¡Ya, cállese!

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Discutir o debatir cualquier tema, hoy, es una tarea casi imposible. La mediocridad general y la falacia de que todos tienen derecho a opinar hace que cualquier argumento se vea invalidado por frases que nada tienen que ver con el tema central pero que tienen la virtud de acabar con la discusión de manera instantánea. Por ejemplo, J dice: «La economía de mercado es perjudicial para el sistema democrático» y de inmediato H le espeta: «¡Pero usted de qué habla si le quedó debiendo cien pesos al de la tienda de la esquina!». Punto. Se acabó la discusión. No hay modo de hacerle entender a H que una cosa no tiene nada que ver con la otra. Se terminó. Y mejor no hablar de temas viscerales como la religión, el fútbol o similares. Dice M: «Fue un hermoso gol» a lo que G responde: «Usted mejor no hable que su equipo hace diez años que no sale campeón». Chau, se terminó todo. Cierren las puertas y apaguen la luz, ya no hay nada que pueda agregarse.
La lógica pasa por el sinsentido. Hoy, como dice Discépolo en Cambalache, lo mismo un burro que un gran profesor. Bajo la idea de que «todos tienen derecho a opinar» más esa otra tontería de «todos estamos destinados a grandes cosas» y terminando con la suprema gansada de «todos son completos en sí mismos» cualquier cantante de boleros se cree Mozart y cualquiera que lee un horóscopo se cree Carl Sagan.
Como dice Montaigne en sus Ensayos: La creencia es como una impresión en el alma, la cual, cuando más blanda y menos resistente, más fácil se deja imprimir cualquier cosa.
Y así nos va.

23 comentarios el “¡Ya, cállese!

  1. Calixto dice:

    El debate es un ejercicio intelectual, y como todo ejercicio, tiene sus atletas profesionales, sus practicantes habituales, sus principiantes, etc. El debate como ejercicio, tiene sus reglas, ajena a toda emotividad personal. Pero la gente comete el error de creer en que cualquiera puede realizar este ejercicio, como si fuera que un apoltronado puede competir contra Usain Bolt. Saludos.

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    • Borgeano dice:

      Exacto, Calisto, ése es mi punto. Ya he visto que hay algún comentario que me hace decir lo contrario; por eso me alegra que el primer comentario haya dado en el clavo. El debate es enriquecedor de por sí, pero últimamente es muy difícil hacerle entender a la gente que tiene que atenerse a ciertas reglas y, sobre todo, no salirse del tema. Gracias por tu aporte.

      Un abrazo.

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  2. Rosa Ave Fénix dice:

    Que razón tienes… hasta hace poco me gustaba hablar, dialogar sobre un tema, pero hay mucho «boludo» suelto que cree tener un Master en todo lo que se habla. Sí, me gusta dialogar, discutir sobre un tema, pero muchas veces ya prefiero callarme y que la otra persona siga creyendo que es un sabio… y tal como dices…Así nos va.
    Abrazos,

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    • Borgeano dice:

      Eso de tener que quedarse callado es cada día más habitual. «La soledad es la suerte de todos los espíritus excelentes.» Dijo Arthur Schopenhauer y cada día tiene más razón. Lo peor es que muchos imbéciles creen que han ganado la discusión cuando lo único que han conseguido es cansar a su oponente o provocarle náuseas. Es por eso que uno debe rodearse de pocas personas, pero bien elegidas. ¿Cuándo abrimos el club?

      Abrazos.

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  3. Heroína Escarlata dice:

    Sobre esto vengo pensando mucho últimamente. ¿Sabemos conversar, o aquí cada loco está con su tema?
    Precisamente, mantener una conversación recíproca es casi una utopía. No queremos hablar, queremos ser escuchados. Y luego no escuchamos al otro; o bien le hacemos callar alzando aún más la voz, o bien esperamos a que hable sin prestar atención a lo que tiene que decir, simplemente aguardando impacientes a que llegue nuestro turno para luego seguir soltando todos nuestros pensamientos y «neuras» a borbotones…

    Por eso conversar es a menudo una tarea de lo más frustrante.

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    • Borgeano dice:

      Veo que somos varios, Heroína, los que sufrimos de este síndrome moderno. Eso que dices de la gente que levanta la voz para imponerse sobre lo que otro quiere decir es una de las cosas que más me molestan. Sufrir una sola vez esa conducta hace que me calle de inmediato sin importarme nada más de esa conversación (y sigo siendo amable y llamando «conversación» a eso que en realidad es un monólogo). ¡Tan lindo que es dialogar, charlar, compartir, debatir! Es un arte que estamos perdiendo a pasos agigantados.

      Un abrazo.

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  4. Bueno pues yo creo que todos tienen derecho a opinar, que para eso son los debate, otra cosa es que todos crean que tienen la razón y sobre todo y más importante, nadie escucha para entender a otro, escuchan pero están ensimismados en su respuesta, para tener la razón y así es imposible entenderse. La clave creo que sería esa, intentar escuchar al otro y responder a su exposición, en lugar de dejarle hablar sin poner atención nada más que en lo que bulle en nuestras cabezas.
    Y también ser capaces de decir: «De acuerdo, tienes razón, me has convencido», de estos yo apenas he encontrado unos pocos.
    Besos razonables desde mi orilla querido Borgeano

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    • Borgeano dice:

      Yo ni siquiera creo que todos tengan derecho a opinar. En realidad las personas deberían opinar sólo sobre lo que saben, pero aquí entramos de lleno al problema: todos creen saber sobre todo. Yo siempre uso el mismo ejemplo, el cual no sera el mejor pero que es certero a pesar de todo: cuando estamos enfermos vamos al médico y no nos ponemos a discutir con ellos sobre síntomas y terapéuticas. Aceptamos que ellos saben y nosotros no. Lo mismo pasa con toda otra disciplina: un arquitecto, un piloto de avión, un técnico, un mecánico. ¿Por qué creemos que tenemos derecho a opinar sobre temas de los que nada sabemos? Lo peor de todo, insisto con el tema que planteé en la entrada, es cuando la gente discute saliéndose del tema. Eso para mí agota de entrada toda posibilidad de diálogo.

      Besos razonables; eso suena muy bien.

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  5. María dice:

    Entiendo, querido Borgeano, que todos tenemos derecho y podemos opinar. El problema que veo yo en estos momentos, es que no nos paramos ni a escuchar. Oír, oímos, pero confundimos «oír» con «escuchar» y así nos va. Las discusiones más nimias, se convierten en ofensas personales y tener razón y decir «la última palabra» es lo único que nos impulsa a debatir. Y no hablemos de reconocer que nos equivocamos, ¡vamos, ni hablar! porque parece que va en ello nuestro orgullo.
    Creo que discutir es sano y aleccionador, pero desde una posición abierta y dialogante.
    Besetes, amigo en la distancia.

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    • Borgeano dice:

      Yo insisto, María, en que esa posición (llamada «relativismo») no es correcta. No todo el mundo tiene derecho a opinar. Si así fuera cualquiera podría poner en duda la Teoría de la Relatividad diciendo «Eso es una tontería» y nada más. No, el problema con la gente es que precisamente creen eso: que todos pueden opinar sobre cualquier cosa. Hay (o habría) que enseñarle a la gente que opine sólo de lo que sabe ¿Cómo hacer esto? Pues no tengo ni idea, debo ser sincero (puedo ver el problema pero no la solución). Lo que señalas sobre que no podemos reconocer que nos equivocamos es fundamental. Cuando eso ocurre podemos ver, en general, cómo la persona que no puede argumentar para ganar la discusión empieza a recurrir a falacias como la de atacar a la persona oponente en lugar de hacerlo con los argumentos. En síntesis: cada vez estamos más solos.

      Besos mil, querida.

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  6. Estoy de acuerdo con los demás comentaristas. El problema es que hoy la tecnología nos aísla y NO escuchamos, estamos inmersos en nosotros mismos y a la hora de debatir todos hablamos a la vez, como podemos ver en las tertulias televisivas que más bien parece un gallinero que una conversación entre personas con sentido común que conversan, que intercambian conocimiento sobre distintas materias… Es una pena que no nos eduquen para discutir y de esta forma ¿quién tiene razón? ¿Qué se intercambia? Casi siempre, odio, malos entendidos, por esa forma de hablar en la que uno está en contra del otro… Y todo sucede porque nunca se escuchan. Es muy triste.

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    • Borgeano dice:

      Veo, querida Julie, que en gran medida estamos de acuerdo. Lo que dices de los programas de TV es sintomático. Estoy convencido que la TV es sumamente perniciosa (ya me habrás visto protestar contra ella una y otra vez) y es muy probable que esos programas que nombras tengan mucho que ver con este tema que estamos tratando. En eso programas no hay un solo debate que pueda llamarse tal, siempre es un cúmulo de gritos, interpelaciones groseras o violentas y sinsentidos varios. Es una pena que no se eduque a la gente en vista al respeto que deben tener para con los demás. No oír es hoy uno de nuestros grandes problemas.

      Un fuerte abrazo.

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  7. Me rio y sorprende cómo podemos coincidir en temas…, una amiga me decía algo similar y esta pensando hacer una entrada sobre ello. Saludos.

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    • Borgeano dice:

      Supongo que esos pensamientos «unificados» son los que nos hacen sentirnos bien alrededor de estos sitios en común. Te convido a leer la entrada que acabo de subir porque habla, casualmente (o no tan casualmente) de eso mismo. Claro, esa entrada te incluye aunque no te nombre de manera directa (ya te darás cuenta por qué).

      Un fuerte abrazo.

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  8. danioska dice:

    Vaya, mi querido, ahora sos vos el intolerante. En fin, lo peor o lo mejor es que estoy a favor de que todo el mundo tenga la libertad de decir lo que quiera, mientras yo no tenga que recetarme las opiniones de varios descerebrados.

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    • Borgeano dice:

      No, no, no, no, no y no. Vos no Julia, por favor. No. Voy a decirlo una y otra vez aunque suene mal (pero como es verdad no suena mal, sólo lo hace para los que no pueden entender de lo que uno habla). Esa postura que dice que «todos tenemos derecho a opinar» es una deformación de la idea política democrática. Todos tenemos derecho a poseer una opinión, todos tenemos derecho a expresarnos o expresar lo que queramos; pero no todas las opiniones tienen validez. He allí el error conceptual. Si se va a tratar un tema específico no podemos darle el mismo valor a las palabras del experto que a las del profano. Y eso es todo, no hay nada más que decir. Por otro lado, en ningún momento de la entrada dije algo parecido a eso, sólo señalé a esas personas que no saben discutir y que dicen cualquier cosa (amparados en ese relativismo de «tengo derecho a expresarme») como si eso tuviera algún valor de verdad. ¡Cuántas veces me habrán dicho «A mí no me hables en difícil, yo de filosofía no entiendo nada. A mi hablame sencillo». Decretando, de ese modo, su ignorancia y pretendiendo que uno se equipare a ellos como si esa «igualdad de condiciones» fuese un beneficio democrático. No, Julia, no me digas que soy intolerante cuando lo único que quiero es discutir o debatir de manera adulta y educada ¿No son ellos, acaso, los intolerantes? Fijate la última palabra de tu comentario…

      Abrazos siempre, siempre, tolerantes.

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  9. Estoy de acuerdo contigo, y entiendo perfectamente a lo que te refieres con tu entrada, y que no solo pasa con la opinión de los menos ilustrado también entre los que tienen buena formación sucede. Creo que cada vez más se huye de la discusión, el dialogo y el debate constructivo, uno no escucha al otro, realmente no le interesa lo que opina el otro, uno tiene su ideario y se atrinchera en él, por eso no hay posible debate enriquecedor, nunca se escucharán los argumentos que se le muestran pues son despreciados al no ser iguales a los suyos o se llevan hacía lo personal cuando tratamos un tema global; tus ejemplos sobre fútbol y economía son muy claros. Es como en política, ante el tema de corrupción, que debería ser execrable por cualquier bando, el tema siempre se termina con un cruce de; -«y tú más», sin dar posibilidad al cambio de opinión o regeneración y acuerdo sobre una cuestión tan deplorable y que debería ser reprobable por todos.
    Siempre se debe opinar o todos tenemos el derecho y diría más, el deber de hacerlo para confrontar ideas, pero con argumentos que estén ceñidos a la conversación y no con intereses espurios que se vayan por “los cerros de Úbeda” que decimos en España,
    Un abrazo.

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    • Borgeano dice:

      Es una pena que se haya perdido este arte del debate. Sólo puede accederse a él en ámbitos muy, muy reducidos. Hace poco vi un debate entre Richard Dawkins y Deepak Chopra y realmente la postura de éste último era la de decir cualquier tontería con tal de «ganar» la discusión. Permitirse, frente a un ámbito académico ser falaz con tal de ganar una discusión es una muestra patética de su falta de ética; y si eso ocurre a veces en ámbitos académicos imagínate lo que sucede en ámbitos familiares, sociales o –horror de horrores– en el ámbito de las benditas redes sociales, donde cualquiera dice cualquier estupidez ¡Y qué estupideces mayúsculas, señor!) y además con la pretensión de que se lo tome en serio. Él tema político es complejísimo, porque allí cualquiera se cree con derecho a opinar y con la misma base: «Toda opinión es respetable». Ese «y tu más» es agotador. Lo peor de todo esto es que el círculo de personas con las que podemos debatir o, siquiera, charlar sobre tal o cual tema es cada vez más pequeño y eso empobrece, siempre, el ámbito en el que nos movemos.

      Un abrazo.

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