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Corolario: El Yin y Yang del nazismo
El post de hoy es una especie de conclusión del tema tratado ayer.
Según un estudio realizado por la Universidad Marplamoreliense Borgeana (el cual es absolutamente arbitrario pero es casi seguro que tan válido como muchos otros que se publican por allí), leer a George Steiner incrementa las facultades cognitivas hasta en un ciento treinta y cuatro por ciento. Por ejemplo, y como corolario a la entrada de ayer, dejo esta frase de Steiner tomada de Steiner en The New Yorker. (P. 161): “La cultura que produjo a Hitler también engendró a Freud, Wittgenstein, Kafka, Broch, Musil, el Jugenstil y lo más importante de la música moderna. Eliminen ustedes del siglo XX a Austria-Hungría y la Austria de entreguerras y no tendrán lo más demoníaco, lo más destructivo de la historia, pero tampoco sus grandes fuentes de energía intelectual y estética”.
A veces, en el fragor de una discusión o de un debate, olvidamos que los hechos históricos no son producidos por generación espontánea y que hombres como Hitler no son una anomalía casual, sino que son una anomalía causal; un tumor, si se quiere, pero un tumor producido por un estado de enfermedad social —si me permiten ustedes seguir con esta torpe metáfora— que tiene a su vez otras causas y otro germen. Recordar que debemos poner nuestros argumentos o nuestras críticas en contexto es un buen modo de subir algunos peldaños en esa escala tan elusiva que llamamos inteligencia.
Ser una antología.
Casi como una continuación natural de la entrada de ayer, dejo este fragmento de un reportaje al gran George Steiner publicado por el diario La Nación. Tenía estas notas escritas desde antes, pero no está de más aprovechar el impulso y seguir, aunque sea tangencialmente, con el mismo tema, el cual no carece de importancia.
-¿Sigue leyendo a Parménides cada mañana?
-Parménides, claro… bueno, u otro filósofo. O un poeta. La poesía me ayuda a concentrarme, porque ayuda a aprender de memoria, y yo siempre, como profesor, he reivindicado el aprendizaje de memoria. Lo adoro. Llevo dentro de mí mucha poesía; es, cómo decirlo, las otras vidas de mi vida.
-La poesía vive… o mejor dicho, en este mundo de hoy sobrevive. Algunos la consideran casi sospechosa.
-Estoy asqueado por la educación escolar de hoy, que es una fábrica de incultos y que no respeta la memoria. Y que no hace nada para que los niños aprendan las cosas de memoria. El poema que vive en nosotros vive con nosotros, cambia como nosotros, y tiene que ver con una función mucho más profunda que la del cerebro. Representa la sensibilidad, la personalidad.
Recuerdo que también Harold Bloom recomienda aprender poesía de memoria y ambos críticos coinciden en los dos aspectos: la importancia que este tipo de aprendizaje tiene para la memoria en sí y en la riqueza que suma a nuestra vida el tener un bagaje espiritual de ese calibre en nuestra mente. En Fahrenheit 451, como muchos recordarán y para evitar la pérdida total de los libros que son quemados por el sistema fascista, Ray Bradbury hace que ciertos personajes recuerden libros completos de memoria. Podríamos unir todas estas ideas y poner en práctica algo muy simple. Aprender una poesía de memoria por semana. Es todo cuestión de empezar y no es algo descabellado. A lo largo de las cincuenta y dos semanas que tiene el año nos habremos convertido en una pequeña antología ambulante. Seremos un libro con cincuenta y dos poesías que no morirán mientras las llevemos con nosotros a todos lados.