Pilar Pedraza, o de la lucidez

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Acabo de leer una magnífica, o más que magnífica entrevista a Pilar Pedraza, escritora española que nos regala un magnífico tratado sobre la lucidez. Y es que hoy no hace falta más que eso para que alguien sobresalga por sobre la mediocridad general: lucidez. Antes que nada, debo reconocerlo: no he leído a Pilar Pedraza, y me acerqué a la entrevista atraído por el título: «Que no me digan que no debo leer a Sade por ser patriarcal, porque los mando a la mierda». Perfecto, para empezar. Y voy al punto porque sino terminaré copiando la entrevista completa, la cual, por fortuna, es extensa, pero que no cabría aquí sumado a lo que quiero decir. Luego de habérsele preguntado sobre la crueldad en uno de sus libros, Pedraza dice:

«Yo empecé muy pronto a leer las obras completas de Sade y lo he leído todo absolutamente. El sadianismo es algo que siempre me produce cierta ambigüedad. Porque Sade, por cierto, no hizo ninguna barbaridad… Bueno, sí hubo algún lío con unas chicas que se murieron porque les dio más de lo debido, pero él no era un asesino ni un sádico. Era un perverso. Pero me produce sensación ambigua porque cuánto me gusta leerlo, pero qué poco me gustaría que se produjera en la realidad. Su filosofía me encanta, porque antepone la máxima libertad por encima de toda moral y de toda creencia, incluso del humanismo. Y me encanta también cómo despliega una matemática de la crueldad y una coreografía de las torturas, que desde el punto de vista artístico es maravilloso. Todo eso me ha llegado muy profundamente desde muy joven».

Aquí hay un punto importante, el cual Pedraza expone de dos modos: primero, reconocer que lo que dice Sade es una cosa, pero de eso pudiera llegar a suceder sería terrible; la segunda versión, inmediata a la primera, señala la estética de Sade (matemática de la crueldad, coreografía de las torturas) y la sintetiza como un «punto de vista maravilloso». ¡Y es que ese es el punto! Sólo es literatura y si alguien se siente mal al leer estas cosas, pues el asunto es muy sencillo: que no lo haga. Y esto viene a colación por la censura que están teniendo ciertos textos por diversas razones. De hecho, es el motivo de la siguiente pregunta y su respectiva respuesta:

«Este es un debate muy presente ahora mismo. Lo de renegar de un autor (y hasta censurar su lectura) porque sus códigos morales no corresponden con los actuales… O porque era un hijo de puta, vamos. 

Ya, ya. Pero dan ganas de contestarles: «¿Y tú no has leído Juliette o el triunfo de la infamia?». ¡Pues que lo lean, joder! Que no me digan que no debo leer a Sade por ser patriarcal, porque los mando a la mierda». 

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Este tema quise tratarlo ayer, pero preferí no hacerlo porque la noticia que me había llegado ya tenía un par de años; pero ahora, a raíz de haber leído este reportaje, puedo incluirla por afinidad temática. El asunto es que en la Universidad de Londres, los alumnos exigieron que se prohibiera el estudio de Platón, Aristóteles, Kant, Voltaire… por ser blancos. También por la misma época tuvo que ponerse advertencias (trigger warnings, las llaman en inglés; es decir que hasta le han dado un nombre propio) en un curso de teología, ya que la crucifixión podría llegar a ser angustiante para algunos alumnos (y otra pausa necesaria ante el absurdo: recuerdo que estamos hablando de una universidad, no de un jardín de infantes. Universidad). ¿Qué clase de idiotas están preparándose en las universidades hoy en día? ¿Qué clase de idiotas son aceptados, para empezar? Sé que la palabra idiota en estas dos preguntas ha molestado a alguien y espero que así sea, porque ése es el punto central: ¿qué es esto de andar sintiéndose ofendido por cualquier cosa? Me remito a Chistopher Hitchens: «Que te sientas ofendido no es ningún argumento».

Sigamos. Hace un tiempo hablé en este sitio de la espantosa versión feminista de El Principito; y más atrás había hablado de las nuevas versiones de Caperucita roja, donde el lobo ya no se come a la abuela, sino que esta se esconde en un ropero y donde, por supuesto, el leñador ni siquiera aparece. El lobo huye y eso es todo (hay que evitar la escena de la «autopsia»). También hablé de una versión, muy criticada, por cierto, de la ópera Carmen, donde al final es ella la que mata a José, y no al revés, como corresponde. También la misma Pedraza lo señala en su reportaje: cuando se traduce un libro del siglo XIX estadounidense, donde dice negro ahora ponen de color. ¡Es un error! Debe ponerse lo que el autor decidió poner en el original, sólo así entenderemos los conceptos dentro de su perspectiva histórica.

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Me voy con un último fragmento de Pilar Pedraza porque, como dije, su lucidez es más que suficiente y no es posible parafrasearla sin menoscabo de sus palabras y de sus ideas. Aquí un pedacito de esta escritora feminista, sobre el mismo tema:

«Tengo una idea cada vez más clara: todo lo que ha construido la cultura patriarcal, que es mucho, también me pertenece a mí. Porque yo estoy en ella. Yo adoro las mujeres gordas de Rubens con todas sus carnes que son un objeto de la mirada deseante del hombre, pero también mía. Porque yo estoy en una cultura y todo eso es mío. Una mujer musulmana a lo mejor piensa que no es suyo, o que es ajeno, la mezquita y todas sus bellezas, porque eso lo han hecho los hombres y es cosa de los hombres. Pero yo no. Sade es mío, Rubens es mío y todos los desnudos femeninos, masculinos y neutros son míos. Yo he heredado esa cultura y la tengo en mi mente y mi espíritu. 

Lo de las feministas puritanas, es talibanismo: «Esto no, porque es patriarcal», «esto no, porque induce a pensar mal de las mujeres». Mire usted: fórmese bien y verá cómo no le hace daño lo patriarcal. Pero asimílelo, hágalo suyo, critíquelo si quiere, pero todo eso es suyo. A mí que no me quiten el marqués de Sade. ¡Eso lo hace la religión o la Inquisición! Y yo no soy partidaria de la Inquisición, ni ahora —que existe aún en el Vaticano, aunque no actúe— ni entonces. Es mi legado, y está ahí». 

Pueden leer la entrevista completa, aquí.

6 comentarios el “Pilar Pedraza, o de la lucidez

  1. Pero además, si vamos a los clásicos griegos habría que escandalizarse por la pederastia, vivimos en una sociedad pacata, profundamente envenenada por el cristianismo talibán (llámese como se llame, da igual el apellido), hipócrita, en ese sentido las culturas orientales son menos falsas.
    Sí, da pena escuchar hoy a jóvenes universitarios, (en general, luego hay gloriosas excepciones), la cultura…da risa, o mejor pena, en fin, al final habremos de repetír la historia sin más remedio, ésa es la condena de los pueblos.
    Péro ese analfabetismo funcional que se está dando en los estamentos educativos, desde primaria a Universidad es interesado…¡no se quiere una sociedad crítica!…y ponen los medios.

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    • Borgeano dice:

      Estamos de acuerdo en un todo, Juan; es lamentable cundo te acercas a una universidad (y sí, claro que tenemos que poner a un lado a las excepciones; pero éstas, son eso mismo: excepciones y lo peor es que cada vez son menos).
      Todo es un perfecto círculo de retroalimentación negativa para evitar, por supuesto, una sociedad crítica. De allí que, también, quienes por voluntad (los jóvenes, por ejemplo) quieren cambiar el estado de las cosas, terminan sólo produciendo desmanes, porque no tienen una idea precisa del porqué están luchando y los alcances de las mismas palabras que pronuncian, las cuales generalmente no son más que eslóganes sin demasiado sentido (cuando lo tienen).
      Lo peor es que así, como bien señalas, seguiremos repitiendo la misma historia, una y otra vez.

      Saludos y gracias por tu comentario.

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  2. Yo no soy tan fanática de Sade. A veces tendemos a mitificar a personajes, y estos se vuelven símbolos de una determinada manera de ver las cosas. Yo, como muchos, leí a Sade en mi juventud porque estaba de moda leerlo y darse ínfulas. En los medio progre, universitarios, estaba bien leerlo. Sobre todo después de todo lo dicho por Foucault. Pero después leí la excelente y extensa biografía de Sade escrita por Maurice Lever, y bueno, el mito se me desinfló. Y no porque Lever ataque a su biografiado ni mucho menos. Es bastante objetivo. En cuanto a su «matemática de la crueldad» (qué bonito suena) de acuerdo, mientras solo sea teoría. Y la libertad para torturar no me convence.

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    • Borgeano dice:

      Yo tampoco soy fan de Sade; pero no se trata aquí de defenderlo a él, sino de defender el derecho a leerlo y, sobre todo, que no se lo censure. Es una lectura para adultos y se entiende (o debería entenderse) que un adulto puede manejar esa lectura o, por la razón que fuere, abandonarla. Lo mismo sucede con la «matemática de la crueldad y la «libertad para torturar». Confundir la idea estética, la cual, repito, puede agradarnos o no, con la realidad, es un error del que no puede hacerse responsabilizarse ni a Sade ni a sus lectores.
      Fíjate, por ejemplo, que en las últimas décadas han aparecido algunos personajes tan crueles, violentos y encantadores, que han logrado que el espectador se ponga «de su lado», por así decirlo (Hannibal Lecter, Dexter) y no por eso uno dice «¡Fantástica idea, vamos a matar y a comer gente!» Uno entiende que la cosa va por otro lado y que sólo es un cuento.
      Ahora, creo que la diferencia entre estos personajes y los creados por Sade reside en que en los primeros sólo hay sangre y violencia, cosa que siempre está permitida; en cambio en segundo, prima lo sexual, lo cual, como seguimos viviendo en una sociedad pacata, dominada aún por el pensamiento judeo-cristiano, está mal visto. Creo que los tiros andan por ese lado (alguna vez escribí una entrada titulada «Sexo no, violencia, sí», donde tocaba ese tema).

      Un abrazo.

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  3. A mi lo que no me gusta, en general, es censurar obras del pasado porque choquen con el canon correcto de comportamiento e igualdad de la actualidad.
    Ahora con el caso Floyd me llega que quieren censurar o algo así, «Lo que el viento se llevo» por racista, al igual que retirar otras películas de connotación racista de plataformas de televisión, cuando lo único que hacen es poner de manifiesto una situación histórica.
    Hacer desaparecer esas obras es como taparse los ojos o esconder que en una época se hizo algo por norma y costumbre, es no querer saber de donde venimos.

    Un abrazo.

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    • Borgeano dice:

      Me enteré de que HBO habia retirado «Lo que el viento se llevó» (creo que luego tuvieron que reponerla). Ese tipo de actitudes, Alberto, son peligrosísimas; pero parece que en el nombre de lo políticamente correcto sí puede censurarse, prohibirse, limitarse. Es decir, en el nombre de la libertad, puede prohibirse (pero siempre en un solo sentido: de A hacia B, nunca a la inversa).
      Y tú, certeramente, apuntas en la dirección precisa: esas obras están situadas en un contexto histórico preciso, por lo cual hay que leerlas como lo que son para, precisamente, aprender de ellas (por cierto, la propia Pilar Pedraza señala en esa entrevista que se ha censurado o se ha intentado censurar a Mark Twain. Los límites del absurdo son inmensos, por lo que parece).
      Como si no hubiera batallas por enfrentar, ahora tenemos que vérnosla con la estupidez «cultural».

      Un abrazo.

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