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Leo a Susan Sontag: “El miedo a envejecer nace del reconocimiento de que uno no está viviendo la vida que desea. Es equivalente a la sensación de estar usando mal el presente”.
En un primer momento me pareció una frase plena de sentido y que encerraba no sólo una gran verdad, sino también, alguna enseñanza (lo cual no ocurre siempre, por otro lado). Pero luego de pensarlo un rato me di cuenta de que tal vez lo opuesto sea más correcto. Tal vez cuando comenzamos a vivir la vida que queremos es cuando empezamos a tener miedo a la vejez (el cual es un miedo secundario; a lo que se teme de la vejez, digámoslo de manera directa, es a la peor de sus consecuencias: a lo que se teme es a la muerte). Si uno no vive la vida que desea o que esperaba ¿qué es lo que pierde? Pero si uno vive una vida plena o, al menos, está comenzando a vivir del modo en que siempre quiso hacerlo, con la compañía de aquel a quien ama, realizando esas cosas que le dan tanto placer; es entonces en ese momento en que uno no quiere envejecer. Es en ese momento cuando uno dice «No. Ahora no quiero dejar esto».
Excelente entrada, pero en mi humilde opinión es relativo, porque cuando se logra lo anhelado en la vida de manera correcta. El individuo se desliga del egoísmo y por ende el miedo a morir se desvanece en el sentido común que se adquiere cuando se es humilde…todo es efímero, al fin y al cabo toca disfrutarlo mientras dure.
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Estamos de acuerdo, Christian; sin duda el término correcto es «relativo». Mi punto de vista, al modificar la versión de la idea de Sontag parte, como es lógico, de la experiencia propia. A lo largo de los últimos siete años de mi vida el cambio que he llevado adelante ha sido tan radical (y con resultados a la altura de las circunstancias) que es por ello que postulo ese «Ahora no quiero irme de aquí». ¿Cómo es, entonces, que puedo estar de acuerdo contigo? Pues porque aunque no quisiera irme de aquí, su tuviera que hacerlo, lo haría en paz y con una sonrisa. En ese sentido sé que estamos hablando, entonces, de lo mismo. La cuestión, para sintetizarla, podríamos decir que radica en el llegar a «ser» (lo pongo entre comillas porque no hay cursiva en los comentarios; pero deberían ser cursivas) en un momento u otro de la vida.
Saludos y gracias por tu comentario.
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Indiscutiblemente la experiencia es más sabía que los enunciados. Igualmente un fraternal saludo y gracias por ponernos a pensar con tus entradas 🤝📖
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Yo creo que el temor a la vejez está relacionado com el temor al deterioro corporal y cognitivo. La vejez a veces no tiene los mismos años, por eso, quizá ,no temamos tanto ser mayor como sentirnos viejos.
Es un asunto complejo y me gusta el prisma de tu mirada hacia él.
Buen fin de semana! Un fuerte abrazo.
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Pues sí, Isabel; algo de razón tienes (ayer escribí algo de eso en mi diario privado; tal vez lo adapte como corolario o idea anexa a esta entrada); lo que tememos de la vejez es el deterioro que trae consigo y, en última instancia, lo que más tememos es a la muerte, que es adonde nos lleva, en última instancia. Pero al menos si vivimos una vida con ciertos matices –los cuales ya sabes que esos matices para mí son sólo dos: el amor y el conocimiento– al menos podremos vivir esa vejez con menos miedo y hasta con cierto placer. Tan así es, que estoy convencido de que ninguno de nosotros querría dejar esto, ahora, más allá de los años que carguemos sobre nuestros hombros. ¡Nunca es tarde para ser sentirse feliz por estar vivo!
Un fuerte y cálido abrazo.
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Qué valiente eres de contradecir la propuesta de Susan Sontang. Aunque debo de reconocer que estoy más de acuerdo con la tuya que con la de ella. Siempre es interesante leerte, aportas nuevos caminos y encuentras recovecos que nos hacen parar a reflexionar… Un abrazo y a seguir disfrutando de lo mejor de la vida, como dicen Christian… mientras nos dure.
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A veces uno, de puro caradura, acierta o, al menos, apunta mejor. Lo bueno de este diálogo constante (ya sea entre nosotros o entre los que nos han dejado su obra como diálogo perenne) es que a la larga, algo se aprende.
Me hace muy feliz que compartas mi punto de vista; ya me siento menos solo y eso siempre es algo que se agradece. Y sí, mientras estemos aquí, a darle hasta sacarle la última gota de perfume (menudos epicúreos estamos hechos…).
Un fuerte abrazo.
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Por cierto, la fotografía estupenda para el tema.
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Grazie mille.
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Acertado: cara y cruz de una misma moneda
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Y esa moneda no es otra cosa que la vida misma, la cual a veces nos acuesta de un lado y otras veces, del opuesto ¡A jugar con lo que nos toca en suerte!
Gracias por tu comentario.
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Muy buena frase, recuerdo haberla subrayado cuando la encontré. Estuve y estoy de acuerdo con lo que dice. Cuando se vive plenamente, no se vive deseando algo distinto, el tiempo se te va de las manos sin darte cuenta que estás envejeciendo. Eso imaginé que quiso decir Susan Sontag.
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Me alegra mucho ver que hay, que encontramos, pequeñas variaciones con respecto a unas pocas palabras. Enemigo declarado de las verdades absolutas, las pequeñas diferencias que entre todos vamos encontrando me parecen fascinantes porque nos permiten realimentarnos y, por ende, crecer.
Gracias por tu aporte.
Saludos.
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Alguna vez, creo, hemos hablado de lo peligrosas que son las verdades absolutas. La afirmación de Susan, en ese sentido, se podría mejorar con un simple: a veces. «El miedo, a envejecer, a veces, nace del reconocimiento de que uno no está viviendo la vida que desea. Es equivalente a la sensación de estar usando mal el presente”.
Yo no conozco a todo el mundo y no puedo emitir semejante afirmación. A duras penas consigo conocerme y comprenderme a mí mismo, para saber de la mutabilidad de mis pensamientos y emociones y, por consecuencia, de mis actos.
En lo referente al miedo a envejecer existen demasiados condicionamientos para generalizar con esa rotundidad como hacen gala muchos intelectuales. El miedo no deja de ser un sentimiento bastante irracional (atávico) para poder comprender de donde nace. Incluso, a veces, la introspección no arroja suficiente luz sobre uno mismo.
¿Quién soy yo? ¿El bebé recien nacido, el adolescente, el adulto, el anciano? Soy todos y no soy ninguno… la forma no puede atrapar la esencia, aunque sí la condicione.
Un cálido abrazo
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Carajo, hombre; deja de escribir lo que pienso (o siento o supongo). Mira, has dado en el clavo con respecto a algo que vengo diciendo mucho en estos últimos tiempos (y con esto me refiero a muy poco tiempo): yo no soy ejemplo de nada (de hecho, eso es lo que dije, en otras palabras, en respuesta al primero de los comentarios). Cada día me gustan menos las afirmaciones tajantes, taxativas; en ese sentido, como bien dices, la frase de Sontag afirma en exceso. La contraparte que propongo es sólo una expresión personal; sirve para mí y nada más (si alguien se suma porque así lo siente, estupendo; de lo contrario, se sigue adelante).
Todo esto nace del cansancio con respecto a los «todólogos» que deambulan y se multiplican por todos lados. Lo que han conseguido es que cada día quiera decir más y más y más: «Yo no sé nada de nada. Déjenme en paz»; y esto, a su vez, me impulsa a ese «encierro» del que hablamos hace poco tiempo: el de los libros, la música, el abrazo amado y nada más. El círculo se cierra y se realimenta ¡Cómo voy a querer irme de aquí! (Veo que debería darle gracias a los «todólogos»; su estupidez ha hecho que mi vida sea mejor. En algún momento diré esto mismo en una entrada propia, creo).
Un cálido abrazo.
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