos que ahora son las diecisiete horas en Madrid y que justo ahora la nube que debía estar ocultando la entrada de la luz por mi ventana es desplazada por el viento y me deja pasar el sol que me asomo a la ventana a contemplar y me deslumbra, pues está aún bastante alto y no tiene el filtro de los días anteriores.
    Convengamos también que a las 10:19 he saludado a una amiga por mensaje al teléfono y le he pedido: «Andá», «leéte» los tres primeros párrafos y «confirmame» que, como yo creo, «costados» es correcto para este fenómeno que he encontrado en Internet: https://borgeano.wordpress.com/2015/12/18/lo-que-importa/
    Y acordemos, por último, que a las 17:09 no tengo ni la más remota idea de si, en contra de lo que pensaba al principio, costados es un posible error de mecanografiado que se le ha escapado a mi admirado escritor de alma curiosa.
    Esta amiga a la que le he pedido opinión sobre su «costados» es de Coronel Suárez, cerca de Mar del Plata.
    Imaginemos que estamos tomando un mate vos, ella y yo. Usted y yo miramos a sus ojos y ¿qué vemos? Ojos azules.
    Ya es un gran paso, porque los hay lindando la frontera con el verde o con el gris o con ambos tonos.
    Pero ¿Qué azul? Me encantan los azules. Celeste es el del cielo.
    Lanza del Vasto, en sus Principios y preceptos del retorno a la evidencia dice:
    Amas al mar, que para ti no es más que un desierto en el que el viento siembra y recoge la espuma. El mar, indiferente a la bonanza y amenazador en la tempestad, no puede darte sino frío, amargura y muerte. Y tú lo quieres porque lleva el rostro del cielo multiplicado.
    Ama a los hombres así, amigo, y no esperes nada más, ni ninguna otra cosa.
    ¿Y cómo puedes hablar del reflejo del celeste en el mar dando un azul ultramar? Pero tenemos más azules. El azul Klein, por el nombre del pintor que embadurnaba el cuerpo desnudo de sus modelos con ese azul, el azul alquímico, el azul nazareno, el azul del niño o del joven que di título al cuadro de Thomas Gainsborough.
    Y, claro, no será lo mismo ese azul color pigmento o color luz. Y dependerá de la reproducción de la obra que utilicemos, y de la iluminación de la misma.
    Pero viendo una sola obra supongamos un color plano azul y dando la misma iluminación a la misma y durante un tiempo de visualización determinado, el mismo para ambos observadores sin defecto óptico alguno, y provistos de una carta de azules PANTONE, ambos dirán si están viendo, por ejemplo el azul 301.
    Los ojos de mi amiga tenían esta tarde color azul pantone 301. No es una denominación muy poética que digamos, pero a mí me sirve para recordar exactamente el color que yo vi. Ni siquiera estoy seguro de que exista una sola carta Pantone, pero sé en qué carta lo he mirado yo. Y ha sido recién llegado a casa. Después de tomarme un double chocolat a su salud.
    Tengo que escribir sobre el azul. No puedo dejar de pensar en el azul.
    Pero antes de hacerlo, he de decir que mi amiga estaba hoy radiante. Por eso, con la excusa de la caballerosidad por el asiento en mal estado la he situado de cara a la calle, para verla bien iluminada.
    «Así como el amarillo siempre implica luz, cabe decir que el azul siempre comporta oscuridad. Ese color causa en la vista una impresión singular, indescriptible. Es, como color, una energía, pero pertenece al lado negativo, y en su pureza suprema es, por así decirlo, una negación estimulante. Su efecto es una mezcla de excitación y de serenidad.»
    GOETHE, Teoría de los colores.
    Ansío leer la teoría de los colores de la que ha sacado Tracy Chevalier este epígrafe. No sé si será cierto que Nietzsche dijo que hay que tener cuidado con el epígrafe, no sea que el libro que le siga no pueda mejorarlo. El libro de Tracy Chevalier que lo utiliza es “El azul de la virgen”.
    El azul lapislázuli es precioso. Hay que ver esta piedra semipreciosa en distintas variedades para darse cuenta de su belleza, pero ¿Cómo describirlo? Tratar de etiquetarlo es traicionarlo. No sólo porque no siempre tiene el mismo color, sino porque las tallas que con esta piedra preciosa que tiene el color del cielo, son distintas del mineral en sí. Por cierto ¿Cuál es el color del cielo?
    El azul lapislázuli me lo he encontrado en las tintas Ecoline con la denominación Cyán, es decir, el nombre del azul primario en artes gráficas. Sin embargo, ahora, el mismo número que tenía ese color, 578, ahora lo venden como azul celeste (cyan). A mí, el lapislázuli me parece más oscuro, pero ¿No es el mar el reflejo del cielo? La Ecoline 506 es outremer foncè que podríamos traducir por ultramar profundo o mejor, oscuro.
    Y creo que estos, que son difíciles de distinguir para el que no está acostumbrado a la pintura, podríamos decir que son el azul de la Virgen.
    De la lectura del libro de Chevalier parece inferirse ese color. El 5 ó 6 de septiembre pasado aparecía la siguiente noticia en El País: «Domenikos Theotokopoulos, que así se llamaba El Greco para desesperación de generaciones de estudiantes, fue redescubierto a principios de 1900 -tres siglos después de su muerte en 1614- y convertido en un mito de la España triste que acababa de perder las colonias. De su obra apenas se resaltó lo oscuro, lo tenebroso, lo místico de la católica alma castellana. De ahí que la comisaria Ana Carmen Lavín y el diseñador Óscar Mariné se hayan confabulado para sacarle los colores a El Greco, y qué mejor lugar que México. La muestra que se acaba de inaugurar en el museo del Palacio de Bellas Artes del Distrito Federal juega con la iluminación para mostrar a un artista que nada tiene que ver con una etiqueta tanto tiempo soportada».
    El azul Prusia es uno de los que más me gusta y su denominación es muy interesante y su color azul verdoso podría servir para denominar algunos ojos, pero es demasiado profesional. ¿A qué mujer le iba a gustar que le dijeran “tienes unos ojos azul prusia…”?. También el azul turquesa es fascinante. Por la piedra pero ¿tendrá algo que ver con las aguas de Turquía?
    Mi amiga respira verdad y bondad por los cuatro costados y sobre todo una alegría interna que no tiene precio.
    En fin, amiga, que hoy tenías los ojos preciosos. Gracias por tu compañía, por tu compartir, por ser mi amiga. Para que me perdones por dar a tus ojos un nombre tan técnico, 301, te copio unos versos del saber popular:
    Ojos verdes son traidores, azules son mentireiros, los negros y acastañados, son firmes y verdadeiros.
    Como puedes ver, el saber popular, a veces, es algo envidiosillo.
    ¿Borges o Nietzsche? La filosofía es algo más que un conocimiento de la historia de la misma o de la historia de las ideas y no me encuentro preparado para tratar este tema. Conozco a un licenciado en filosofía pura que toma unas decisiones políticas y vivenciales a mi modo de ver inexplicables, pero lo mejor, a mi modo de ver, es ser coherente con el propio pensamiento y buscar la verdad. Respetar a los demás, obviamente, pero no su pensamiento si piensan que, en base diez, tres y dos son cuatro. En cuanto a su libertad de equivocarse, tienen la misma que tenemos todos. Y sobre gustos no hay disputas y para gustos, los colores.
    Y en fin, amigo, coincido contigo en que lo único que debe preocuparnos es que, recostados allí en el césped, compartimos un momento de verdad poética mucho más importante que cualquier definición; hombro con hombro, cielo con cielo, verdad con verdad.
    Son ya las 18:04 y el cielo es rojo poniente.

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    • Borgeano dice:

      Hombre que has vuelto a dejarme sin aliento ¡Magnífico compendio te has mandado! Debo reconocer que me preocupé, los alcances de mi ceguera, por lo visto, son muchos mayores de lo que pensaba e incluyen no solamente a ciertos colores sino que ya está empezando a avanzar en otros aspectos. Tuve que leer tres veces la entrada para hallar ese «costados» erróneo que bien me señalaste. Dos veces esta mañana y otra ahora (que fue cuando,al fin, lo vi). Gracias por señalármelo. ¿Y al final, qué fue lo que dijo tu amiga de coronel Suárez? (MI hermano vivió muchos años allí y todavía queda un sobrino, su esposa y sus hijas; ya veo que si seguimos ahondando terminamos siendo todos parientes). Con respecto al asunto del color debo reconocer que pensé en incluir la carta de colores de Pantene como ejemplo, pero no, no hay caso, tampoco sirve. De hecho, acabo de leer un artículo («acabo de leer» significa un par de días) donde se señalaban las modificaciones que vamos sufriendo con el correr de los años; si nos basamos en él ni siquiera podemos asegurar que el celeste que vemos ahora es igual que el celeste que vimos hace un año. La idea, de todos modos, va por el lado de que a pesar de las diferencias, etc.
      Tengo algunas notas tomadas sobre el tema de las reproducciones. Veré si en algún momento las pongo en orden. Pero eso sólo será válido, como ocurre siempre, a manera de ejercicio intelectual, porque en referencia a las obras en sí ni siquiera podemos confiar en los originales (sobre todo, claro está, cuando se trata de obras con algunos siglos sobre el marco). Como bien lo indicas en referencia al Bosco (de quien tuve el placer de ver alguno de sus trabajos hace muy poco tiempo en México, Distrito Federal. Hice una pausa y acabo de revisar –sin obtener resultado alguno– si la muestra de la que hablas se encuentra actualmente en exposición, ya que la semana próxima estaré nuevamente en esa ciudad). Recuerdo cuando hace unos años se llevó a cabo una restauración en la Capilla Sixtina y hubo no pocos individuos (no se me ocurre cómo denominarlos) que protestaron ante la aparición de naranjas, turquesas y demás delicias del espectro cromático.
      La verdad es que cada vez puedo confiar menos en los sentidos y mejor que no entremos en la cosa-en-sí que se nos viene encima Kant y no me voy a poder ir a dormir ni siquiera en los próximas tres horas (por cierto, ya que también hubo precisiones horarias varias, digo que aquí son las 02:37 a.m. Hombre de hábitos nocturnos, debo reconocer que las sábanas hoy me están llamando con el más encantador y seductor de sus tonos graves).
      Tu párrafo que comienza con la pregunta sobre Nietzsche-Borges es impecable. Nada que agregar allí. sobre todo en referencia al respeto por la libertad del otro de pensar o creer en cualquier burrada, pero no el respeto a la burrada en sí (como verás, mi nivel de ejemplificación, al lado tuyo, es comparable al de un infante destetado prematuramente. Digamos que es por la hora).
      Veo que compartimos, también, la idea final (que es la misma que explicité en Elogio del silencio, si vamos al caso). Cada día menos apegado a mis sentidos, pero más apegado a los afectos, al otro, en suma.

      Un fuerte abrazo y gracias, otra vez, por un comentario maravilloso.

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      • Sabía que tenía una contestación pendiente a uno de tus comentarios y hoy, al fin, lo encuentro.
        Después de mucho meditarlo, no tengo nada más que añadir sino mi agradecimiento por tu magnífica prosa. Es un placer leerte, de verdad.
        Y, bueno, sí. Cuando ya iba a publicarlo veo tu abrazo fuerte y tu formidable elogio a mi comentario y qué voy a decir sino que eres genial transmitiendo afecto. Y uno siempre lo agradece.
        Un entrañable abrazo para ti.

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  6. No tenemos que ser robots para que nuestras sensaciones sean iguales, las verdades tengan que se absolutas…, etc. La belleza creo que es más importante, el interés en la anécdota es más real que la veracidad. Un saludo.

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  7. El sentido último del poema, es mostrarnos el camino a la verdad. Nada más cercano a la filosofía. Poeta y filósofo comparten visiones, sean celestes cielos, o campos yermos.
    Despertar la sensibilidad, o herir la sensibilidad. Realidad, o sueño.
    El camino del conocimiento es como el filo de la navaja…
    Poco más que aportar cuando dos grandes como Borges y Nietzsche, hablan. Los que somos aprendices de poeta solo nos queda aprender a ver lo que en las letras se oculta.
    Profunda reflexión la tuya al principio de la entrada. La neurociencia anda postulando «verdades» que ya los místicos contaron…

    Un fuerte abrazo

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  8. danioska dice:

    Precioso concepto, el de que un texto crea su propia estética, su propia realidad. Me recuerda aquello de que «la naturaleza imita al arte», es decir, que a veces la verdad de un texto o una obra de arte se vuelve más real (verosímil, cercana) que la realidad que damos por real. Donde no necesariamente coincido es que un poema quiere mostrarnos el camino a la verdad, porque entonces se parte del principio de que hay «una» verdad. Me parece más bien que el poema construye una realidad y una verdad paralelas, distintas, y ahí radica su fuerza.
    Abrazos

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