Todos conocemos por su propio nombre a algunos de los caballos más famosos: Rocinante, Babieca, Bucéfalo. También sabemos que en las diversas mitologías existen muchos y poderosos caballos que servían bien a sus poderosos amos; caballos como Burak, Pegaso o los unicornios. Pero hay uno en particular que merece un lugar aparte. Se trata de Sleipnir; el caballo gris de ocho patas que le fue regalado a Odín por Loki, luego de aquella aventura con el gigante de piedra que construía una muralla para proteger a los dioses en el Asgard. Sleipnir era el mejor de los caballos y se dice que era montado hasta para llegar al mismísimo Hel (el reino del submundo). Sus ocho patas eran símbolos de los ochos vientos provenientes de los ocho puntos cardinales y tenía runas grabadas en los dientes.
Hasta aquí nada que no sea común en estas historias mitológicas; pero como dije, Sleipnir merece un lugar aparte, y esto es por un detalle que tal vez no sea menor. Sleipnir no sólo era el caballo de Odín, el respetado dios nórdico; sino que también era quien llevaba a los poetas al cielo. Cuando un poeta moría su alma accedía al cielo nórdico, al mismo Asgard, montado en este fabuloso animal gris (hasta el color parece ser un símbolo en sí mismo, lejos de toda dualidad que me sabe a demasiado vulgar).
Que los dioses brindasen a los poetas un lugar destacado en su cielo es un detalle que magnifica a ese cielo y a esa mitología; que el más poderoso de los dioses prestara a su mejor montura para trasladar el alma de cada uno de ellos a su última morada es algo que nos hace desear haber sido hijos de ese dios o de esa cultura.
Como no podía ser de otro modo, esta entrada me ha gustado especialmente. A ver si tengo tiempo y lo incluyo en la Imaginopedia de Martes.
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Es un placer saber que estas cosas gustan; no es necesario otro comentario para alegrarme el día. Saber que estas minucias son tan importantes para otras personas como lo son para quien en este caso las comparte no es poca cosa.
Un fuerte abrazo.
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😉 Otro abrazo para ti.
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Será bueno entonces seguir el sendero de la poesía…
Me ha gustado mucho conocer este apunte mitológico.
Gracias y un abrazo.
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Claro que sí; seguirlo de un modo u otro. Si eso no es más que un relato mitológico hagamos nuestro pequeño cielo aquí en la Tierra a fuerza de versos (quien sabe; si eso resulta ser algo más que un mito habremos ganado, entonces, por partida doble).
Gracias a ti por tus letras y por tu presencia.
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No faltaría alguna poeta torpe que, lirismos aparte, no supiera conducir a la bestia, fuera resbalándose a cada rato y terminara en otro cielo, por ejemplo, el de los carpinteros. Esa poeta imaginaria dice en voz baja que al menos en esta cultura no se le pide saber montar: bastan sus poemas para condenarla al olvido.
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Tengo entendido que en el caso de ciertas poetas hasta el propio Odín acude como mero escudero para que no vaya a ocurrir eso que dices, que una voz y una presencia que serían indispensables terminen allí donde no son bien recibidas ni, mucho menos, comprendidas. Se dice, también, que los poetas menores también tienen su pequeño espacio allí, pero sólo como sirvientes de los mayores. En ese caso, los que viajaremos antes iremos barriendo el piso para que todo esté reluciente, milenios en el futuro, para ciertas recepciones inolvidables.
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Ajá, los Odines hablan mucho y muy bien pero cuando se trata de ir a rescatar a toscas poetas en apuros
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Lo mandé antes de tiempo: decía que cuando se trata de rescatar a poetas toscas y atarantadas, los Odines cobran cierta lucidez y reconocen que las de marras no tienen remedio, por lo que todos viven felices sabiendo que el asunto es insalvable. Eso sí, brindan y bailan porque por fin dejaron de aspirar al cielo prometido…
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Yo también puedo??? Poeta pequeña pero poeta…
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Dejémoslo en claro: si tú no vas, yo tampoco. los poetas pequeñitos como nosotros (pequeñitos dije, no menores) también deberemos tener nuestro espacio en ese cielo (cielito lindo, dirían los mexicanos). No por humildes somos menos sensibles.
Mientras tanto, sigamos poetizando el presente.
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Es que si tú no estás, yo no quiero ir! Poetízame ahora y ya veremos luego. Besos poéticos y muy grandes.
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