Polaroids VIII

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XXIV.

Estoy en Puno, Perú, alojado en el tercer piso de un hotel al que debo acceder por una escalera, ya que no hay ascensor. A las siete de la mañana golpean con fuerza a la puerta de mi habitación. Despierto confundido y no respondo de inmediato; entonces los golpes se repiten. Como viajo solo la confusión deja paso a la sorpresa y sin levantarme de la cama pregunto quién es. Se trata de una de las empleadas del hotel quien me pregunta cómo quiero el desayuno; le respondo que no lo sé, que no importa, que luego veré y que no se haga problema, que yo mismo me lo haré si es necesario. Con voz firme me responde desde el otro lado de la puerta: «No. Yo se lo prepararé». Una respuesta tan tajante me hace reír. Como a todo esto ya estoy más que despierto no tengo otra opción que levantarme y comer ese desayuno que tan amablemente me prepararon. Antes de salir a caminar me dirijo a la recepción y les digo que sólo estoy de paseo, que no es necesario que se me despierte tan temprano. Me hacen caso. A la mañana siguiente los golpes a mi puerta fueron a las siete y media.

XXV.

En la peatonal de la Ciudad de México veo cómo la gente se comporta como átomos en una sustancia fluida. Todos caminan apresurados en todas direcciones e interactúan antes de tocarse; como si tuvieran cargas eléctricas opuestas parecen repelerse y se desvían unos a otros sin tocarse. Me detengo a observarlos por unos instantes y veo que esa forma de interactuar los lleva hacia su destino, sí; pero en lugar de hacerlo en línea recta lo hace haciendo que reboten contra los otros átomos que se dirigen en sentido contrario en un camino zigzagueante y graciosamente confuso.

XXVI.

L. me escribe y me pide que le enseñe a ser como Diógenes, ese filósofo del que siempre estoy hablando; me pide que le enseñe a vivir con poco o con nada. Es soñadora y cree que puedo guiarla en ese sentido. Le llama la atención que pueda acompañarla a un centro comercial y que nunca desee nada, que pueda recorrer cada pasillo y entrar en cada tienda sin que la ansiedad se apodere de mí ni que quiera salir corriendo a comprar esa camisa o ese reloj. Lo que ella no sabe es que cuando estoy solo en mi pequeña habitación y veo esos libros apilados o esa mochila con ropa siento que no puedo enseñarle nada todavía. Creo que tengo demasiadas cosas.

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8 comentarios el “Polaroids VIII

  1. luluviajera dice:

    Me han gustado mucho tus Polaroids. Cada una tiene el encanto del momento vivido.

    Un abrazo.

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  2. Uff, ser como Diógenes, que gran reto.Poder no desear el no desear, el desapego más íntimo de la gran ilusión. En fin, (hablo por mí) llegar a ser aprendiz ya sería un éxito.
    Grandes reflexiones de lo cotidiano tus polaroids.

    Un fuerte abrazo

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    • Borgeano dice:

      Ser como Diógenes es un reto que no creo que nadie pueda llevar adelante hoy en día; acercanos a él en la medida de lo posible es a lo máximo que podemos aspirar. Modestamente yo lo he logrado en un alto grado, creo; llegado el caso puedo levar anclas en cualquier momento con un poco de equipaje y nada más. De todos modos, al lado de él, como lo dije antes, tengo demasiadas cosas.
      No debemos olvidar, también, que no sólo se trata de cuestiones materiales; también sus enseñanzas iban por otros rumbos, ésos deben ser seguidos también, no sólo hay que despejar las alacenas, sino también el espíritu.

      Un fuerte abrazo.

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  3. Me encantan tus polaroids, amigo. La foto instantánea del momento vivido. ¿Y dónde fueron a parar aquellas cámaras? Seguro que todavía tienes una. Bueno, que me encantó leerte y ver. Un fuerte abrazo.

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    • Borgeano dice:

      Mi cámara Polaroid la llevo en el alma, Julie; la otra, la física, la de plástico y metal la presté y nunca me la devolvieron, por eso decidí hacerme una que nadie va a poder quitarme y aquí sigue, tan útil y sana como siempre.

      Un fuerte abrazo y gracias por estar aquí.

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  4. Javi B. dice:

    Buenas polaroids. Me han gustado mucho. La que más tal vez la última. A mí, en parte, también me ocurre que soy incapaz al ir a un centro de comercial de no acabar picando en alguna compra que al final no necesito.

    Un abrazo.

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    • Borgeano dice:

      La idea de las Polaroids era la de congelar un momento, lo cual no siempre es posible (o no me es posible a mí). La primera es un ejemplo de ello, es demasiado largo el texto y la anécdota. De todos modos disfruto escribiéndolas y creo que lo seguiré haciendo.
      Lo del centro comercial es casi inevitable, ya que están preparados para eso: para crear el deseo ¡Por fortuna yo me encuentro fuera de ello! Pero esto es algo que se practica y se mejora; ha sido un trabajo largo el llevar mi espíritu a un estado de no-deseo (por fortuna, al centro comercial que solemos ir no tiene librería, de lo contrario al diablo con la disciplina). Para mí es sólo un paseo «bonito» y poco más; creo que es así como hay que tomarlo.

      Un abrazo.

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