Mucho antes

Los siete locos A veces, cuando en una discusión o en un debate hablo sobre el poder de los medios en la conciencia de la masa, no son pocos los que me miran como si fuese un engendro que gusta repetir teorías conspirativas de cualquier tenor. En general, apelando a la falacia Ad hominem, es decir, apuntando al mensajero y no al mensaje, me tildan como conspiranoico; es decir, intentar disminuir el alcance de mis argumentos ridiculizándome en lugar de oponer otro argumento que pueda balancear la discusión.

Bien, seamos sinceros, sostener estas ideas como de las que suelo hablar cada tanto aquí no es fácil, es cierto. La primero que suele ocurrírsele a quien me escucha es pensar en un grupo de hombres de traje planificando «el mal» de forma totalmente premeditada o algo por el estilo. Reconozco que luchar contra estas ideas preconcebidas es más difícil aún que sostener las ideas de las que hablé al principio.

Pero de tanto en tanto uno tiene un golpe de suerte y encuentra a ciertos tipos que han sostenido lo mismo desde antaño. Vean, sino, este fragmento de Los siete locos, novela de Roberto Arlt publicada en 1929:

«¿Usted cree que las futuras dictaduras serán militares? No, Señor. Un militar no vale nada junto al industrial. Puede ser un instrumento de él, nada más. Eso es todo. Los futuros dictadores serán reyes del petróleo, del acero, del trigo. Nosotros, con nuestra sociedad, prepararemos ese ambiente. Familiarizaremos a la gente con nuestras teorías. Por eso hace falta un estudio detenido de la propaganda”.

Dije 1929. Antes de la Segunda Guerra Mundial. Antes de Irak y Afghanistán. Antes del neoliberalismo. Cuarenta años antes de que existiera el Premio Nobel de Economía. Antes de la televisión. Antes de todo eso ya había gente que sabía que la propaganda era el arma más poderosa para controlar a la gente política y económicamente. Por cierto, eso también fue mucho antes de que existieran los conspiranoicos, tengan éstos algo de razón o no.

5 comentarios el “Mucho antes

  1. Ana dice:

    Comparto totalmente esa idea. No conocía el libro, pero desde luego acertó del todo. Nos pensamos libres, sin saber que vivimos esclavizados.

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    • Borgeano dice:

      Ése es el punto, Lina; otro que lo dejó bien en claro fue Aldous Huxley, que fue quien dijo que las dictaduras futuras (también lo dijo por aquel entonces) iban a dominar mediante el entretenimiento y que iban a parecer, sobre todo, democráticas. Ambos autores vieron lo que se avecinaba con absoluta precisión.

      Un abrazo.

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  2. danioska dice:

    Tachar de conspirador (o comunista o fascista o el término de moda para «el otro») a una persona con cuyas ideas no coincido es caer en el simplismo más pequeñito. Ahora bien: usted es conspiranoico, cómo negarlo, pero a veces también tiene razón. Y, en este caso, el mismo Arlt da fe de ello.
    Se le quiere, a pesar de su sospechosismo (para seguir con mexicanismos de reciente cuño)

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    • Borgeano dice:

      Vivimos en un mundo de simplismos, querida; mal que nos pese. Yo sí, soy conspiranoico plus; y tengo razón (no «a veces», sino «casi siempre». No olvides mi origen geográfico).
      Lo de Arlt es estupendo y, gracias a otro comentario, acabo de releer algo que escribí sobre la misma novela hace cuatro años (pero que no tiene relación con esto que trato hoy).
      Lo de sospechisismo me gustó; hasta me parece que voy a inventarle una etimología particular.

      Suyo.

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      • danioska dice:

        «Conspiranoico plus» me gusta como definición de vida. La aplaudo. Siendo muy original y creativa, en mi caso podría acomodarme algo del tipo «Gen acelerado plus».
        Besos para usted.

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