El filósofo José Pablo Feinmann denomina a internet como letrinet, ya que en la red cualquiera dice lo que quiere sin necesidad de probar nada, ni de justificar una idea ni de sostener una acusación con pruebas. En la red cualquier tonto con pretensiones de listo molesta al prójimo y nada puede hacerse contra eso, salvo, claro está, apagar todo y quedarse al margen. Esto que digo viene al caso por dos cuestiones que me pasaron recientemente. No voy a ahondar mucho en ellas, no vale la pena; sólo voy a tocarlas tangencialmente para que quede claro lo que quiero decir.
El primero de los casos se debió a la intervención supuestamente graciosa de algunos imbéciles en una charla abierta en una red social. Nada más que eso, es cierto, pero no deja de ser sintomático que no haya un espacio, uno solo, donde se pueda hablar sin que los tarados con tiempo libre comiencen a ensuciar todo con sus mediocres intervenciones. El segundo de los casos se debió a que, al comentar esto, hubo quien me dijo que yo me quejaba demasiado, que había que dejarlos, que todos tenemos el derecho a decir lo que queramos, etc.
Pues bien, lo siento mucho, pero estoy harto de que la gente no se queje. Estoy harto de que con argumentos por demás livianos (los cuales generalmente esconden una profunda cobardía) haya quien permita que se lo trate mal (o que se lo atienda mal en un negocio) y que nunca tengan el valor de poner las cosas en su lugar. Me tienen harto quienes, como el avestruz del cuento, esconden la cabeza bajo tierra mientras «dejan pasar las cosas». por cierto, si vamos a usar la lógica estricta, y si todo el mundo tiene derecho a decir lo que piensa o cree, por ende yo tengo derecho a enojarme y decir que las cosas no funcionan ¿Por qué siempre debo ser yo el que debe callarse?
Como dice el cartón con que se abre esta entrada, la única privacidad que nos está quedando es nuestra mente. Sí, eso mismo; a veces uno no tiene otro camino que apagar todo, cerrar las puertas y encerrarse en su propia mente. Al menos allí no tenemos ninguna sucursal de letrinet.
Es más cómodo callarse, pero desahoga un montón decir lo que uno piensa así que no te cortes. Saludos.
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Sin duda que no lo haré, Susan; es algo inherente a mi persona (mal que les pese a quienes me rodean, que son los que deben soportar mis quejas a diario). Gracias por estar aquí y por tus palabras. Me disculpo por la demora en responder, no sé cómo se me pasó por alto esta entrada y todos los comentarios.
Un abrazo.
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No sé si es la única privacidad que nos queda… llevo tiempo dándole vueltas al tema, y siempre llego a la conclusión de que sería, al menos, la más coherente (desde mi subjetividad, claro).
Sobre el derecho a expresarse, está claro que todos lo tenemos. Ahora bien, hoy en día, nadar contracorriente no está bien visto, ni aceptado. El sistema impone unas reglas psicológicas muy sibilinas, la mayoría berrea lo que el sistema quiere escuchar, incluso desde la disidencia existe este control mental… pero hay que gritar, bien alto y claro, que estamos profundamente dormidos… esclavizados, subyugados.
Un fuerte abrazo
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Mi querido Xabier, antes que nada una disculpa por no responder a tiempo; no sé cómo pasó pero la entrada quedó atrás y ahora veo que no respondí a ninguno de los comentarios (contigo no es la primera vez que me pasa, ya sabes que a vece me ocurren estas cosas).
Con respecto a la entrada tal vez tengas razón, claro; posiblemente no sea el único sitio que tenemos para la privacidad; pero bueno, el cartón ya estaba así y me sirvió para expresar de alguna manera lo que tenía dentro. Por fortuna aún nos siguen quedando los momentos con amigos, con los seres queridos o con otras personas con las cuales todavía se puede hablar abiertamente (aunque esto no signifique que necesariamente debamos estar de acuerdo ni mucho menos).
Claro, hoy en día todo está preparado para que todos sigan la corriente creyendo que están decidiéndolo libremente (casualmente ayer leí un ensayo en público en donde hablaba de este tema, aprovechando las circunstancias políticas y sociales actuales. Pensé en subirlo a la noche al blog, pero era demasiado extenso y sé que nadie iba a leerlo completo).
En fin, que todo el mundo sigue la flechita que dice «dirección obligatoria» y que hay que prestar mucha atención para poder distinguir a aquellos que se animan en marchar en dirección contraria.
Un fuerte abrazo.
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Es importante saber hablar pero, a veces, es más adecuado quedarse callado. Saludos
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Es cierto, claro; pero a veces la estupidez es demasiado fuerte o evidente como para dejarla pasar así, sin más. A veces uno simplemente quiere charlar sin ser molestado o mirar un paisaje sin que un idiota aparezca con la música a todo volumen (me ha pasado recientemente). Es sólo eso; que uno sabe callarse pero parece que el resto no sabe hacerlo.
Un abrazo y me disculpo por la demora en responder.
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No te disculpes, a todos nos pasa… A veces podemos parecer lobos solitarios porque buscamos el silencio, pero ¡es tan enriquecedor! Quizás esas personas «con música-ruido» tienen poco dentro, es una opinión. Un abrazo.
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Me gusta: ese rincón de mi cabeza que se vuelve un universo en sí mismo, con estrellas, hoyos negros, cometas y polvo estelar. Será por eso que me hallo tan a gusto ahí.
Besos,
J
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Sí, todos tenemos ese rinconcito privadísimo donde podemos aislarnos del entorno y relajarnos o estar entre nuestras cosas más queridas. Un pequeño Palacio de la memoria no está nada mal, por cierto.
Besos.
R.
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Tienes razón. Se leen cosas (y se escuchan), que claman al cielo. La idiotez, en este siglo, habla a través de un gran altavoz.
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Como dijo el gran Umberto Eco: «Las redes sociales le han dado voz a legiones de idiotas». Simplemente eso: una verdad mayúscula.
Un abrazo.
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